AUTOR: JENARO VILLAMIL.
A la memoria de Don Miguel Angel Granados Chapa
MÉXICO, D.F. (apro).- Tres exagentes estadunidenses —Phil Jordan, exdirector del Centro de Inteligencia en El Paso; Héctor Berrrellez, exagente de la DEA, y Tosh Plumlee, expiloto de la CIA— han vuelto a conmocionar la historia reciente del narcopoder en México con un testimonio que alguien había intuido mucho antes que ellos: el crimen contra Enrique Camarena Salazar no fue cometido por Rafael Caro Quintero, el poderoso capo de Rancho Búfalo, sino por agentes de la CIA, vinculados a la entonces poderosa Dirección Federal de Seguridad.
El testimonio de los tres exagentes en la cadena estadunidense de televisión Fox News y el reportaje publicado en Proceso esta semana por Luis Chaparro y J. Jesús Esquivel han vuelto a abrir la caja de Pandora. La llamada Operación Leyenda, nombre clave de la misión secreta de los agentes de la DEA para detener a los responsables “hasta las últimas consecuencias” de Kiki Camarena, continúa.
Las revelaciones corroboran lo que casi dos años antes comenzó a perfilar el columnista mexicano mejor informado en ese tiempo: Manuel Buendía. Asesinado en mayo de 1984, el autor de Red Privada no sólo se convirtió en un especialista de los entretelones de la CIA en México. Estuvo muy cerca de la “pista estrella” que, quizá, lo llevó a la tumba. La CIA, a través de la Dirección Federal de Seguridad, realizó en nuestro país operaciones encubiertas para financiar a la contra nicaragüense con el dinero proveniente del comercio de la droga.
El 18 de mayo de 1982, Buendía escribió en su columna de Excélsior, titulada “Pastora, ¿CIA?” que el famoso “Comandante Cero” Edén Pastora “podría haberse convertido en un nuevo instrumento de la CIA para intentar el derrocamiento del gobierno sandinista en Nicaragua”.
“Otro de los agentes de la CIA que estuvo ahí es un exfuncionario del gobierno de Batista que participó en los preparativos del espionaje norteamericano para asesinar a Fidel Castro cuando llegara a México, invitado por el presidente Echeverría”, escribió Buendía en aquella columna, al hacer referencia a la conferencia de prensa que Edén Pastora ofreció el 15 de abril de 1982 en San José Costa Rica. El primer agente de la CIA sí lo identificó Buendía: se trataba de Daniel James, señalado en una nota por José Carreño Figueras, entonces corresponsal de Notimex. El segundo agente no lo identifica Buendía.
La información de algunos archivos recuperados de Buendía indica que este segundo agente, de origen cubano, muy probablemente era Félix Ismael Rodríguez, el mismo personaje que los tres exagentes identifican en el programa de Fox News como el posible asesino material de Enrique Camarena Salazar.
La otra pista que indica el nivel de información que llegó a tener Buendía en relación con la presencia de la CIA en México, su vínculo con la Dirección Federal de Seguridad y el narcotráfico la aporta Miguel Ángel Granados Chapa, cuyo fallecimiento el 16 de octubre de 2011 dejó inconcluso su gran libro-objetivo: Buendía, el primer asesinato de la narcopolítica en México.
Granados Chapa va perfilando en el capítulo “La carrera de un libertino” cómo José Antonio Zorrilla, el “amigo” de Buendía, cabeza de la DFS, hizo todo para encubrir las pistas que lo implicaban a él con el crimen organizado y, en especial, con el grupo de Caro Quintero.
Quien siguió esa misma pista fue el propio Enrique Camarena Salazar. Así lo relata Granados Chapa en su libro:
“Cada nuevo fracaso del Ministerio Público consolidaba la tranquilidad con que Zorrilla siguió viviendo sus días. A salvo de cualquier posibilidad de que se le vinculara al homicidio de Buendía, afianzó sus relaciones con el narcotráfico, especialmente con Rafael Caro Quintero y Ernesto Fonseca Carrillo Don Neto, prominentes productores y vendedores de marihuana, con sede en Guadalajara. Ese vínculo contó centralmente para la prosperidad del negocio de las drogas, cuyas exportaciones a Estados Unidos conocieron en ese año y el siguiente una prosperidad nunca antes lograda.
“Con sigilo, sin embargo, desde Guadalajara los observaba Enrique Camarena Salazar, un agente encubierto de la DEA. Nacido en Mexicali, cruzó la frontera y en Calexico logró ser ciudadano norteamericano e ingresar en aquella policía… Después de obtener en muchos casos información sobre las bandas que realizaban desde allí el comercio de drogas, en noviembre de 1984 (Camarena) dio un golpe maestro. Dotado con amplitud de recursos, alquiló un avión y contrató al piloto Alfredo Zavala. Una vez que sus trabajos de inteligencia le permitirían ubicar plantíos de mariguana, y verificarlo desde el aire, trasladaba su información a las autoridades mexicanas. En aquella fecha ubicó un gigantesco plantío de mariguana en el municipio de Jiménez, en Chihuahua. Era el rancho llamado El Búfalo, propiedad de Caro Quintero. Llegó a tener una planta de diez mil trabajadores y una custodia militar”.
El hallazgo de rancho El Búfalo detonó la cacería en contra de Camarena. En febrero de 1985 el agente de la DEA fue secuestrado. Este hecho tensó las relaciones al máximo entre México y Estados Unidos y llegó hasta el sexenio de Carlos Salinas de Gortari, con el “secuestro” extraterritorial del médico Humberto Álvarez Machaín, quien habría participado en la tortura del agente de la DEA. La Operación Leyenda fue la continuación de la Operación Intercepción, ordenada por Estados Unidos para dar con el paradero de Camarena. La primera fue y ha sido secreta para dar con las ramificaciones del caso.
Granados Chapa aporta otro dato clave para armar la triangulación que Buendía ya había comenzado a esbozar en sus últimas columnas. “Mandó matar a José Luis Esqueda, su amigo de juventud, el mismo que había aproximado a Buendía a los nexos que El Güerito (Zorrilla) mantenía con narcotraficantes” (p. 185).
La tesis del libro póstumo de Granados Chapa parece confirmarse: Buendía fue la primera víctima de la colusión entre las corporaciones policacas mexicanas y la narcodelincuencia. Pero también de los nexos de ambas con la CIA, según las revelaciones de los tres exagentes.
Caro Quintero está libre otra vez. Es el único que podría indicar hasta dónde la Operación Leyenda puede llegar a uno de los cerebros de la CIA en esos años del trato entre la contra, el narco mexicano y la DFS: George Bush padre, expresidente norteamericano.
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