FUENTE: REVOLUCIÓN 3 PUNTO CERO.
AUTOR: VALENTINA PÉREZ BOTERO.
La radiación no se huele, ni se siente, ni se ve, entonces, ¿ante qué nos enfrentamos? La energía nuclear destinada a usos pacíficos –más allá de las dos bombas atómicas que acabaron con la segunda guerra mundial- se posicionó en los años 50 como una alternativa viable para la generación de energía eléctrica a gran escala.
El uso civil de la energía atómica permitía tener el potencial científico, la infraestructura y la materia prima de las armas de destrucción masiva, pero contenidas en un propósito social que las endulzaba: Rusia, Francia, el Reino Unido y Estados Unidos optaron por este tipo de energía. México no se quiso quedar fuera de la era nuclear.
En 1956 el gobierno mexicano inauguró la estructura organizativa que permitiría, 20 años después, iniciar la construcción de dos reactores aledaños a Laguna Verde, Veracruz, que demorarían casi dos décadas en iniciar su funcionamiento.
A siete años de que se venza la licencia de operaciones, otorgada al primer reactor de Laguna Verde en 1990, ¿se ampliará, se renovará? ¿Cuál es el balance del uso, eficiencia y los efectos de la planta nucleoeléctrica en México? ¿Optará el gobierno por cumplir la meta de reducción de fuentes no fósiles, relacionadas con los hidrocarburos, de energía a través de la nuclear? ¿Qué está en juego y cuáles son las condiciones en las que opera la primer planta nuclear en el país?
La llegada: una decisión aspiracional
La construcción de Laguna Verde involucra un segundo color, el blanco. La construcción del primer reactor, encargado a General Electric, se convirtió en una especie de “elefante blanco”, por lo tortuoso de su avance, la inversión económica y los conflictos sociales, de acuerdo con el investigador del Instituto Nacional de Investigaciones Nucleares (ININ) Gustavo Alonso. El limbo entre continuar o sepultar el proyecto lo tomó el presidente Miguel de la Madrid y fue inaugurado por Carlos Salinas de Gortari, aunque la idea se hubiera gestado casi cuatro sexenios atrás.
La seducción de un proyecto nuclear en un país latinoamericano radicaba en el espejismo de emparentarse con las decisiones del primer mundo y alejarse de la dependencia de combustibles fósiles para generar energía.
Laguna Verde está ubicado casi de forma equidistante de los dos centros poblacionales más importantes del estado, a un promedio de 65 kilómetros: Xalapa y el puerto de Veracruz. El asentamiento de la planta nuclear en el lugar responde a cuatro características básicas: disponibilidad de agua –para el enfriamiento de los reactores-, geológicamente estable –reducir el riesgo de sismos que pongan en peligro las instalaciones-, baja densidad poblacional –medidas de seguridad en caso de fugas de radiación- y cercanía al lugar por donde entrarían las importaciones de infraestructura para la construcción de la planta.
Actualmente, de acuerdo con información de la Secretaría de Energía, Laguna Verde, con sus dos reactores, produce el 2.6 por ciento de la energía eléctrica del país, pero su operación no ha estado exenta de cuestionamientos sobre la fiabilidad de sus sistemas de seguridad ni de su impacto ambiental y social.
La vía nuclear
La sabiduría popular acierta, no hay nada humano que sea 100 por ciento seguro, pero ¿cuánto riesgo estamos dispuestos a correr? ¿Cómo se mide y se percibe la peligrosidad de una nucleoeléctrica? El 11 de marzo se cumplieron dos años del tsunami que desencadenó en Japón la catástrofe nuclear de Fukushima. La consecuencia directa de las manifestaciones de la naturaleza causaron la muerte de más de 28 mil personas, mientras que, de acuerdo con el doctor Alonso, la radiación directa emanada de la falla de los reactores no ha cobrado ni una sola vida.
En México las manifestaciones sociales han tomado otros rumbos: existen las Madres Veracruzanas, organización formada por mujeres que denuncian el aumento de la presencia de tumores malignos en ellas y en sus hijos; por otra parte, el Ecologista Universal, luchador profesional y social contra la energía nuclear en Veracruz, en su marcha anual reclama la devastación ambiental, la aridez del suelo y las muertes súbitas de personas de la región.
Aunque Laguna Verde alega tener todos los permisos y cumplir los protocolos de seguridad, la operación de la planta por parte de la Comisión Federal de Electricidad (CFE) se ha caracterizado por el hermetismo: todo lo que se sabe sobre el estado de la nucleoeléctrica, las recargas de combustible, los paros de operación; se conoce a través de fugas de información de empleados de la fábrica.
Pero esta actitud no es privativa de México, de acuerdo con el filósofo de la ciencia Jorge Linares, la industria nuclear es “el modelo más opaco de desarrollo”. Sus niveles de secrecía se comparan a los de la milicia y en el país nunca se ha puesto a debate público la pertinencia ni la complejidad del riesgo que conlleva; incluso, desde su inicio, no hubo una claridad –con los muchos o pocos habitantes aledaños- sobre qué se estaba construyendo. “Nos dijeron que sería una hidroeléctrica” afirma el Ecologista Universal.
La planta está equipada con un laboratorio ambiental que se ha encargado, desde su fundación, del monitoreo del impacto ambiental de las instalaciones nucleares y de acuerdo con sus estudios la incidencia ha sido mínima. Bernardo Salas Mar, ex trabajador de la central y ahora catedrático de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), denuncia la inconsistencia de los datos institucionales.
Salas Mar ha denunciado desde hace más de 16 años las irregularidades tanto adentro de la planta –compra de equipo fraudulenta, mal mantenimiento, riesgo de la seguridad interna-; como externa –fugas radioactivas, mal manejo de desechos tóxicos- : “la seguridad en Laguna Verde es como un cabaret de cuarta categoría”, dice Salas. La planta está en peligro de sufrir una falla institucional, que es la conjunción de la incapacidad de la autoridad con el estado mendigante de las instalaciones, agregó.
A esto se suma que de producirse un Máximo Accidente Nuclear hay un desconocimiento generalizado de la población sobre cómo proceder, qué hacer y a dónde dirigirse. Guinduri Arroyo, director del documental “Ruta de Emergencia” sobre la energía nuclear, dice que los caminos de evacuación están en pésimas condiciones, y que algunos ni siquiera existen; a lo que se unen las declaraciones del catedrático Rubén Dorantes, ex presidente de la Asociación Nacional de Energía Solar, quién pregunta ¿dónde están los caminos?, ¿dónde están los señalamientos?. Pero el mayor problema es que “no es privativo [la falta de planes de contingencia] de Laguna Verde, es una realidad mexicana”.
Otro aspecto que preocupó recientemente a los pobladores fue el interés de una empresa minera canadiense , Gold Group, por explotar una mina de oro contigua a Laguna Verde. La presencia de los explosivos, el cianuro y el mercurio cerca de la planta alertaron a Salas Mar, quien se manifestó en contra y el propio gobernador del estado denegó el permiso por que el consorcio no cumplía las especificaciones de impacto ambiental. No obstante, los pobladores han continuado las denuncias sobre movimiento de camiones y personas en el cerro codiciado, así como el enturbiamiento del agua; a esto se le suma que en la página web del consorcio siguen considerando a la mina de Caballo Blanco como uno de sus tres proyectos dentro del país.
Retos
De acuerdo con las metas establecidas por la Ley para el Aprovechamiento de Energías Renovables y Financiamiento de la Transición Energética y la Ley General contra el Cambio Climático, para 2024 México debería producir el 35 por ciento de su energía eléctrica de fuentes no fósiles. Para Rubén Dorantes las energías renovables son una alternativa viable para el país, pero se necesita también pensar en qué tipo de país se quiere y cambiar la mentalidad de una industria eléctrica que ha operado con base en grandes centrales en lugar de pensar que quizá “tenemos que empezar a ver al país por regiones con el fin de encontrar la tecnología que más se adapte”.
Pero en la visión de los pro nucleares, como Gustavo Alonso y Salas Mar, las tecnologías renovables aún no están listas para suplir demandas industriales ni para competir con la energía de carga base como la nuclear, que puede abastecer constante y confiablemente 24 horas al día, independiente de factores climáticos y sin infraestructura de respaldo como lo demandan la energía solar y eólica.
La necesidad de reducir la producción de energía eléctrica con base en combustibles fósiles es evitar la volatilidad del precio del gas, por ejemplo, que es la materia prima del ciclo combinado –sistema que provee más de un tercio de la energía en México-, además de la necesidad de reducir las emisiones de CO2.
La energía nuclear no genera gases de efecto invernadero durante la producción de energía, pero eso no significa que esté libre de huella de carbono , como lo apunta Salas Mar: “Que nos cuenten desde la extracción del uranio en las minas”. “Ningún modelo de energía podría ser 100 por ciento limpio” si se consideran todos los elementos que implican, señaló el doctor Linares, filósofo de la ciencia.
El hecho, como lo apunta Gustavo Alonso, es que para cumplir la meta del 2024, México tendría que apostarle a la energía nuclear. Laguna Verde se pensó inicialmente para alojar a cuatro reactores, por ahora sólo hay dos, por lo que el lugar de los restantes aún está sin ocupar y la tendencia latinoamericana apunta hacia ese sentido. Brasil y Argentina , los dos países de la región que también cuentan con plantas de energía nuclear, están –ambos- construyendo su tercer reactor ¿Elegirá México esta vía? De ser así, ¿cuáles serían las implicaciones, los riesgos y los beneficios?
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