FUENTE: ARISTEGUI NOTICIAS.
El politólogo escribe en el diario 'El Universal' sobre la detención de la presidenta vitalicia del gremio magisterial y la compara con la aprehensión, en 1989, del ex líder del sindicato petrolero, Joaquín Hernández Galicia, que fue interpretada como un acto de legitimación del gobierno de Carlos Salinas de Gortari.
El Elbazo de Peña
José Antonio Crespo*/ El Universal
27 de febrero de 2013
Hubo quien consideró la iniciativa de reforma educativa como el equivalente del “Quinazo” de Enrique Peña Nieto contra Elba Esther Gordillo. Decían que no era estrictamente necesario aprehenderla y enjuiciarla por su conocida corrupción; que bastaba con mermar su enorme poder sindical a través de cambios sustanciales en el sistema educativo. Sonaba lógico.
Por eso resulta sorpresiva —al menos para mí— la decisión del gobierno de llamar a cuentas legalmente a la maestra a partir de lo que seguramente es una mínima parte de las transacciones ilegales en que ha incurrido a lo largo de su liderazgo sindical. Peña se anota con ello varios puntos, como en su momento lo hizo Carlos Salinas al irse contra el poderoso líder petrolero Joaquín Hernández Galicia, La Quina. ¿Qué significado podemos darle a esta decisión? Pues es una jugada arrojada, sin duda, pero que se inscribe dentro de la tradición priísta consistente en que, al inicio de cada gobierno, se toman acciones legales contra algún pez gordo de la corrupción, lo que le da al presidente en turno un buen monto de legitimidad por desempeño.
Es, por otro lado, un golpe monumental —uno más— a los dos gobiernos panistas, pues los deja en absoluto ridículo; lejos de haber llamado a cuentas a la lideresa magisterial, los dos presidentes panistas la encumbraron y le dieron cuotas de poder y presupuesto como no había ocurrido bajo el priísmo. Lejos de haberse ido contra este símbolo del corporativismo corrupto y autoritario, que durante décadas Acción Nacional condenó desde su posición presuntamente democrática, le puso tapete rojo en estrechísima alianza. Por ello me parece pertinente recordar —usted perdonará— una reflexión que publiqué en estas páginas a principios del año 2002, —y que cobra significación ante lo que ya podríamos llamar el Elbazo—, cuando me quedó claro que el gobierno de Vicente Fox había claudicado en su compromiso de sentar precedentes importantes contra la corrupción y la impunidad:
“Paradójicamente, los últimos gobiernos priístas fueron más severos de lo que está resultando el gobierno de Fox, muy propenso a departir comprensión y compasión hacia el antiguo régimen. Parte del ritual del cambio sexenal durante el priísmo consistía en aplicar la ley a algunos peces gordos, para así lavar un tanto la imagen del régimen y afirmar el presunto compromiso del nuevo gobierno contra la corrupción… Irónicamente, el gobierno de Fox, que llega con la mayor legitimidad democrática en toda la historia mexicana, parece haber decidido perdonar y olvidar, pues ninguna figura importante ha caído. La forma en que asciende Fox al poder le permite darse ese pequeño gran lujo, pues nadie pone en duda su legitimidad democrática de origen, ni la legalidad de su victoria. Teniendo toda la autoridad y fuerza para llamar a cuentas al menos a algunos de los grandes abusadores del país, no siente la necesidad de ello y ve más conveniente dirigir su mirada a otro lado… Los grandes corruptos, los caciques, los torturadores y verdugos del pasado autoritario, de haber comprendido esta extraña paradoja, hubieran apoyado desde el principio a Fox y no a Labastida… ¿Quién les iba a decir a los abusivos del priísmo que el triunfo de Vicente Fox se traduciría en un nivel de impunidad mayor que el que imperó durante los gobiernos priístas (al menos los últimos de la serie)?”
Y vaya que la percepción desde la izquierda sobre lo que el PRI puede representar en la vida política actual está errada: Andrés Manuel López Obrador aseguraba a sus feligreses que Peña Nieto nombraría a Gordillo Morales como… ¡secretaria de Educación! El Albazo sienta sin duda un nuevo precedente de los que hacen falta para enfrentar la corrupción, por lo que en sí misma es bienvenido, pero, al igual que otros quiñazos del pasado, no bastará en tanto no haya una rendición sistemática de cuentas que, por ahora, no se ve.
* Investigador del CIDE
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