AUTOR: CARLOS ACOSTA CÓRDOVA.
Calificada por el presidente Enrique Peña Nieto como “la madre de todas las reformas estructurales”, la hacendaria (o fiscal) que él propone no le ha gustado a nadie, ni al sector empresarial… La propuesta acabaría con la mayor parte de las exenciones del Impuesto Sobre la Renta y gravaría con IVA hasta los chicles y la comida para mascotas.
Dijo que esa sería la palanca para la transformación económica del país, la cual haría posible que las finanzas públicas ya no dependieran de los ingresos petroleros y proveería de recursos suficientes para enfrentar las ingentes necesidades de gasto, para echar a andar la economía y brindarle bienestar social a la población.
Pero víctima de una conducción errática de la economía, la cual está a un paso de la recesión, y acosado por la presión social que han desatado sus otras reformas, Peña Nieto se vio obligado a claudicar.
El domingo 8 presentó una propuesta de reforma hacendaria más bien coja y manca, muy menor en sus efectos. Si se aprueba como está, el año próximo sólo aumentará la recaudación en 240 mil millones de pesos, es decir apenas 5.6% del total de los ingresos presupuestados (casi 4 billones 480 mil millones de pesos) en la Ley de Ingresos para 2014, enviada al Congreso el mismo día.
Esos 240 mil millones de pesos adicionales representan apenas 1.5% del Producto Interno Bruto (PIB), según el propio Peña Nieto en la presentación de la reforma.
La primera condición para que la reforma fuera “estructural” quedó descartada pues no dará los recursos suficientes para disminuir la dependencia de los ingresos petroleros. El faltante deberá cubrirse con más deuda. En efecto, para el próximo año el paquete económico propone un déficit público de 1.5% del PIB, y para este año –contraviniendo lo aprobado por el Congreso en diciembre de 2012– el gobierno incurrirá en un déficit de 0.4% del producto.
Es la muerte anunciada del dogmático e imposible “déficit cero” que tanto habían festejado Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray.
Y el déficit se cubre con recortes al gasto o con más deuda. El gobierno optó por lo segundo. Lo primero sería darle la última patada a una economía que está al borde del precipicio, pues apenas creció 1% en el primer semestre de 2013 y no se ve cómo pueda lograr en el segundo un crecimiento del PIB de 2.6% para alcanzar la meta de 1.8% para todo el año. Los primeros datos del comportamiento de la economía entre julio y septiembre hacen vislumbrar un trimestre perdido.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1924, ya en circulación)
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