FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JORGE CARRASCO ARAIZAGA.
MÉXICO, D.F. (apro).- En la versión oficial, la captura de Miguel Ángel Treviño Morales, “El Z40″ es más propia de un guión de Hollywood o de la fallida teleserie El Equipo, del exsecretario de Seguridad Pública, Genaro García Luna.
Salvo pruebas en contrario, hasta ahora no mostradas por el gobierno de Enrique Peña Nieto, los únicos héroes de la película son las fuerzas especiales de los infantes de Marina.
Como las fuerzas SEAL estadunidenses (los marines de élite para operaciones en agua, tierra y aire) que entraron de noche al búnker en el que se escondía Osama bin Laden para asesinarlo, los marinos mexicanos capacitados para operaciones en tierra detuvieron, desde un helicóptero, al jefe del cartel de Los Zetas.
La versión dice que desde un helicóptero tipo Black Hawk, de los que le entregó Estados Unidos como parte de la Iniciativa Mérida, la Marina localizó en una carretera perdida entre Coahuila y Tamaulipas la camioneta donde se desplazaba El Z-40 al cuarto para las cuatro de la mañana del lunes 15 de julio.
Con el capo acorralado, elementos de la Marina descendieron del halcón negro con lentes de visión nocturna, como los utilizados también por los SEAL en Paquistán, para acabar con el líder de Al Qaeda.
Otra explicación asegura que una vez que el halcón negro maniobró para detener la camioneta, en tierra efectivos de la Marina le cerraron el paso y le apuntaron con sus armas de grueso calibre.
La siguiente escena fue cuando Miguel Ángel Treviño Morales salió corriendo por los matorrales, una vez que sus dos guardaespaldas capitularon y se tiraron al piso. Intentó huir, pero se cayó varias veces. Por eso, apareció golpeado y lastimado de una pierna en el video que presentó el gobierno federal. No hay lugar para suspicacias.
El clímax fue cuando el jefe zeta amenazó que iban a llegar sus hombres a rescatarlo, como en varias ocasiones hizo la organización con sus detenidos. Pero la acción acabó pronto. En tan sólo diez minutos, sin un solo disparo, fue llevado a la base de operaciones de la infantería de Marina en Nuevo Laredo. Ahí reconoció ante sus captores: “Soy El Z-40”.
El hombre al que se le acusa de masacres, incendios, torturas, decapitaciones y más en la atroz guerra económica por el control del narcotráfico y otras actividades de la delincuencia organizada en México iba prácticamente solo.
A pesar de tantas acusaciones en su contra, que en Estados Unidos equivalen a cadena perpetua y en México a una larga sentencia en un penal de máxima seguridad, apenas llevaba un guardaespaldas y su contador.
Ya no se movía en convoy para llamar la atención. Lo mismo se dijo en el guión sobre la muerte del antecesor de “El Z-40″, Heriberto Lazcano El Lazca, muerto en octubre del año pasado por la Marina —que prefirió decir que no sabía de quién se trataba y se olvidó del cadáver, que en la historia oficial nunca más se encontró—.
La secretaría de Gobernación le restó emoción e impacto al episodio de la detención de Miguel Ángel Treviño cuando negó que aviones no tripulados (drones) fueran los que localizaron la camioneta tipo pick up de la marca Ford en la que se desplazaba El Z-40. Estados Unidos no tuvo nada que ver. Fue un operativo cien por ciento mexicano.
La caída de quien las acusaciones judiciales señalan como uno de los hombres más violentos de Los Zetas y de la historia del narcotráfico en el país fue resultado de la inteligencia y la tecnología, resumió Peña Nieto.
El mismo orgullo sintió el presidente estadunidense Barack Obama, que ahora sí cree que Peña Nieto va por los cabecillas del narco. De sus estructuras de protección política y económica, ni México ni Estados Unidos tienen ninguna historia que contar.
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