FUENTE: PROCESO.
MÉXICO, D.F. (apro).- En los últimos siete años –de 2006 a la fecha–, el costo de los alimentos en todo el mundo ha aumentado 60% y el panorama a futuro es desalentador.
Los incrementos en los costos de producción y el transporte, sumado a las dificultades financieras y económicas y, sobre todo, el abasto de energéticos provocarán que persista la volatilidad de los precios a escala mundial, advirtió Luis Gómez Oliver, académico de la Facultad de Economía (FE) de la UNAM.
Ello traerá como consecuencia, dijo, el aumento de la población con hambre en el mundo que actualmente supera los 800 millones de personas.
También, indicó, aumentarán los niveles de pobreza e inflación, los problemas de la balanza de pagos de los países importadores y los costos fiscales en todas las regiones del planeta.
África es el continente con la mayor población con hambre, 23% de los habitantes la padece, mientras que en Europa, sólo una persona de cada 100 carece de alimentos suficientes.
Gómez Oliver explicó que la crisis alimentaria global tiene su origen, entre otras causas, en la falta de inversión en el sector agrícola y la marginación rural, las pérdidas de cosechas por fenómenos climáticos, restricciones a las exportaciones e incremento en el consumo de alimentos de origen animal en los países con economías emergentes, como Brasil, India y China.
Al participar en el XXXIII Seminario de Economía Agrícola del Instituto de Investigaciones Económicas (IIEc) de la UNAM, el especialista abundó que la crisis está vinculada a las dificultades energéticas y económicas, “lo que implica una doble presión para la población de escasos recursos por la pérdida de empleos y la disminución de los ingresos, que generan condiciones de inseguridad alimentaria”.
Por si fuera poco, afirmó, los gobiernos tienen una capacidad reducida para responder a las nuevas urgencias sociales con apoyos directos a los sectores vulnerables o un abastecimiento general más completo, lo que se complica con la especulación en los mercados.
El también colaborador de la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO, por sus siglas en inglés) señaló que la especulación tiene efectos en los niveles de pobreza porque, al dedicar más recursos a la alimentación, se destinan montos menores a otros rubros.
Entre 2006 y 2008, dijo, al menos 105 millones de personas cayeron debajo de la línea de carencia, lo que significó siete años de progreso perdidos en la lucha para erradicarla.
Respecto a la inflación, el economista sostuvo que el impacto es mayor entre los países en desarrollo que dedican, en promedio, entre 30 y 40% de su ingreso a la compra de alimentos.
Entre 2006 y 2011, abundó, los territorios con déficit en la producción de comestibles pagaron 35% más de lo que pagaban antes de registrarse las alzas mundiales más altas, lo que implicó presión en cuentas fiscales y equilibrio externo.
Además provocó problemas para reducir a la mitad la proporción de personas que padecen hambre, meta principal de los “Objetivos del Milenio”.
A la par, el problema se vinculará al incremento de los niveles de obesidad y sobrepeso, que causan enfermedades y aumentan la morbilidad.
Según Gómez Olivar, entre 1980 y 2008, la proporción de la población mundial que presenta esas enfermedades aumentó de 23 a 34%, lo que representa un incremento de las muertes por padecimientos cardiovasculares y diabetes, entre otras.
Los países en desarrollo tienen un problema doble porque al mismo tiempo que registran desnutrición, sus habitantes padecen sobrepeso y obesidad, condiciones que impactan en los sistemas de salud nacionales y derivan en costos fiscales.
Por ello, Verónica Villarespe, directora del IIEc, destacó la necesidad de evaluar las estrategias y programas aplicados en el sector agrícola, desde distintas disciplinas, y en sus vertientes de productividad, asistencialismo, ambiente y transversalidad.
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