Los medios, destacadamente la televisión, se encargaron de alimentar el odio ciudadano contra la movilización magisterial que inundó la capital del país las últimas semanas, y festinaron en vivo el desalojo de los profesores que acampaban en la Plaza de la Constitución. Pero no mostraron todo. Nada dijeron de los soldados disfrazados de policías, de “halcones”, de los golpes a mansalva hasta contra la prensa, del uso de gases y chorros de agua para dispersar a contingentes que iban en retirada.
La guerra se percibía en el aire. Dos helicópteros de la Policía Federal (PF) pasaban casi al ras sobre el campamento, haciendo volar los plásticos con que los maestros se cubrían. Llovía.
Desorientados, los maestros comenzaron a empacar sus cosas y a sacar niños y mujeres de la zona. Explicaban que no pensaban marcharse. Permaneció la sección 22, de Oaxaca, que nutrió mayoritariamente el plantón. Se preguntaban unos a otros por sus dirigentes, reunidos en negociaciones truncas con representantes de las bases desde la noche anterior en el auditorio del SME, en la colonia Tabacalera.
De lo que fue su refugio 25 días tomaron tubos, cortaron tablas, juntaron piedras. Incendiaron plásticos. Formaron vallas en las bocacalles que conducen al Zócalo y ahí también prendieron fuego. “Nos vamos a quedar, hasta las últimas consecuencias. Los dirigentes nos pidieron que nos salgamos y que nos regresemos a Oaxaca, pero son 30 años de lucha y no los vamos a tirar a la basura. La base decide y decidimos resistir”, dijo un profesor de apellido Mata mientras se cubría el rostro con un trapo, como tantos otros.
Primeras escaramuzas
A las dos de la tarde del viernes 13 se encararon por vez primera maestros y granaderos. Con el despliegue oficial llegaron los primeros enfrentamientos en Pino Suárez, a un costado de la Suprema Corte de Justicia. “Que empiecen ellos. Nosotros somos pacíficos, esto es resistencia”, se escuchó por un altavoz a una mujer desesperada, al tiempo que se dio aviso de una propuesta oficial pacífica para resolver el conflicto.
Al cruce de 20 de Noviembre con Venustiano Carranza llegaron Héctor Serrano, secretario de gobierno del Distrito Federal y Alfonso Gómez, secretario de Gobierno de Oaxaca. Ofrecieron a los maestros una “vía segura” para salir de la zona. Y dieron un ultimátum. Los maestros tenían dos horas para salir –a cumplirse en punto de las cuatro de la tarde– antes de que entrara la policía.
Rondaban la zona visitadores de la CNDH a quienes los maestros increpaban: “¿Qué hacen aquí, si ustedes aprobaron la represión?”.
(Fragmento del reportaje principal que se publica en Proceso 1924, ya en circulación)
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