AUTOR: Víctor Cardoso y Juan Antonio Zúñiga.
Sólo en la última semana de mayo, unos 3 mil millones de dólares abandonaron los bonos.
Sólo durante la última semana de mayo cerca de 3 mil millones de dólares de capital extranjero dejaron sus posiciones de inversión en bonos del gobierno mexicano, en particular los de más largo plazo (conocidos como bonos M), y provocaron una depreciación del peso (equivalente a 2.5 por ciento), que continuó hasta este lunes. Además, alzas en las tasas de interés.
“Una salida moderada de inversionistas extranjeros del mercado de dinero, comparado con los flujos de marzo y abril, propició el fuerte incremento de las tasas de interés y la depreciación del peso frente al dólar”, señalaron expertos del grupo financiero Santander México.
De acuerdo con los mismos analistas, desde la segunda semana de mayo y lo que va de junio, las tasas mostraron “un fuerte incremento” de 79 puntos base (100 puntos base equivalen a uno por ciento) en promedio, pero destaca el aumento en las emisiones de largo plazo de 120 puntos base (1.2 por ciento) “en un primer momento, siguiendo el incremento en las tasas de interés de los bonos del tesoro estadunidense, pero después producto de la falta de liquidez. Lo anterior como resultado de una salida de inversionistas del mercado de bonos, que aunque moderada ha resultado suficiente para generar la fuerte subida en las tasas de interés y la depreciación del tipo de cambio”, comentaron.
El viernes pasado el Banco de México (BdeM) reconoció: “En los mercados financieros nacionales el peso se depreció, mientras las tasas de interés de mediano y largo plazos subieron significativamente, aunque de manera ordenada, en respuesta, fundamentalmente, a la expectativa de cambios en la política monetaria de Estados Unidos. Aun cuando se espera una recuperación de la actividad económica en la segunda parte del año, impulsada por el desempeño industrial estadunidense, los riesgos a la baja para la actividad económica en México se han intensificado”.
Temores cumplidos
El tipo de cambio ha tenido dos movimientos bien delimitados este año. El primero duró hasta el pasado 9 de mayo, etapa caracterizada por un ingreso ascendente de capitales del exterior, que pasaron, sólo en valores gubernamentales, de un billón 558 mil 28 millones de pesos a su máximo histórico el 23 de mayo: un billón 758 mil 449.2 millones. Este flujo provocó una revaluación de la moneda mexicana frente al dólar de 7 por ciento.
El segundo periodo, del 10 de mayo hasta ayer, durante el cual el peso acumula una depreciación de 7.5 por ciento, en el cual se observan movimientos de ingreso y salida de divisas por el cambio de circunstancias en los mercados internacionales, particularmente el estadunidense, ante la expectativa de una menor compra de bonos por la Reserva Federal (FED).
“La debilidad que han mostrado las monedas en el mundo frente al dólar sigue respondiendo a la posibilidad de que la Reserva Federal de Estados Unidos disminuya el ritmo de compra de activos en dólares, en función de la evolución de la economía”, explicaron los expertos del grupo Santander México.
En ese contexto, la moneda mexicana alcanzó su mejor posición el 9 de mayo al cotizarse en 11.9599 pesos por dólar. Sin embargo, el cambio de tendencia provocado por el anuncio de la FED y la salida de capitales golondrinos hizo que retrocediera 89 centavos, hasta ubicar el tipo de cambio en un nivel de 12.8540 por billete verde.
Sólo la especulación suscitada por la postura que podría adoptar la Reserva Federal, en cuanto a la inyección de liquidez en los próximos meses, generó en México una fuerte depreciación de la moneda y una subida importante de las tasas de interés, mientras en Estados Unidos se han estabilizado en alrededor de 2.16 por ciento los bonos a 10 años. “Con estos nuevos niveles en México y Estados Unidos los diferenciales de tasas de interés continuaron mostrando un incremento. Así, en el plazo a 10 años el diferencial aumentó a 330 puntos base”, es decir, 3.3 puntos porcentuales arriba de los del país vecino.
Tocata y fuga
El movimiento de capitales hacia México, que había mantenido una contundente tendencia ascendente de 2008 al 9 de mayo pasado, con un incremento sostenido de 699.3 por ciento, comenzó una etapa de inestabilidad que le llevó a imponer una nueva marca histórica el 23 de ese mes, cuando el saldo de inversión extranjera en bonos gubernamentales llegó a un billón 758 449.2 millones de pesos.
Pero en el BdeM los focos amarillos se encendieron el 8 de marzo, cuando su junta de gobierno tomó la decisión aplazada de reducir la tasa de interés de referencia en medio punto porcentual, es decir, pasó de 4.5 a 4 por ciento. Desde entonces han sido frecuentes las intervenciones de los integrantes de su junta de gobierno sobre los riesgos que representa el fuerte flujo de capitales extranjeros hacia una economía como la de México.
El 23 de mayo, el subgobernador Manuel Sánchez González, en el Centro de Estudios Monetarios Latinoamericanos (Cemla), en Buenos Aires, Argentina, planteó que “en principio los flujos de capital deben considerarse positivos, ya que, por una parte, permiten a las economías emergentes complementar sus fuentes de financiamiento para la actividad productiva y, por otra, hacen posible que los acreedores obtengan mayores rendimientos, diversificando sus riesgos”.
Pero también advirtió que las entradas abruptas de capital “pueden desencadenar efectos no deseados sobre la economía”, por la gestación de desequilibrios financieros para familias, empresas o gobierno, en la forma de endeudamiento excesivo e insostenible.
Explicó que las entradas de capital tienden a apreciar la moneda local, “por lo que el tipo de cambio puede ser un indicador temprano de presiones”. Además influyen en alzas de precios de activos, como acciones en bolsa, bonos y bienes raíces.
Sánchez González puso especial énfasis en que “la experiencia internacional confirma una y otra vez que los auges en los influjos de capital invariablemente han terminado en interrupciones e incluso reversiones súbitas”.
Fue más lejos en su advertencia: “Independientemente de sus posibles causas, las reversiones de los flujos de capital tienden a deprimir los precios de los activos y propiciar recortes de gasto agregado con efectos adversos sobre la actividad económica. El impacto se magnifica por la simultaneidad de estos eventos en muchas economías y el carácter frecuentemente apalancado que financian las entradas de capital. Internamente, deudores y ahorradores con exposición al riesgo de tasas de interés pueden tener daños considerables”.
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