Los hechos de ayer 10 de junio en la plancha del zócalo capitalino son una muestra más de la vocación represora y anti popular del gobierno de “izquierda” de la capital de nuestro país: detenciones arbitrarias y provocaciones de los cuerpos de seguridad están legitimadas por el Protocolo de Actuación Policial.
Las protestas son algo común en la ciudad, sin embargo, no fue sino hasta la imposición de Enrique Peña Nieto como presidente del país que comenzaron a tener tintes violentos: muestras de la inconformidad e impotencia, sobre todo de jóvenes, ante un sistema político corrupto y anti democrático en todos sus aspectos. Decir que todos los manifestantes violentos son “anarquistas”, “porros”, “provocadores”, “infiltrados” etc. sólo demuestra un profundo desconocimiento del descontento popular que se vive en Méxic;o además de las motivaciones político-ideológicas que éstas personas tienen.
Por otro lado, cabe mencionar que la “vigilancia” que los cuerpos de seguridad hacen en las protestas es ridícula: siguiendo a los manifestantes a quienes superan en la mayoría de veces en número. Con esto, prácticamente se criminaliza a quienes marchan; como si la capital del país no tuviera otros problemas de insegurida dignos de ser atendidos por miles de policías al mismo tiempo. Esta situación fomenta enfrentamientos y detenciones arbitrarias como las que vimos ayer en el zócalo capitalino.
La Ciudad de México ha dejado de ser un lugar masomenos plural políticamente y en su lugar se ha erigido el más duro derechismo autoritario. La labor del GDF no es más la de atender las demandas populares, sino la de sofocarlas y proteger la preciada propiedad privada y los intereses más mezquinos de la nación: y como siempre los medios tradicionale se aprestan a quedar bien con Mancera, denostando y denigrando la imagen de los manifestantes de manera irresponsable y burda.
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