FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JOHN M. ACKERMAN.
MÉXICO, D.F: Consumada la subordinación de la política de seguridad pública de México a Washington durante el sexenio de Felipe Calderón, hoy Enrique Peña Nieto busca modificar las coordenadas de la relación bilateral para consolidar el entreguismo nacional también en materia de política económica. Tal como ocurrió a lo largo del sexenio de Calderón, Barack Obama regala espejitos discursivos al mandatario mexicano a cambio de la plena obediencia de Los Pinos. La modificación del discurso público para abordar una agenda “multitemática” entonces esconde la continuidad de una relación bilateral profundamente nociva para México y los mexicanos.
No podemos esperar nada bueno de las futuras reuniones de “alto nivel” entre los funcionarios en materia económica de ambos países. Estos encuentros no tendrán el propósito de promover un modelo de desarrollo más equitativo y democrático en Norteamérica sino de consolidar el poder de las grandes empresas monopólicas y trasnacionales sobre la economía mexicana. El acuerdo firmado por los dos presidentes señala explícitamente que las reuniones incluirán “otros actores relevantes, particularmente el sector privado”, pero no existe mención alguna de los sindicatos, los ambientalistas u otras organizaciones sociales.
Tal como ocurre en reuniones similares a escala multilateral, como la Organización Mundial del Comercio o el G-20, los intereses empresariales dictarán la agenda. Walmart, HSBC, Exxon-Mobil, Smith & Wesson, Televisa, Telcel y Ford tendrán su lugar en la mesa, mientras los grupos ciudadanos serán enviados a la calle para protestar entre provocadores infiltrados y policías represores. Muy difícilmente podrán Luis Videgaray y Timothy Geithner, el secretario del Tesoro estadunidense, organizar sus reuniones en zonas pobladas o de cara a la sociedad. Estos funcionarios neoliberales tendrán que esconderse en algún resort fuertemente custodiado por la nueva gendarmería de Peña Nieto para poder repartir el pastel de la economía mexicana entre sus socios y amigos.
Un objetivo de estas reuniones en materia económica supuestamente será ejercer “conjuntamente un liderazgo global” como región norteamericana, en particular en las negociaciones del nuevo Acuerdo Estratégico Transpacífico de Asociación Económica. Pero en realidad lo que implica es un abandono total de la histórica alianza comercial y diplomática de México con América Latina en favor de una plena “integración” norteamericana. También implica un importante sacrificio de la soberanía nacional, ya que México será un socio menor en una alianza desigual y excluyente con la economía más grande y rapaz del mundo.
A cambio de la nueva disposición de “colaboración” de las autoridades mexicanas en materia económica, en su visita Obama halagó la “profundización de la democracia mexicana” y dio un espaldarazo a las “nuevas” políticas de seguridad de Peña Nieto. Obama también aceptó la “ventanilla única” de la Secretaría de Gobernación como vía para el intercambio de información y coordinación de operativos con el gobierno mexicano.
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