FUENTE: REVOLUCIÓN TRES PUNTO CERO.
AUTOR: VALENTINA PÉREZ BOTERO.
Un taxi estacionado en el centro de la Ciudad de México. La cajuela abierta, una niña de 12 años y dos hombres abusando de ella. Los hombres van a la cárcel, apelan la sentencia: ganan. Su argumentación fue simple, fueron acusados por corrupción de menores pero la menor de edad ya había sido violada en casa. “No se puede pervertir algo ya pervertido” dice con cinismo Cuauhtémoc Ibarra para demostrar la inoperancia de la justicia en el país.
“Hablar de trata de personas es un eufemismo. Quienes lo utilizan es porque piensan que la esclavitud es un tema históricamente saldado” dice Ibarra González, quien es secretario técnico de la Cámara de Diputados, en un intento de mostrar que es un error: la esclavitud –sexual, laboral– es algo cotidiano en México y pocas veces se pena, como sucedió en el caso de la niña.
La existencia de este delito crece, de acuerdo con el especialista, en un triángulo víctima-victimario-cliente que se perpetúa en un contexto de complicidad, clandestinaje e impunidad. Tres actores acompañados de tres omisiones de la justicia.
La raíz del problema radica en la desigualdad: “Si no hay garantías fundamentales, no hay ciudadanos” dice Ibarra González para complementar la idea de que una víctima de trata es vulnerabilizada por las carencias, las relaciones asimétricas, la falta de oportunidades.
El especialista remarca que no se comercializa con una persona. Se vende un cuerpo, un servicio, una mercancía. Porque el humano adquiere características de objeto. Tiene precio.
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