FUENTE: REVOLUCIÓN 3.0
AUTOR: ÓSCAR BALDERAS.
En México no hay justicia. Te lo escribo así porque te voy a contar una escena que muestra que las leyes en el país están podridas: era el 6 de febrero de 2012 y en la sede nacional del conservador Partido Acción Nacional (PAN) había fiesta. Confeti, música, aplausos. Unos 200 militantes posaban para las cámaras de televisión que registraban la noche en que fue ungida como candidata presidencial la ex diputada federal Josefina Vázquez Mota.
A las 9 de la noche, circulaban copas con vino blanco y algunos canapés por el auditorio Manuel Gómez Morín, donde se reunió la primera plana del partido para arropar a su nominada. secretarios de Estado, senadores, líderes morales, militantes de a pie, todos festejaban. Y al fondo del auditorio, sonriente, abrazado por decenas, estaba Juan Francisco Molinar Horcasitas.
Tú no sabes quién es ese hombre que aquella noche los panistas abrazaban mientras le llamaban “maestro”. No tendrías por qué saberlo: tenías apenas 2 años, 8 meses y 15 días cuando moriste, junto con otros 48 bebés, dentro de tu guardería -una estancia infantil subrogada por el Instituto Mexicano del Seguro Social (IMSS) llamada “ABC”- que fue consumida por el fuego el 5 de junio de 2009 en Hermosillo, Sonora.
Tus papás, junto con los de tus compañeros fallecidos, acusaron a Horcasitas de que durante su gestión como director del IMSS (2006-2009) otorgó permisos a familiares de poderosos políticos para que hicieran negocios con las guarderías, aunque invirtieran poco en seguridad. Uno de esos permisos que él firmó era para tu escuela, una trampa mortal disfrazada de circo, que finalmente ardió.
Yeyé, estarías orgulloso de los papás, porque presionaron tanto que casi lograron que ese hombre fuera a la cárcel. Conquistaron que el ministro Arturo Zaldívar Lelo de la Larrea estableciera que sí existieron violaciones graves a los derechos del niño, a la seguridad social, a la salud y que, entre los responsables que merecían castigo, estaba ese “maestro”.
Pero lee detenidamente. La clave está en el “casi”, porque en junio de 2010, en el último round de la batalla legal por castigarlo por tu muerte y la de decenas más, el Pleno de la Suprema Corte de Justicia de la Nación votó por mayoría, rechazó el proyecto del ministro Zaldívar y lo exoneró, ante la indignación de la opinión pública. Días más tarde, decenas de personas se juntaron frente a la Corte y aventaron huevos a la puerta, en rechazo a la absolución.
Y esa es la razón, Yeyé, por la que te digo que en este país las leyes están podridas: aquella noche del 6 de febrero, Juan Francisco Molinar Horcasitas no dormía en alguna cárcel. Celebraba, entre confeti, que su partido ya tenía candidata para hilar el tercer sexenio consecutivo.
En algún momento de la noche, alguien le dijo que con el triunfo de Josefina él tenía un puesto asegurado en el equipo de la candidata presidencial del partido en el gobierno. Sonrío y dijo “házmela buena”. Meses más tarde, su deseo se cumplió.
¿Ves? No hay justicia.
A tu papá, Julio César Márquez Báez, y a tu mamá, Estela Báez Gill, les tocó pelear contra un peso pesado como Juan Francisco Molinar Horcasitas, un poderoso político miembro del entonces partido en el gobierno.
Te contaré, brevemente, quién es ese hombre que camina libre por las calles, mientras tú duermes en un mausoleo de Sonora: el “maestro” inició su carrera como representante de casilla en las elecciones presidenciales de 1976 y su pasión por los comicios lo llevó a organizar los comicios federales del 2 de julio de 2000 como consejero del Instituto Federal Electoral (IFE). Se le llama organismo “ciudadano”, pero no resultó tanto: 18 meses después de ser árbitro, Molinar Horcasitas se unió al equipo ganador y llegó a ser subsecretario de Desarrollo Político en la Secretaría de Gobernación.
A partir de ahí, no paró: de enero a julio de 2003 fue vocero del PAN y de ahí brincó a una diputación federal; estaba por terminar su fuero, cuando se unió a la campaña presidencial de Felipe Calderón y como coordinador del área de Investigación y Análisis Político avaló la guerra sucia contra la izquierda. Concluidas las elecciones, integró el equipo de transición del presidente electo y como pago a sus servicios, en diciembre de 2006 le fue entregada la dirección del Instituto Mexicano del Seguro Social.
Tú ni siquiera habías nacido, Yeyé, pero esa decisión de Calderón fue fatal para ti.
El aval de Horcasitas para que la prima hermana de la esposa del presidente –Margarita Zavala– y cuatro socios más tuvieran permisos para operar tu escuela, una total negligencia, le costó momentos complicados, pero sólo eso.
Su carrera política se tambaleó a medida que la sociedad civil sacudía a la opinión pública. Hubieras visto, Yeyé: casi no había aparición pública en la no le recordaran lo que te sucedió y a los otros niños. Estaba desencajado, alterado, despeinado porque, en cualquier otra latitud del mundo, eso habría bastado para que pisara la cárcel y su carrera política se fuera al caño.
Pero ese Horcasitas del que te hablo ya no existe. Con su absolución, ya es un tipo despreocupado, aunque sobre su biografía pesen 49 ataúdes. Imagina esto: pasó de lucir feliz en la fiesta del 6 de febrero de 2012 a verse extasiado el 8 de abril, cuando el PAN lo incluyó en su campaña presidencial, para sorpresa de todos. Fue tan impresentable ese nombramiento que la misma Josefina Vázquez Mota tuvo que despedirlo días después, porque le estorbaba políticamente. No fue un acto moral, sino electoral, y eso te da una idea del país en el que estamos, Yeyé.
Ahora Horcasitas es director general de la Fundación Rafael Preciado Hernández, un semillero de panistas que buscan dirigir el país. Él es su referencia, su maestro, su cenit en un instituto que se llama “humanista” y cuya nómina se paga con dinero público.
Él es Horcasitas, Yeyé. Y habrá quien diga que ese chihuahuense de 57 años, quien gusta de comer en restaurantes lujosos en la ciudad de México, es uno de tus asesinos. Yo creo que eso no es necesariamente cierto, porque aunque sí es responsable de tu muerte, tú no nos has dejado.
Porque a la hora que se publique esta carta, muchas personas estarán luchando contra la desmemoria, clamando tu nombre y el de tus compañeros de la Guardería ABC, marchando por las calles de la capital, con tu foto en lo alto, cerca de tus papás, que te aman con todo su corazón. Tú no lo sabes ni tendrías porqué saberlo, pero hoy se cumplen cuatro años de que te fuiste.
En un país sin leyes podridas, hoy tú tendrías 6 años, 8 meses y 15 días, tal vez cursarías el primer año de primaria, tu papá seguiría trabajando tiempo completo y tu mamá nunca habría sido internada en un centro de rehabilitación por su adicción a los antidepresivos. Y Molinar Horcasitas habría pisado la cárcel o, al menos, estaría borrado del mapa político.
En México no hay justicia, Yeyé, pero muchos se han motivado gracias a ti. Buscan justicia y la llaman con tu nombre: Julio César Márquez Báez.
Estarías orgulloso.
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