Desde que asumió el cargo hace cuatro meses, el Presidente de México, Enrique Peña Nieto, y sus subordinados han estado trabajando horas extra para forjar un diálogo más esperanzador, y menos teñido de sangre, sobre su país. Pero ese diálogo podría estar llegando a su fin.
En su mayoría, expertos, pronosticadores y ciudadanos privados se han alineado para tratar de vender la idea del "momento mexicano" - un nuevo amanecer lleno de promesas económicas y acuerdos políticos -. Casi todo el mundo ha parecido ansioso de seguir este lineamiento, en parte, porque muchos de los medios de comunicación locales dependen de la publicidad gubernamental para sobrevivir.
Pero los aplausos no se limitaron a la prensa mexicana.
"Algunos en la administración de Obama se preocupan de que el nuevo presidente esté desviando el enfoque y los recursos de la guerra contra las drogas. No obstante, el señor Peña Nieto está abordando los problemas que han frenado a México por una generación, ayudando a crear la miseria económica que empodera a los carteles de la droga," dijo The Washington Post en una editorial reciente. "Washington debería animar la ruptura de ese estancamiento en México - y tomarlo como ejemplo."
Esto se produjo apenas unas semanas después del recuento del columnista del New York Times, Thomas Friedman, sobre cómo sería un potencial salto de México a una importancia económica en el escenario mundial.
"Es como si los mexicanos decidieran subconscientemente que la violencia del narcotráfico es una condición con la que hay que vivir y combatir, pero ya no es algo que los defina", escribió en febrero.
(Lea aquí, para una crítica más económica de la columna de Friedman).
Es justo. Pero, los pandilleros y las fuerzas de seguridad siguen en el campo, matando unos a otros rápidamente. Y los medios de comunicación mexicanos, incluso los que se cree que apoyan a Peña Nieto, han comenzado a regresar esta información a la primera plana y los titulares de las noticias.
Milenio, una de las cadenas más grandes de medios de comunicación de México, informó esta semana que las guerras entre grupos criminales cobró la vida de 1.025 personas en marzo y casi 4.000 desde que el Presidente Enrique Peña Nieto asumió el cargo el 1 de diciembre (Vea abajo la gráfica de Milenio).
La Jornada, un pequeño diario más inclinado a la izquierda, pone la cifra en más de 2.800 en los últimos cuatro meses, pero señaló que esa cifra "(…) demuestra que la tendencia de ejecuciones va al alza en el país (…)", en comparación con el año pasado bajo el mandato del ex Presidente Felipe Calderón.
"(…) ningún medio, el Washington Post incluido, ha elogiado al régimen peñanietista por sus éxitos en seguridad y reducción de la violencia.", escribió Ciro Gómez Leyva, director y presentador en el horario estelar de la programación de noticias Milenio Televisión, en una columna reciente. "Y parece que ese elogio no llegará pronto.”
"El promedio mensual sigue siendo, en números redondos, el mismo que el del sexenio de Calderón.", escribió Gómez Leyva.
Análisis:
Ignorar la violencia es fácil. En realidad, calmar la violencia va a tomar un buen tiempo - en un momento de optimismo extremo, Peña Nieto ha sugerido recientemente que su estrategia, aún en proceso, de seguridad tomará un año para presentar resultados - por lo que el nuevo presidente y sus asesores no pueden ser culpados por tratar de cambiar el enfoque a algo más positivo mientras tanto.
Pero en algún punto, lo que fue la "guerra" de la administración anterior se convertirá en una carga para Peña Nieto. Como ha escrito Alejandro Hope, aunque reduzca los homicidios a la mitad - un logro meritorio desde todo punto de vista - su partido todavía se enfrentaría a elecciones de mitad de mandato con unos 45.000 asesinatos bajo la vigilancia de su presidente.
Aun así, no debería sorprendernos. Esta es la forma en la que el Partido Revolucionario Institucional de Peña (PRI) trabaja. Por cierto, las actuales relaciones públicas son muy similares a las de hace dos décadas, cuando el entonces presidente Carlos Salinas de Gortari, del PRI, estaba abogando duramente por el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, TLCAN (NAFTA por sus siglas en inglés). Salinas aseguró a quien escuchara – y muchos lo hicieron – que México de repente estaba en el umbral de la prosperidad del primer mundo.
Ese discurso terminó en enero de 1994 con el levantamiento campesino maya en el estado de Chiapas, al sur de país, seguido por el asesinato en marzo del sucesor escogido por Salinas y el colapso de diciembre del peso y la economía. Los consumidores mexicanos y los inversionistas extranjeros fueron arruinados por el estallido de la burbuja.
Salinas huyó al exilio autoimpuesto del que sólo regresó en años recientes.
Las mejoras económicas destacables, los avances sociales y el progreso político de hecho están sucediendo incluso en los rincones más asediados de México. Y han sido en gran parte ignorados a medida que la prensa y el público se centran en la violencia.
Pero el futuro brillante que Peña Nieto promete y los mexicanos merecen no será posible hasta que los grupos criminales sean domados. Y esa victoria no va a ser ganada con una campaña de relaciones públicas. Será lograda al poner efectivamente en marcha una estrategia coherente, algo que parece lejos de ser una realidad en este momento.
El regreso de la cobertura de prensa a la violencia sugiere que la luna de miel puede estar llegando a su fin para Peña Nieto. Posiblemente, esto obligue al presidente y a su público a centrarse en lo que realmente va a funcionar.
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