AUTOR: JONATHAN VILLANUEVA.
Entre la lluvia y las críticas por el desalojo a los maestros del Zócalo, las celebraciones del Grito y el desfile tuvieron menos afluencia que otros años.
Ese joven, apostado en los alrededores de plancha del Zócalo –durante el desfile militar– es el mismo que deambuló por la zona una noche antes con una pancarta similar.
El mensaje generó posturas encontradas. Las mismas que atraviesan el país desde la elección presidencial del 2006, y que se potencializaron con la unción de Enrique Peña Nieto como presidente.
Por eso en la Plaza de la Constitución –que hace cuatro días fue liberada del plantón magisterial– la afluencia no es la misma que la de otros años. Ni en el desfile ni durante el grito de Independencia.
El conflicto con la CNTE y los anarquistas -además de la lluvia- fueron motivo suficiente para que muchos mexicanos no asistieran a festejar en el corazón de la ciudad.
El Grito tuvo una escasa afluencia que no superó los 30 mil asistentes. Incluso, la mayoría llegó transportada en camiones provenientes del Estado de México, según su propia versión.
Mientras que en el desfile militar la concurrencia prácticamente fue la misma; nuevamente la lluvia se convirtió en el argumento que justificó el vacío.
En las redes sociales se hizo evidente la baja participación. Los comentarios más recurrentes fueron que el Gobierno del Distrito Federal, vía la Secretaría de Seguridad Pública, infló el estimado de asistentes pues reportó más de 50 mil.
Ernesto, uno de los asistentes al desfile militar, aseguró que iba a permanecer ahí poco tiempo debido a que en cualquier momento los maestros podían regresar al Zócalo.
“Vivimos momentos difíciles. Yo hubiera preferido no venir, pero los niños merecen un poco de distracción”, dijo mientras acomodaba a su hijo sobre sus hombros y le exigía que dejara de jugar con el paraguas.
Pocos metros adelante, doña Leticia, envuelta en un impermeable azul arengaba: “Aquí no hay nada que temer, ahora tenemos un gobierno que nos defiende, que por fin quitó a los manifestantes que ni si quiera eran maestros”.
Durante el discurso que salía de la regordete señora, una pareja lanzaba porras al presidente de la República; atrás, tres más reprobaban con la cabeza a las recién animadoras.
Mientras, el joven con la cartulina pasaba de un lado a otro y de regreso. Hubo un hombre que se le acercó y le dijo en tono conciliador: “No seas así, los que venimos nada más queremos pasar un buen momento, no lo eches a perder, ya tenemos con las lluvias”.
La respuesta fue una sonrisa, y un “lo siento mucho, pero es la verdad”. Los que alcanzaron a escuchar guardaron silencio y volvieron a mirar a los soldados marchar.
Mientras estos dos actos protocolarios se realizaban, los maestros inconformes con la reforma educativa permanecieron instalados en el Monumento a la Revolución.
Ahí se llevó a cabo una serie de reuniones de dirigentes para definir el futuro del movimiento magisterial. Unos propusieron regresar a sus comunidades, otros quedarse ahí y algunos más, regresar al Zócalo capitalino.
Al final, votaron a favor de la última propuesta.
Apenas se consumó el grito de Independencia, ese por el cual la Policía Federal montó un fuerte dispositivo para liberar el Zócalo, los maestros protagonizaron su propia versión de los festejos patrios.
“¡Que viva México!”, gritaron.”¡Que viva la CNTE!”, dijeron mientras los miles de asistentes repetían las palabas del maestro de ceremonia, Rubén Núñez, secretario de la Sección 22 de Oaxaca.
Minutos antes, alentó a los inconformes. En el improvisado templete aseguró que son una insurgencia magisterial, de resistencia y desobediencia civil a la reforma educativa.
“Al pueblo de México, de Oaxaca para México y de México para el mundo, que sea este grito el grito de resistencia de la CNTE, que sea este grito el grito de la insurgencia, el grito de la desobediencia civil en contra de la imposición del Gobierno de nuestro país”.
Ahí amagaron con regresar al Zócalo hoy mismo, precisamente el día del primer informe de gobierno del mandatario capitalino, Miguel Ángel Mancera, a quien califican de aliado incondicional de Enrique Peña Nieto.
Al final, parece que la salida del Zócalo a punta de toletazos, escudazos y chorros de agua los fortaleció.
Llama al diálogo
Miguel Ángel Mancera, jefe de Gobierno del Distrito Federal, hizo un llamado a las partes a dialogar ante los medios de comunicación.
“Hago un llamado a los líderes del movimiento, a fin de proponer a la Secretaría de Gobernación y a la Federación, para que se instale una mesa pública, en donde participen los maestros, sus dirigencias, la Federación y el Gobierno del Distrito Federal en una mesa pública, con presencia de los medios de comunicación”, afirmó.
Hasta el cierre de esa edición, no había tenido respuesta.
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