AUTOR: ANNA G. LOZANO.
–¿Tienen pólizas del Seguro Popular? –preguntan los funcionarios de la cancillería a los ocho huicholes que tienen enfrente.
–No –responde Jesús Carrillo, un reconocido marakame (chamán huichol).
–¿Algún título de propiedad o escrituras de sus casas?
–No.
–¿Certificado de estudios?
–Muchos de nosotros no cursamos ni la primaria, señor.
–¿Alguna cartilla del Servicio Militar Nacional?, ¿no marchan ustedes?
–No.
–¿Algún acta de matrimonio o fe de bautismo?
–Nuestras ceremonias religiosas son distintas a las suyas.
–¿Tampoco se registran cuando nacen?
–Los registros comenzaron a hacerse a partir del año 2000.
–¿Tiene algún documento que pruebe que son nacidos en México? ¿Acaso no hay otra institución de gobierno en Jalisco que les ayude a agilizar el trámite de la expedición de sus pasaportes para que puedan viajar a Italia?
–No, señor. La única ayuda que hemos recibido es la del gobierno italiano, que nos está patrocinando el viaje. Del gobierno mexicano no hemos recibido nada, y tal parece que para él no existimos…
A las 13:35 horas, Carrillo, del pueblo wixárika del norte de Jalisco, se presenta en la delegación de la SRE, en Zacatecas, para tramitar su pasaporte por primera vez. Lo acompañan siete indígenas de su comunidad.
Matzúa, como le dicen sus compañeros, explica que fueron invitados por el gobierno italiano a través de su Ministerio de Cultura de Italia al festival internacional de grupos tribales e indígenas del mundo que se realizará en la ciudad de Mezzoldo, el martes 28, en el evento denominado “El Espíritu del Planeta”.
Asociaciones culturales, organismos regionales y el ayuntamiento de Roma invitaron a 75 representantes indígenas del mundo para promover la diversidad cultural. Matzúa y sus compañeros interpretarán la danza del venado y los marakames entonarán sus cánticos huicholes; los más jóvenes amenizarán la ceremonia con violines y guitarras.
En ese encuentro multicultural los ocho huicholes interactuarán con aborígenes australianos, pigmeos baka de Camerún, insingizi de Zimbabwe y otras tribus del mundo que también fueron invitados. La asociación Sesto Sole y del gobierno de Italia se encargarán de los gastos y el hospedaje. En el caso de Matzúa y sus compañeros basta que consigan su pasaporte para estar en el evento.
En la oficina del delegado de la SRE, Pedro Méndez Gutiérrez, Matzúa y sus compañeros esperan sentados y en silencio. Sobre el escritorio de funcionario hay una pequeña bandera de México; la pared trasera, constelada de diplomas, llama la atención de los visitantes, quienes la noche anterior bajaron de la sierra, se subieron a un carro y viajaron más de 10 horas para llegar puntuales a su cita en las oficinas de la cancillería. Acudieron a Zacatecas porque, dicen, les quedaba más cerca; además, les aseguraron que es más fácil y rápido sacar su pasaporte aquí que en la capital de Jalisco.
Comienzan a impacientarse. Azorados, sólo atinan a jugar con los sombreros de plumas adornados con chaquira que sostienen en sus manos. Visten sus vistosos trajes de manta blanca bordada a mano con diseños fosforescentes que tanto admiran los extranjeros; los mismos que, dicen, lucirán en Italia.
Y aun cuando las prendas son muy similares, cada una es singular, pues representa una visión del mundo particular. Durante meses, sus mujeres bordaron águilas, flores, peyote, pavorreales y venados, siempre en tonalidades brillantes pensados específicamente para la persona que debe lucirlas. La esposa de Matzúa, por ejemplo, tardó 60 días en adornar el traje del marakame y 90 en la de su hijo Crisantos, quien es violista y acompañará a su padre al festival italiano.
El funcionario de la cancillería rompe las tribulaciones de Matzúa y sus compañeros: “Miren –les dice–, estas actas (de nacimiento) están todas perforadas. ¿No pudieron sacar otras antes de venir?
“Además, aquí tenemos otro impedimento legal: Esta credencial del IFE es de Jalisco y dice que uno de ustedes se llama Juan Manuel Bautista, pero en su acta de nacimiento dice sólo Juan Bautista; los nombres no coinciden. Usted necesita rectificar su acta o tener algo que compruebe su identidad”, comenta a su interlocutor.
Los visitantes agachan la cabeza y miran sus huaraches. Juan apenas entiende lo que sucede. Aun cuando habla español hay cosas que le cuesta trabajo comprender, en particular este tipo de trámites burocráticos. Su primo Matzúa, como la mayoría de sus compañeros, sólo llegó hasta segundo de primaria, lo que le permite leer, escribir; lo que le cuesta trabajo es deletrear su nombre en castellano. En la oficina con aire acondicionado y funcionarios trajeados nadie habla su lengua natal.
Matzúa aprovecha que el delegado hojea los documentos rotos y pide permiso para cargar su viejo celular, un Nokia rosa. En San José, la comunidad de la Sierra Madre Occidental, donde vive, asegura, no hay luz. Suele desplazarse a la escuela primaria del pueblo donde, por 15 pesos, puede cargar su celular durante una hora. Pero él prefiere invertir ese dinero en comida para su familia.
Tras dos horas de espera y discusión, el delegado Pedro Méndez propone que el gobierno de Jalisco fundamente el origen y arraigo de los solicitantes. Les pide regresan a su comunidad para pedir un acta constancia de pertenencia a las autoridades locales de Tatei Kié (San Andrés Cohamiata) en el municipio de Mezquitic.
Con su morral al hombro, Matzúa está listo para volver a casa y buscar al gobernador de San Andrés, Santos López de la Cruz. Será un viaje largo. Al día siguiente debe regresar a Zacatecas con la carta firmada por las autoridades locales para obtener su pasaporte.
La ayuda que no llega
El trayecto más pesado no es el de Zacatecas a Huejuquilla El Alto, Jalisco, sino aquel en el que de noche se recorren polvorientos caminos de terracería que atraviesan la Sierra Madre Occidental. Es la única manera de llegar al municipio de Mezquitic.
Durante el trayecto Matzúa enciende su grabadora de pilas para oír las canciones de un cantautor de la comunidad de Santa Catarina llamado José López, mejor conocido como Venado Azul, quien saltó a la fama por su activismo en defensa de Wirikuta. Sus canciones son populares, sobre todo la cumbia Cusinela, incluida en el documental Hecho en México. Matzúa escucha la melodía una y otra vez, al tiempo que nos traduce la letra que habla de mujeres, maíz y amor.
Este hombre de rostro duro y mirada de niño tiene 47 años, es padre de 10 hijos y se ha casado en dos ocasiones. Su hija más grande tiene 26 años; el segundo es Cristantos, quien nunca se le separa, y el menor tiene apenas tres meses.
Maztúa trabajó en la siembra y cortando milpas. Le pagaban a 10 pesos el manojo, dice. Ahora es el segundo capitán de su comunidad y, si la suerte lo acompaña, podría ser nombrado gobernador de la región para 2014. “Lo primero que haré será poner electricidad y agua en las comunidades más pobres; buscaría la manera de conectarlas”, asegura.
Cuenta que a su hijo de cuatro años lo picó un alacrán la semana antepasada, por lo que tuvo que llevarlo a la clínica de San Andrés, la más cercana. Tardó más de dos horas en llegar.
Además de ser curandero, Matzúa es artesano, elabora pulseras de chaquira y las vende los fines de semana en el parque Agua Azul, de Guadalajara. Vive en una de las comunidades más pobres de la sierra, donde las 50 familias que habitan la zona sobreviven en condiciones de pobreza extrema.
Cerca de la 1 de la madrugada Matzúa llegó a su precaria casa de palos y paja. Prefiere dormir en la intemperie para resguardar los costales repletos de arroz y frijol, el detergente en polvo, las ollas metálicas, las cajas de huevos y los costales de juguetes que trajo de Guadalajara. Teme que los perros se coman los víveres que piensa administrar para los próximos cuatro meses.
Sus 10 hijos reciben a Matzúa horas más tarde. Nota que la infección en los ojos lagañosos de su pequeña de tres meses aún no se cura. Su nieta sigue enferma del estómago desde hace más de cinco días, por lo que en la mañana hace un ritual de curación para ambas frente al sol. Él y su familia vuelven a desayunar huevos que desde hace meses no comían: “Pues aquí uno come lo que encuentra, así sean sólo plantas, agua y maíz”, comenta.
Aun no dan las ocho de la mañana, pero Matzúa y su hijo Crisantos están listos para marchar a San Andrés en busca del gobernador. En el poblado hay luz y muchas de las casas son de adobe. Van directo a la casa de López de la Cruz. Les urge exponerle su caso y pedirle la expedición del documento oficial para presentarlo en la delegación de la SRE en Zacatecas. Ese día sólo una de las impresoras locales está funcionando.
Antes de que Matzúa y su hijo abandonen San Andrés con el documento en mano, López de la Cruz se queja ante la reportera por el abandono en que los tiene el gobierno:
“Los políticos sólo vienen cuando están en campaña, pero para tomarse la foto, pedir el voto y prometer más viviendas y abastecimiento de medicinas en las clínicas. Después se olvidan de nosotros.”
De las promesas al aire sobre los 18 municipios jaliscienses que la Secretaría de Desarrollo Social incluyó en la primera etapa de la Cruzada Nacional contra el Hambre, el más pobre es Mezquitic, precisamente donde se asienta la comunidad wixárika.
Sin embargo, López de la Cruz comenta que a la localidad no ha llegado alimento alguno, ni siquiera los ha visita de la nueva delegada estatal, Gloria Judith Rojas Maldonado.
Y remata: “¿Sabe qué es lo más curioso? El otro día estaba viendo en la tele al gobernador Aristóteles Sandoval cuando afirmó que atacará la pobreza alimentaria en Mezquitic como lo prometió (durante su campaña); dijo también que los municipios y autoridades deben participar activamente para combatir el hambre. Pero, claro, eso sale sólo en la tele”.
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