FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JORGE CARRASCO ARAIZAGA.
De no ser por su nuera, la modelo Jacqueline Bracamontes, la muerte del abogado Enrique Fuentes León habría pasado inadvertida. Célebre por sus singulares amistades –el desaparecido Manuel Muñoz Rocha, entre otros–, su soborno de medio millón de dólares, en 1988, a la Suprema Corte Justicia de la Nación, por su presunta implicación en los crímenes de José Francisco Ruiz Massieu y Luis Donaldo Colosio, y por ser el protagonista del “juicio más largo y voluminoso en la historia de Texas”, entre otros episodios, el litigante se lleva innumerables secretos a la tumba, muchos de ellos avalados por el silencio del PRI.
MÉXICO, D.F: La noticia la difundió la prensa de espectáculos y en los diarios de circulación nacional apenas aparecieron algunas esquelas. Una despedida de bajo perfil para no remover las redes de protección y complicidad que alcanzan a funcionarios del gobierno de Enrique Peña Nieto.
El domingo 16, la revista TV y Novelas informó en su sitio en internet que la modelo y conductora Jacqueline Bracamontes estaba de luto por la muerte de su suegro, el abogado Enrique Fuentes León, de 79 años. El día anterior, la actriz lo había dado a conocer en su cuenta de Twitter.
Una discreta y breve ceremonia en una funeraria del sur de la Ciudad de México, el mismo sábado 15, puso fin a la tormentosa historia del litigante que gozó de grandes favores de los poderes del Estado mexicano –a pesar de haberlos agraviado– y protagonizó el juicio más largo y voluminoso en la historia de Texas.
Entre litigantes hay coincidencia de que personificó en la segunda mitad del siglo XX al abogado mexicano corrupto, en continuación del arquetipo que décadas atrás había encarnado Bernabé Jurado. Durante años, Fuentes Leon fue un abogado temido. Litigó a golpes, con la pistola en el escritorio y amenazas.
Fue prófugo de la justicia mexicana. Se vio envuelto en el homicidio de una expareja, en la desaparición de la artista Nellie Campobello y de sus bienes, y en acusaciones de lavado de dinero y soborno en Estados Unidos.
También en la protección del exdiputado federal del PRI, Manuel Muñoz Rocha, acusado de organizar el asesinato del secretario general de ese partido, José Francisco Ruiz Massieu, en septiembre de 1994. Su nombre estuvo, además, en la nebulosa indagatoria del homicidio del candidato presidencial del PRI, Luis Donaldo Colosio, en marzo de ese mismo año.
Pero ante todo, fue el centro del peor escándalo en la historia del Poder Judicial de México. Por lo menos la vergüenza más grave en el máximo tribunal hasta ahora conocida.
En 1988 sobornó con medio millón de dólares al entonces ministro de la Suprema Corte de Justicia de la Nación, Ernesto Díaz Infante, para que gestionara a través de dos magistrados, también comprados, la liberación del Chacal de Acapulco, Alejandro Braun Díaz, condenado a 30 años de prisión por violación y asesinato de la niña de seis años Merle Yuridia Mondain Segura, en 1986.
No obstante la humillación, la propia Corte intentó detener la acción judicial contra Díaz Infante. A principios de 1993, cuando Jorge Carpizo acababa de llegar a la Procuraduría General de la República (PGR) designado por Carlos Salinas, se encontró con un “expediente intocable”. Era el de Díaz Infante.
La Corte, presidida entonces por el ministro Ulises Schmill, invitó a Carpizo a un desayuno en el edificio de Pino Suárez. Los ministros le pidieron que no actuara contra su colega y no consignara el expediente por el daño que le causaría al máximo tribunal.
“La mejor manera de defender a esta institución es lo que hice esta mañana: consignar el expediente ante el juez federal”, respondió Carpizo, refieren abogados que escucharon el relato del propio exprocurador días antes de su muerte, en marzo del año pasado.
Díaz Infante, que se encontraba prófugo en San Antonio, Texas, el mismo lugar de huida de Fuentes León a causa del cohecho, fue detenido por el FBI en junio de 2001, días antes de prescribir los delitos de cohecho y obstrucción de la justicia por los que lo consignó Carpizo.
Dos años después, el ministro fue condenado a 10 años de prisión, luego de que la propia Corte le negó dos amparos. Tres años los pasó en prisión y en 2004 fue confinado en su casa a causa de un cáncer. Falleció en 2006, a los 77 años, con el nombre de Enrique Fuentes León como sombra.
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1912 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
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