AUTOR: ARTURO RODRÍGUEZ GARCÍA.
Están predestinados para ostentar el poder, sean cuales sean sus capacidades profesionales o intelectuales. Son los cachorros de los cachorros, no sólo de la Revolución sino de la contrarrevolución, integrados a una estructura burocrática hereditaria. Ahora se enquistan en la administración de Enrique Peña Nieto, heredero él mismo de esa élite.
Entre los nuevos funcionarios federales hay parientes de expresidentes, hijos de exsecretarios de Estado o de extitulares de las paraestatales, integrantes de familias con poder caciquil en los estados por vía política o empresarial.
El caso paradigmático tiene un nombre, el que designa a una ciudad muy pequeña –de menos de 100 mil habitantes– pero que es centro de convergencia de un puñado de familias unidas por relaciones políticas y consanguíneas, al estilo feudal, que son núcleo del poder y la riqueza del régimen priista: Atlacomulco.
Con seis décadas ostentando el poder en el Estado de México, los integrantes del llamado Grupo Atlacomulco han sido secretarios de Estado, subsecretarios, titulares de paraestatales y gobernadores, y sin menoscabo del poder local alcanzaron en 2012 un añejo anhelo: la Presidencia de la República.
(Fragmento del reportaje principal que se publica en Proceso 1908, ya en circulación)
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