AUTOR: RAÚL OCHOA Y BEATRIZ PEREYRA.
Pese a sus malos antecedentes durante la gestión de Nelson Vargas al frente de la Conade, Mario Ramírez Barajas se enquistó de nuevo en el organismo ahora dirigido por Jesús Mena. Este profesor de educación física es un operador de perfil medio de Elba Esther Gordillo, quien se encuentra presa bajo proceso penal por el uso de recursos de procedencia ilícita. Durante una presentación realizada por Mena se le preguntó por qué contrató a Ramírez Barajas, señalado como corrupto; el funcionario respondió que si había pruebas en su contra procedería en consecuencia. Al día siguiente el asesor entregó su renuncia para “defender su nombre y prestigio”.
En su periplo por la administración pública, Ramírez Barajas siempre ha contado con la protección de Benjamín González Roaro, uno de los colaboradores más importantes de Gordillo.
Cuando González Roaro fue designado subsecretario de Servicios Educativos para el Distrito Federal de la Secretaría de Educación Pública (SEP), en 1994, nombró a Ramírez Barajas como director general de Educación Física del Distrito Federal, cargos en los que ambos se mantuvieron hasta 2000.
Ese mismo año se incorporó a la Conade como subdirector general de Cultura Física, donde entre otras responsabilidades debía operar la Olimpiada Nacional. En esta época Ramírez Barajas se alejó temporalmente del grupo de Gordillo, en un intento por obtener la dirección de la Conade.
En entrevista con Proceso, Nelson Vargas, director de la Conade de 2000 a 2006, comenta que contrató a Mario Ramírez Barajas por recomendación de Juan José Palacios, a quien designó como subdirector general de Deporte.
Palacios es otro profesor de educación física –igual que Vargas y Ramírez Barajas– que trabajó durante años en el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) al lado de quien es hoy un próspero empresario de la natación. La amistad de años que privaba en ese tiempo entre Vargas y Palacios llevó al entonces titular del deporte a designar a Ramírez Barajas, a pesar de que ni siquiera lo conocía.
Unos meses después, varios directores de institutos del deporte estatales le dijeron a Vargas que Ramírez Barajas les estaba pidiendo un porcentaje de los recursos federales que recibían. Aunque Vargas reconoce que la información le llegaba por todos lados, afirma que le costaba mucho trabajo aceptar que uno de sus colaboradores actuara así.
“Él era responsable de la organización de la Olimpiada Nacional en la parte administrativa y técnica, los recursos federales que asignaba a los institutos del deporte pasaban por su subdirección. Hubo quejas de muchos directores acerca de que les pedía recursos para operar la Olimpiada, recursos que iban a dar a todas partes, menos a la organización del evento.
“Era un secreto a voces que esa subdirección operaba de esa manera. La gente de Aguascalientes, así como de otros estados, me lo comentó. Por esa razón decidí pedirle su renuncia. Ya tenía la decisión tomada, pero él se imaginaba que le iba a pedir la renuncia porque me la adelantó. Me dijo: ‘Ya no quiero problemas, sé que no está conforme con mi trabajo, usted ya me perdió la confianza’, y se fue”, revela Vargas.
Alfredo Morales Shaadi encabezó el Instituto del Deporte del Estado de Aguascalientes (IDDA) de 1998 a 2010. Conoció a Ramírez Barajas cuando éste era subdirector de Cultura Física de la Conade. El aguascalentense no guarda los mejores recuerdos del protegido de Gordillo, y dice que alertó a Nelson Vargas acerca de las prácticas irregulares de su colaborador.
En entrevista, Morales acepta que a través de sus colaboradores más cercanos Mario Ramírez Barajas hizo “insinuaciones claras y concretas para hacer manejos discrecionales de los recursos que se le asignaban al estado, que eran para los eventos nacionales de los que Aguascalientes fue sede. No era una cosa clara o concreta. Era como ‘ponte a modo’ o ‘sube el recado a ver si prende la mecha’”, dice.
Refiere que la primera vez que habló personalmente con Vargas no obtuvo la respuesta que esperaba de quien dirigía el deporte nacional. Simplemente no le creyó.
“(Mario Ramírez) Nunca habló de un porcentaje económico, porque mi gente estaba muy bien elegida, muy advertida. Pretendíamos hacer un cambio en la forma de hacer gobierno y de conducir las dependencias de tal suerte que inmediatamente cuando ellos sentían que algo podía ir contra esa idea, ese espíritu, me lo notificaban. No entraban al juego ni se prestaban a más información. Sin embargo llegó el momento en que les preocupaba porque había un grado de insistencia tal (de parte de Ramírez Barajas) que ellos pensaban que esa insistencia podía afectar.”
–¿Alguna vez Ramírez Barajas le insinuó a usted que debía entregarle un porcentaje de los recursos que recibía?
–A mí no. Todo fue a través de mis colaboradores. Tenía mala reputación. Siempre hubo mucho malestar cuando las personas se enteraban de que estaba en tal o cual posición. No sé qué haya hecho para ganarse esa fama y ese repudio”, asegura.
Desde la primera vez que Morales alertó a Nelson Vargas acerca de la conducta de Ramírez Barajas transcurrió casi un año.
–¿Por qué no actuó de inmediato? –se le pregunta a Vargas.
–Tenía mis dudas. Recuerdo que cuando me enteré se lo quise decir a Mario, pero no lo hice porque no eran denuncias por escrito. El principal problema de este país es que para poder señalar todos los ilícitos de los funcionarios públicos se requiere de una denuncia por escrito y nadie tiene el valor de hacerlo. Esa es la realidad. Por esta razón en México 95% de todo lo que implica corrupción y criminalidad no se resuelve porque no hay denuncias públicas por temor a que la propia autoridad ni siquiera haga un seguimiento formal.
“La Secretaría de la Función Pública es la institución que sanciona e inhabilita a la gente, pero muchas personas que están inhabilitadas se encuentran libres. Los inhabilitados que cometieron los ilícitos ya se llevaron los recursos. Los multan, pagan las multas y ya, pero no hay un cargo penal de que los detengan o los metan a la cárcel.”
–Morales le dijo a usted: “Yo le estoy contando, pero que esto no sea un problema mío, no diga que yo le dije”.
–Por lo general así son las denuncias. Nada más es cosa de hacer un recuento de los 22 mil millones de pesos que se dieron en el sexenio pasado y con un poquito de labor profesional de la autoridad y de los legisladores nos daremos cuenta cómo se gastó ese dinero. Lo que pasa es que en la administración pública al funcionario del que se tiene la duda (que está cometiendo algún ilícito) se le exhorta a que diga qué está pasando. Por eso para no meterse en problemas mejor entregan su renuncia.
–Lo sacan por la puerta de atrás. ¿Eso fue lo que pasó con Ramírez Barajas?
–Sí. De tener pruebas hubiera actuado conforme a la ley; es decir, no tenía documentos. Aunque había señalamientos de distintos directores de institutos, eso no basta para que prospere una denuncia pública.
–¿No hubiera sido suficiente que usted se presentara junto con los directores de institutos del deporte ante la Función Pública a señalar directamente a Ramírez Barajas como una persona que les estaba pidiendo dinero para darles lo que por ley les correspondía? ¿Eso no servía de nada?
–Quizá hubiera servido, pero no todos los directores querían denunciarlo. Desafortunadamente muchos fueron parte de esa corrupción para que les entregaran sus recursos. Es la realidad.
–¿Varios de los directores a quienes les pidió dinero sí se lo dieron y también se llevaron su mochada?
–De seguro negociaron. Como exservidor público tengo la obligación de contestarte. Lo hago porque ya me están implicando en ese acto por no ponerle remedio. Sin embargo, te diría que tan lo puse que los últimos dos años de mi administración ya no trabajó en la Conade.
Encubrimiento
El 29 de noviembre de 2004, la oficina de prensa de la Conade despachó un boletín en el que disfrazó la salida de Mario Ramírez Barajas. Oficialmente se informó que presentó su renuncia con carácter de irrevocable “para incorporarse a un nuevo proyecto profesional”. Incluso se informó a los medios de comunicación que Vargas reunió a su equipo de trabajo para despedir a Ramírez Barajas “por la responsabilidad y compromiso que demostró los últimos cuatro años”.
En cuanto salió de la Conade su padrino Benjamín González Roaro, a la sazón director del Instituto de Seguridad y Servicios Sociales de los Trabajadores del Estado (ISSSTE), lo nombró delegado regional en la Zona Oriente del Distrito Federal de ese organismo. En ese puesto permaneció hasta marzo de 2006.
En ese periodo coincidió con el hoy presidente del COM, Carlos Padilla Becerra, quien fungía como secretario técnico de la Comisión de Vigilancia del ISSSTE, y con otro yerno de Gordillo, René Fujiwara Apodaca, quien se desempeñaba como subdirector de Atención al Derechohabiente.
Ramírez Barajas no se quedó a terminar el sexenio. Gordillo le asignó la tarea de coordinar la campaña de Alberto Cinta Martínez, candidato del recién creado Partido Nueva Alianza (Panal) a jefe de Gobierno del Distrito Federal, hoy empresario y uno de los socios del club Piso 51 en la Torre Mayor, uno de los más exclusivos de la ciudad donde suele asistir la clase política mexicana.
Felipe Calderón, quien recibió la ayuda de Elba Esther Gordillo y del millón 200 mil maestros que integran el Sindicato Nacional de Trabajadores de la Educación (SNTE) para ganar las elecciones federales de 2006, tuvo que pagarle varias facturas.
Su yerno, Fernando González Sánchez, fue nombrado subsecretario de Educación Básica de la SEP; Francisco Yáñez, director de la Lotería Nacional; Roberto Campa Cifrián, secretario ejecutivo del Sistema Nacional de Seguridad Pública, y otro miembro del círculo cercano de Gordillo, el expriista Miguel Ángel Yunes, director del ISSSTE, dependencia en la que Ramírez Barajas nuevamente se enquistó a partir de marzo de 2007, con el cargo de subdirector general de Prestaciones Económicas, Sociales y Culturales.
Tuvo que conformarse con ese puesto. Posteriormente, intentó dirigir la Conade con la ayuda de sus amigos Elba Esther Gordillo y Mario Vázquez Raña, pero Carlos Hermosillo le comió el mandado. El espaldarazo que Ana Guevara le dio al exfutbolista fue decisivo.
En julio de 2008, Mario Ramírez Barajas terminó su gestión en el ISSSTE. Durante 10 meses se mantuvo inactivo como funcionario público. En septiembre de 2009 fue promovido por González Roaro como subdirector general de Comercialización y Servicios de la Lotería Nacional (Lotenal), cargo del cual el profesor de educación física se separó apenas en marzo pasado, según indica su declaración patrimonial que presentó con motivo del fin de su gestión.
Bonanza inexplicable
De acuerdo con información de la Conade, Ramírez Barajas se integró oficialmente como asesor de la dirección general (plaza que según el portal de Transparencia recibe como compensación económica 26 mil 382 pesos netos) el 15 de febrero pasado, aunque en los hechos comenzó a operar desde finales de enero, fecha en la que ya daba instrucciones a los mandos altos y medios de la dependencia.
En sus 19 años como funcionario, Ramírez Barajas ha realizado nueve modificaciones a sus declaraciones patrimoniales, con base en la Ley de Responsabilidad de los Servidores Públicos que los obliga a transparentar al menos una parte de sus bienes y les deja abierta la posibilidad de que difundan la totalidad de sus propiedades e ingresos.
En 11 años, sólo en una ocasión, en enero de 2005, Ramírez Barajas aceptó hacer públicas sus propiedades. Declaró que poseía una casa con superficie de 280 metros cuadrados y 300 metros cuadrados de construcción con un valor de 2.5 millones de pesos que obtuvo a crédito. También reportó una cabaña de 52 metros cuadrados con un valor de 250 mil pesos, así como un automóvil marca Volkswagen tipo Cabrio y una camioneta Chevrolet Silverado, ambos modelo 1999 con valor de 16 mil 500 pesos y 12 mil 500, respectivamente.
Siete años después, ya no estuvo dispuesto a hacer públicos sus datos patrimoniales. No aceptó declarar públicamente que vive en un penthouse de 600 metros cuadrados en la avenida Jesús del Monte, en Interlomas, Huixquilucan, Estado de México, donde el metro cuadrado cuesta en promedio 25 mil pesos.
La suma de los sueldos que entre 2005 y 2012 ha devengado, en el hipotético caso de que hubiera ahorrado cada peso que ganó, no alcanzaría para costear su estilo de vida.
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