FUENTE: PROCESO.
AUTOR: PATRICIA MAYORGA.
CHIHUAHUA, Chih., (apro).- A más de seis meses del asesinato del jefe del cártel de Sinaloa en el municipio de Uruachi, Antonio Erives Arduño (39 años), un grupo de hombres armados ingresó al pueblo de Jicamórachi y quemó cinco propiedades de su familia el martes pasado.
Los habitantes de Jicamórachi huyeron hacia el monte luego del ataque. Allá durmieron el martes y apenas ayer en la tarde comenzaron a regresar a sus viviendas.
Hace dos años, en marzo, ingresó un grupo de hombres al mismo poblado, quemaron seis casas —la mayoría de la familia Erives, y la del médico del pueblo— y automóviles.
Historia roja
Ubicado en la Sierra Tarahumara (al occidente del estado) y colindante con Sonora, Jicamórachi tiene habitantes indígenas warojíos y mestizos. Era uno de los pueblos que mantenían vivas sus tradiciones en Semana Santa, con rituales indígenas.
Se encuentra entre grandes montes, y la mayoría de sus casas son de adobe o block, modestas. Hace dos años se estaba construyendo una casa grande y lujosa en el centro del poblado. Era la vivienda de Antonio Erives.
En 2011, la tranquilidad se fue. El 29 de marzo y el 9 de abril de ese año, los habitantes fueron atacados por el grupo armado. En el primer ataque fue quemada la casa de Erives.
Los habitantes lanzaron la alerta hasta el segundo ataque y solicitaron ayuda desde el monte, donde sí alcanza a llegar la señal para hacer llamadas.
Decenas de familias huyeron, la mayoría lideradas por madres solteras o viudas, comentó un líder warojío, quien fue comisario ejidal hace algunos años.
Los pistoleros llegaron con uniformes de policías estatales y dispararon en todas direcciones. La gente huyó entre las balas. Había ancianos, discapacitados y muchos niños.
Los testigos relataron que esa ocasión, mataron a un padre de familia frente a su esposa y sus tres niñas. La familia se fue del pueblo.
Jicamórachi tenía 122 familias en aquel año, pero huyeron alrededor de 80. Luego de unas semanas, la familia Erives también salió del pueblo, y meses después regresaron sólo unos miembros.
A partir de ahí, se desató una serie de enfrentamientos; “la guerra”, le llaman los habitantes serranos. El 29 de octubre del año pasado, el asesinato de Antonio Erives generó una aparente calma.
El regreso de la violencia
El martes pasado, no obstante, llegaron los rumores de un nuevo ataque. Desde las 7 de la mañana, los habitantes —los pocos que permanecían en el pueblo— no dudaron en correr de nuevo al monte.
El reporte vía telefónica de un hombre de Jicamórachi a las autoridades —el martes pasado alrededor de las 13:00 horas— indicó que muchos hombres con armas largas estaban quemando casas y querían sacar a gente del pueblo. Luego se perdió la comunicación.
Dijo que no había podido llamar antes porque no había señal. Desde el monte informó lo que sucedía.
La información de la Fiscalía Zona Occidente es que quemaron cinco casas. No se registran asesinatos, y la Policía Ministerial mantiene vigilancia permanente en la región.
Alexa Lara, portavoz de la fiscalía, dio a conocer que los hombres armados llegaron a pie y dirigieron el ataque, directamente, a las casas que son de la misma familia Erives.
Además, informó que quemaron una pick up Avalanche que aparentemente tiene reporte de robo, lo que no se ha podido confirmar por los daños que sufrió.
El secretario del Ayuntamiento, Óscar Jaime Banda Zamarrón, informó que lo que la alcaldía conoce del ataque a Jicamórachi son rumores, ya que no han hablado con habitantes del poblado. Los primeros informes que tuvieron indicaban que había 17 viviendas quemadas.
De las familias que huyeron en 2011, informó un profesor rural, muchas no regresaron. Los alumnos que dejaron la primaria y secundaria fueron llevados a otras ciudades, y por lo menos el ciclo escolar 2011 lo perdieron varios estudiantes.
Elementos del Ejército y agentes de la Policía Ministerial ya fueron desplazados a Jicamórachi.
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