FUENTE: LOS ANGELES PRESS.
AUTOR: SERGIO FERRER.
TLAPA, Guerrero.-El Centro de Derechos Humanos de La Montaña recibe aproximadamente por semana hasta 10 casos de violencia económica, además de denuncias por violencia familiar, en cuyos casos niñas y niños son los principalmente afectados directa e indirectamente.
Maribel González Pedro, abogada del Centro de Derechos Humanos de La Montaña Tlachinollan, ratificó que existe aún mucha violencia en la región de la montaña en contra de mujeres pero también contra niñas y niños.
Esto se da de manera directa cuando reciben maltratos y golpes en su casa, escuela y de manera indirecta cuando hay violencia doméstica o familiar. Cuando golpean a su madre un niño sufre afectaciones en su crecimiento sicológico, indicó González Pedro.
A pesar de que existen declaraciones internacionales sobre los derechos de los niños en las cuales se señala a la familia como la base de la convivencia, en La Montaña persiste mucha violencia familiar.
Tlachinollan recibe quejas de mujeres que son humilladas, violentadas, violadas y cuyos hijos en ocasiones son testigos de dicha violencia que ejercen los padres, algún familiar o incluso algún extraño.
El Centro registró un caso en el cual un niño de nueve años le arrojó una piedra a su padre en la cabeza al ver como golpeaba a su madre, contó la abogada. Otro padecimiento para bebés y niños es la violencia económica que cometen sus padres al no cumplir con la manutención de sus hijos lo cual ocurre tanto en Tlapa como en los demás municipios.
Al asegurar que la violencia tiene nombre inmediato pero más allá es una violencia originada de la parte estructural, la abogada refirió que el responsable es el Estado al cual le falta atender el problema de violencia y carencias de los pobladores de La Montaña para evitar que los patrones de violencia se repliquen.
Incluso al no tener posesión de tierras las mujeres están desprotegidas al igual que sus hijos, atajó.
Diariamente, en el zócalo de la ciudad se observa a niños indígenas boleros así como a niñas que venden chicles o chicharrones. Al final del Jale, hay niños que juegan cerca de un depósito de basura en el cual se reciclan materiales.
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