A un día de la efectiva marcha de Benedicto XVI y de su retiro, como el mismo denominó “a los ojos del mundo”, hay dos grandes escándalos que la iglesia sigue intentando tapar y que son, para muchos, el motivo principal para que el todavía Papa haya decidido “tirar la toalla”. La protección durante décadas de los sacerdotes señalados por pederastia y la corrupción tanto moral como económica en el propio seno de la curia romana.
La revelación y filtración del contenido del informe secreto encargado por Joseph Ratzinger a los cardenales Jozef Tomko, Salvatore De Giorgi y Julián Herranz –el conocido como el “caso Vatileaks”-, ponía al descubierto las luchas internas por el poder en la jerarquía vaticana, el dinero e incluso el sexo. Las informaciones eran de tal calado que el diario “L'Osservatore Romano” llegó a describir al
Papa como “un pastor rodeado de lobos”, cada vez más solo ante las intrigas que se fraguaban a su alrededor. Se entrevistaron obispos y cardenales y todos fueron dibujando la situación como una confluencia de grupos de poder, tanto religiosos como externos, que incluso podrían estar recibiendo presiones por decirlo suavemente.
El informe es demoledor y relata complots para asesinar al pontífice, escándalos sexuales y de corrupción económica y moral al más alto nivel. La lucha intramuros del Vaticano se está dirimiendo de forma muy dolorosa para los verdaderos hombres de fe, que entre toda la jauría también existen.
A los escándalos por el poder, el sexo o el dinero hay que añadir el más triste de todos, los casos de pederastia y abusos a menores y la negación de los mismos desoyendo a las víctimas sin mostrar ningún tipo de consuelo o caridad hacia ellas. Este mismo lunes el cardenal primado de Escocia, Keith O'Brien ha presentado su renuncia, aceptada por Benedicto XVI, después de las acusaciones de acoso sexual de cuatro sacerdotes en los años 80. Apartado así del cónclave que elegirá al nuevo sucesor de Pedro, las voces y la polémica sobre no permitir que el resto de cardenales sospechosos de haber ocultado casos de pederastia no dejan de crecer cada día. Nombres como el cardenal primado de Irlanda Sean Brady, el cardenal belga Godfried Danneels no son los únicos, el estadounidense Justin Francis Rigali, el australiano George Pell, el mexicano Norberto Rivera Carrera, el polaco Stanislaw Dziwisz y el argentino Leonardo Sandri son algunos de los que también desoyeron el sufrimiento de las víctimas. De hecho, uno de los candidatos a suceder a Benedicto XVI, el cardenal de Nueva York, Timothy Dolan, acaba de declarar en la investigación de abusos sexuales atribuidos a sacerdotes de Milwaukee, donde él fue arzobispo entre 2002 y 2009.
El Papa Ratzinger no tiene el carisma y la energía de los primeros años de pontificio de Juan Pablo II, es un hombre introvertido, de carácter austero, un Papa ya anciano y con problemas de salud que no ha sabido o no ha podido atajar los grandes escándalos que se le presentan de forma cruda y real en el momento de su despedida. Un Pontífice enfermo y solo, cada día más solo en un laberinto de demasiadas intrigas y golpes bajos para los que se suponen son los pastores del rebaño y los siervos de Dios.
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