AUTOR: PATRICIA DÁVILA.
Aun cuando el jefe de Gobierno capitalino Miguel Ángel Mancera y el procurador Rodolfo Ríos Garza insisten en que la Ciudad de México es una burbuja de seguridad impenetrable, el secuestro de 11 jóvenes el domingo 26 de mayo muestra que, por lo contrario, hay presencia de células de varios cárteles que se disputan la plaza. La idea de la capital de la República como una entidad blindada a la violencia del crimen organizado es un mito más.
Los hechos desmienten esa percepción gubernamental. El pasado 26 de mayo, el secuestro de 11 jóvenes en el bar After Heaven, ubicado en la Zona Rosa, por un grupo que vestía uniformes similares a los de la Policía del Distrito Federal, mostró la vulnerabilidad de esta burbuja. El caso salió a la luz pública cinco días después, cuando los familiares de los adolescentes se quejaron porque, dijeron, la autoridad no emitió ninguna versión oficial sobre el caso.
Entre los desaparecidos se encuentran un hijo de Jorge Ortiz Reyes El Tanque y otro de Alejandro Sánchez Zamudio El Papis, dos de los jefes de una de las más violentas bandas de Tepito. Ellos están en prisión desde 2003, según informó El Universal el pasado 31 de mayo.
Periódicos y radiodifusoras de la Ciudad de México ya han relacionado este caso con una presunta venganza del narcotráfico por el asesinato de Horacio Vite Ángel, el pasado 24 de mayo, en las inmediaciones del bar Black de la colonia Condesa. Según la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF), Vite era un narcomenudista de la célula conocida como La Unión.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1909, ya en circulación)
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