FUENTE: IMPUNEMEX.
La simple idea de que los grupos de narcotraficantes no constituyen un poder paralelo al Estado, sino un poder al interior del Estado, que utiliza sus estructuras y dinámicas, deja mal parada a la política actual del gobierno en esta materia.
Detrás de las estrategias para combatir el crimen organizado en general, y el narcotráfico en particular, se encuentra la idea de que los grupos dedicados a esta actividad son un poder paralelo al Estado; que lo amenazan, desafían e incluso sustituyen en muchos aspectos. La administración de Calderón partió de esta premisa, incluso aceptó la ayuda del gobierno norteamericano (en especie y en dinero) para “combatir” a la delincuencia organizada partiendo del hecho de que constituyen un “otro” un “afuera” del gobierno…los resultados son poco alentadores como hemos presenciado en los últimos años.
Así asegura Luis Astorga, sociólogo que ha hecho una especie de “historia del narcotráfico en México” en su libro El siglo de las drogas: el narcotráfico, del porfiriato al nuevo milenio. Astorga relata la evolución que ha tenido el consumo, producción y distribución de estupefacientes en nuestro país desde los años 30 hasta el sexenio de Calderón. Desde los plantíos de adormidera en Badiraguato, Sinaloa, hasta las complejas rede entre socios colombianos y mexicanos de hoy día. Revela que desde Enrique Fernández Puerta (el Al Capone de Juárez) en los años 30, hasta el Chapo Guzmán, pasando por Caro Quintero, Salcido Uzieta (el cochiloco) los Arellano Féliz y Osiél Cárdenas, sólo ha habido una constante: la activa participación y encubrimiento en el negocio de las autoridades a todos los niveles.
Podría parecer una idea evidente, pero no lo es. Tanto la versión oficial de la lucha anti drogas como muchos medios de comunicación, alientan de manera inconsciente la idea de que los narcos le ganan terreno al Estado, de que aprovechan los vacíos institucionales para hacer sus fechorías: pero esta falacia es peligrosa, ya que esa línea de razonamiento ha conducido a la militarización del país y que muchos sectores reaccionarios quieran volver al autoritarismo del PRI para solucionar esta situación.
Otra idea que desestima Astorga es la denominación de “cártel”: como si fueran organizaciones horizontales con los mismos fines que articulan todos sus esfuerzos con metas comunes. Esto queda refutado cuando vemos las conspiraciones y pugnas que surgen dentro de las organizaciones delictivas que buscan la hegemonía. El especialista incluso va más lejos y sostiene que el comportamiento del narcotráfico es libre mercado en estado puro. De ser así, nos encontramos con un panorama mucho más complejo, con células, facciones y redes de complicidad que, en muchas ocasiones, han conducido a las más altas esferas políticas y empresariales del país.
Ante este panorama, resulta difícil creer que el gobierno tiene una verdadera voluntad de “eliminar de raíz” el problema del narcotráfico. Las respuestas son múltiples, lo que queda claro es que todas estas cuestiones se tienen que plantear a la hora de plantear soluciones a la problemática de inseguridad del país. De lo contrario, nos veremos atrapados en la misma retórica del “narcos vs. Estado” “buenos contra malos” que no nos permiten ver el problema en toda su dimensión.
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