AUTOR: RAÚL MONGE.
Tras el asesinato de los jóvenes tepiteños que fueron levantados en el bar Heaven, las procuradurías federal y capitalina no sólo encontraron evidencias que apuntan a la participación del Cártel de Sinaloa, sino también de policías del Distrito Federal. Según los investigadores del caso, ya establecieron cómo se cometió el múltiple homicidio: lo coordinó el jefe de La Unión de Tepito, el exagente federal Ricardo López Castillo, con sus lugartenientes El Javis y El Antoine. Ahora falta que los capturen.
MÉXICO, D.F. Conforme avanzan las investigaciones del caso Heaven, las procuradurías General de la República (PGR) y General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) se topan con más y más indicios de la participación del crimen organizado en uno de los más trágicos crímenes cometidos en la metrópoli en los últimos años.
Aunque ninguna de las dependencias lo ha reconocido públicamente hasta ahora y la PGJDF se ha empeñado en negarlo desde el principio, el grueso de las evidencias acumuladas en la indagatoria a lo largo de cuatro meses conduce directamente hasta al Cártel de Sinaloa, la organización criminal que dirige el hombre “más buscado” por los gobiernos de México y Estados Unidos, Joaquín El Chapo Guzmán Loera.
En particular, lleva a su brazo operativo en la Ciudad de México, Ricardo López Castillo, El Moco, un exagente de la desaparecida Agencia Federal de Investigación (AFI) nacido en el barrio de Tepito y quien encabeza la pirámide de mando de La Unión.
Dicho grupo es el antecedente inmediato del Cártel de Tepito. Surgió a finales de 2009 y principios de 2010, inmediatamente después de la caída de Arturo Beltrán Leyva, El Barbas, en el estado de Morelos, durante un enfrentamiento con fuerzas policiacas y militares. En ese entonces los Beltrán Leyva controlaban el mercado de la droga en el Distrito Federal.
Según consta en el expediente, El Moco fraguó, en complicidad con dos de sus principales subalternos (José Joel Rodríguez Fuentes, El Javis, y Edwin Agustín Jiménez Cabrera, El Antoine) el secuestro y muerte de los 13 jóvenes levantados en el bar Heaven el 26 de mayo –cuyos cuerpos fueron encontrados la madrugada del pasado 22 de agosto en una fosa clandestina en el rancho La Negra, en Tlalmanalco, Estado de México–, en venganza por el asesinato de uno de sus más apreciados cuadros, Horacio Vite Ángel, El Chaparro.
Éste no era un simple dealer, como inicialmente se había dicho. Cumplía un papel importante en la organización y era apreciado por sus compañeros porque siempre estaba pendiente de sus necesidades. El también vendedor de zapatos en tianguis mexiquenses fue asesinado afuera del bar Black de la colonia Condesa el 24 de mayo, dos días antes de los hechos del Heaven. La PGJDF ya tiene identificado a su victimario: es un conocido extorsionador que opera en el barrio de Tepito, apodado El Grande (Proceso 1914).
Las autoridades federales y estatales no descartan tampoco la posible participación de El Moco en los homicidios de Dax Rodríguez Ledezma –copropietario del bar Heaven–, de su novia Heydi Fabiola Rodríguez, de 33 años, y de la prima de ésta última, Diana Guadalupe Velasco, de 18 años. Los cuerpos de los tres se hallaron incinerados en el estado de Morelos, en julio pasado.
Después del levantón de las víctimas en su negocio, Dax se fue a Acapulco en compañía de su novia, quien ahora se sabe trabajaba en la PGR como secretaria en el Centro de Control de Confianza, una de las áreas más sensibles de la dependencia. Anduvo de fiesta en el fraccionamiento La Cima, uno de los más exclusivos de ese destino turístico, y de ahí se trasladó a Iguala, a una casa propiedad de los padres de su novia. La pareja permaneció ahí hasta el 20 de junio. Ese día por la tarde, Dax, Heydi y Diana fueron al cine y al salir fueron interceptados por un comando.
La madrugada del 22 de junio, los cuerpos de los tres fueron localizados –calcinados y con huellas de tortura– en un paraje de Huitzilac, Morelos.
Por cierto, la PGR tiene información de que existe un video en el que Dax Rodríguez narra, con detalles, cómo se realizó el levantón en el bar Heaven, del que era socio con su hermano Mario Alberto, Ernesto Espinosa Lobo, El Lobo, y José de Jesús Carmona Aiza, El Chucho, los tres formalmente presos.
Integrante de la secta de la Santa Muerte, El Moco es una fichita. Antes de que reventara el caso Heaven, controlaba casi todas las actividades ilegales en Tepito: droga, armas, contrabando y mercancía robada.
Protegido por un ejército de 300 gatilleros, la mayoría de ellos malvivientes, vagabundos y adolescentes descarriados, extorsionaba a comerciantes del barrio y a dueños de antros, y mataba por puro placer. Tan sólo en Tepito le achacan no menos de 30 víctimas en los últimos tres años, entre ellas las cuatro asesinadas en el gimnasio Body Extreme días después de los hechos en el Heaven.
Operativo criminal
Con el respaldo del Cártel de Sinaloa y de las relaciones construidas en su paso por la PGR, a López Castillo no le fue difícil vulnerar las estructuras de las corporaciones policiacas capitalinas –como quedó al descubierto con la aprehensión de cuatro policías de la Secretaría de Seguridad Pública de la capital– para ensanchar sus actividades en el Distrito Federal, principalmente en el corredor Condesa-Roma-Zona Rosa, donde se concentran los principales puntos de reunión de la juventud local.
A decir de la PGR y de la PGJDF, El Moco llenó el vacío que dejaron en toda la Zona Metropolitana Edgar Valdés Villarreal, La Barbie, y José Jorge Balderas Garza, El JJ. Este último fue el que atentó contra la vida del exfutbolista paraguayo Salvador Cabañas en el Bar Bar. Ambos operadores de los Beltrán Leyva se acogieron al programa de testigos protegidos de la PGR.
La última información que tienen la PGR y la PGJDF del operador del Cártel de Sinaloa en el Distrito Federal es que huyó a China después de los sucesos del Heaven.
En la jerarquía de La Unión hay otros dos personajes que participaron en el secuestro y muerte de los jóvenes tepiteños: Edwin Agustín Jiménez Cabrera, El Antoine, y José Joel Rodríguez Fuentes, El Javis.
Del primero, la PGR y la PGJDF no tienen mayor información que la aportada por el dealer Brian Giovani Guerrero Arroyo tras su detención. En su declaración ministerial, el joven de 22 años que en su historial delictivo tiene tres ingresos en el Consejo Tutelar para Menores Infractores por robo y robo con violencia, reveló que en 2009 conoció a José Raymundo Pacheco Pérez, un santero que lo invitó a formar parte de su secta.
A pesar de que en aquel tiempo todavía era menor de edad, decidió iniciarse. El año pasado su “padrino” le hizo varias “obras” (trabajos) por las que acumuló una deuda de 4 mil pesos.
El santero comenzó entonces a presionarlo para que le pagara sus servicios y al no tener respuesta le propuso un trato. Le presentó a otro de sus “ahijados”, El Antoine, quien lo invitó a trabajar para él vendiendo tachas en bares y discotecas.
Guerrero Arroyo no dudó y en enero pasado comenzó a vender droga en los antros Living, La Suit, El Papimacho, Cabaretito Neón y El Cabaretito Fusión, entre otros ubicados en la Zona Rosa y sus inmediaciones.
Su debut en el narcomenudeo coincidió con el asesinato de César Rivero Mendoza, El Guayabo, de 17 años, y de Felipe de Jesús Martínez Mendoza, El Oso, de 22, en el Living por un conflicto relacionado con la venta de drogas.
Ambos jóvenes fueron sacados con vida del bar y horas más tarde aparecieron muertos en la delegación Iztacalco, en el oriente de la ciudad. Los cuerpos presentaban huellas de tortura. Por esos hechos fue detenido el agente de investigación de la PGJDF Luis Guillermo Flores Capetillo.
En su testimonial, Brian Giovani aportó más datos de la forma en que opera la red al servicio de El Antoine. Detalló que trabajaba de las 11 de la noche a las 6 de la mañana del siguiente día, por lo menos seis días a la semana, y que ingresaba a los antros “con la autorización de todos los gerentes y del personal de seguridad de los establecimientos”.
Asimismo dijo que, ya en el interior de los establecimientos, un sujeto al que no identificó le entregaba una bolsa de plástico con 30 o 35 pastillas, mismas que vendía a 100 pesos cada una. El dinero producto de la venta de las drogas lo entregaba al mismo sujeto en dicha bolsa al término de su jornada laboral. Por esa actividad sacaba de 500 a mil pesos, según el día.
De acuerdo con las autoridades federales y capitalinas El Antoine tiene una edad aproximada de 30 años, es de complexión delgada, piel y ojos claros, y desempeña un papel preponderante en La Unión, por encima incluso que El Javis.
En la investigación de la PGJDF, el nombre de El Javis es el que más se repite. De hecho, las autoridades capitalinas le atribuyen la autoría intelectual y material del secuestro y homicidio de los tepiteños levantados del bar Heaven el 26 de mayo.
Con base en las declaraciones de los dealers detenidos hasta ahora por su presunta participación en dicho caso, particularmente el de Víctor Aguilera El Chompi o El Gordo, El Javis operó desde el bar Zíngaro –“la oficina”, le decían– el secuestro de los jóvenes. Ahora se sabe que lo hizo con la ayuda de elementos de la Secretaría de Seguridad Pública (SSP) del Distrito Federal comisionados a la vigilancia de la Zona Rosa, a los que había corrompido.
Hasta ahora fueron detenidos cuatro uniformados, aunque la PGR notificó al titular de la SSP capitalina, Jesús Rodríguez Almeida, que están implicados al menos otros cuatro y no se descarta que la red de apoyo de La Unión llegue hasta a la propia PGJDF. A pesar de tener los nombres de los presuntos implicados en su escritorio, Rodríguez Almeida inexplicablemente no los ha puesto a disposición de la procuraduría local.
Detenido el pasado 22 de agosto, el mismo día en que la PGR encontró la fosa con los 13 cadáveres de los tepiteños sustraídos del bar de la calle de Lancaster 27, colonia Juárez, Aguilera García contó a la policía capitalina que El Javis nunca se mueve solo. Todo el tiempo, dijo, anda acompañado por cuatro matones originarios de Durango, uno de los feudos de El Chapo Guzmán. Los “duranguenses”, como les llaman –relató– se encargan de vigilar a los dealers de La Unión, de “tirar” (distribuir) la droga en sus territorios y de recolectar el dinero de la venta de los estupefacientes.
Asimismo, reveló que dichos pistoleros son los encargados de “negociar” con los antreros, de cobrar derecho de piso y de meter en cintura a los dealers que intentan hacer negocio por su cuenta.
Los “duranguenses”, que rondan los 40 años de edad, también estuvieron presentes en el rancho La Negra durante el asesinato de los tepiteños.
En su ficha criminal, El Javis tiene un ingreso a prisión en 2001 por vender droga en la colonia Condesa, zona donde perdió la vida uno de sus mejores hombres, Horacio Vite, El Chaparro.
Elementos de la UPC Roma-Condesa lo detuvieron junto con dos dealers más afuera del Fever, uno de los antros clausurados por el caso Heaven. En esa ocasión, El Javis se identificó con el nombre de Carlos Iván Martínez Hernández.
A pesar de ser puesto a disposición de las autoridades federales por delitos contra la salud porque llevaba 31 sobres de cocaína, 27 tachas y nueve dosis de cocaína en piedra, salió libre.
En la averiguación previa DGAVD/CAPE/T3/00891/13-05, El Javis aparece como el principal responsable de dirigir el operativo del 26 de mayo y el posterior traslado de los tepiteños al rancho La Negra, en Tlalmanalco.
Pedro Francisco Paz López, El Mariguano, uno de los seis delaers detenidos por la PGR en la Zona Rosa, a unas cuadras del bar Heaven, contó en su declaración ministerial lo que sucedió en el antro.
Según él, los 13 jóvenes fueron asesinados inmediatamente después del plagio en el que participaron unas 25 personas. Confesó que él se encargó de matar a uno de ellos. Pero es una verdad a medias. Las autoridades dicen tener ya establecido lo que pasó en el rancho La Negra, cuyo propietario es originario de Durango.
Consta en el expediente que al llegar a la cabaña los hombres y las mujeres fueron separados.
“A ustedes no les va a pasar nada, no tenemos nada contra ustedes”, les dijo El Javis a Guadalupe Karen Morales Vargas, Gabriela Téllez Zamudio, Montserrat Loza Fernández, Jennifer Robles González y Gabriela Ruiz Martínez.
Enseguida ordenó a sus subalternos que las subieran a la caja de un camión de redilas, que les dieran droga y cervezas. Las chicas permanecieron un rato en ese lugar bajo el cuidado de los vigilantes del rancho, César Rodolfo Pérez Velázquez y Manuel Jiménez Rodríguez, quienes aún no son detenidos pero enfrentarán cargos por su participación indirecta en los hechos y falsedad en sus declaraciones a una autoridad ministerial.
Inicialmente, ambas personas dijeron a la PGR que el 26 de mayo llegaron a ese sitio tres camionetas de las cuales bajaron 25 personas, entre hombres y mujeres, con un promedio de edad de 30 años, y que ya no pudieron ver más porque unos sujetos armados los corrieron.
Antes de empezar la masacre, El Javis y El Antoine ordenaron a sus esbirros cavar la fosa. Una vez concluida la tarea, procedieron a asesinar, uno por uno, a los varones. No conformes, los decapitaron y descuartizaron.
Luego, como si nada hubiera pasado, El Javis, El Antoine y sus secuaces bebieron, bailaron y se “divirtieron” con las mujeres.
Horas después, las ejecutaron.
Por esos hechos, la PGJDF mantiene bajo arraigo a la fecha a 12 presuntos implicados –entre ellos a cuatro elementos de la SSP del Distrito Federal– y a siete procesados.
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