AUTOR: J. JESÚS ESQUIVEL.
Mientras la DEA se aferra en descalificar a sus exagentes Héctor Berrellez y Phil Jordan, otro más, Mike Holm, los defiende. Los dos primeros revelaron los entretelones del caso Camarena: la participación de la CIA y de la misma Casa Blanca en tiempos de Ronald Reagan. Holm, quien fue jefe de Berrellez cuando se instrumentó la Operación Leyenda, proporciona más datos novedosos: cuando se negociaba el Tratado de Libre Comercio de América del Norte, la DEA ordenó que no se reportaran los actos de corrupción por narcotráfico de ningún alto funcionario mexicano.
Para hablar del asunto y “aclarar” las revelaciones de sus exagentes Hector Berrellez y Phil Jordan, quienes acusan a la CIA de haber dispuesto el homicidio de Kiki Camarena, ocurrido en 1985 (Proceso 1928, 1929), la agencia organizó un foro público.
El acto se realizó el martes 29 de octubre en el Museo de la DEA bajo el título “Llevados ante la justicia: Operación Leyenda”. Participaron Jack Lawn, administrador de la agencia entre 1985 y 1990, el exagente Jack Taylor, supervisor de la Operación Leyenda en los primeros dos años y medio de esta iniciativa, y la periodista Elaine Shannon, autora del libro Desperados, en el cual narra la historia del secuestro, tortura y asesinato de Camarena.
Los primeros 100 minutos se centraron en un recuento histórico del caso Camarena. Los panelistas insistieron en que el responsable de su ejecución fue Caro Quintero, quien contó con la colaboración de agentes corruptos de la desaparecida Dirección Federal de Seguridad (DFS).
En esa parte de la narración, al hablar de cómo las autoridades mexicanas trataron de manipular las pruebas, Lawn soltó las nuevas evidencias en torno al involucramiento indirecto de la CIA.
“Nos enteramos por parte de nuestros amigos de la comunidad de inteligencia (la CIA) que el interrogatorio al que fue sometido Camarena estaba grabado”, comentó Lawn, quien estaba al frente de la DEA el 7 de febrero de 1985, cuando el agente antinarcóticos fue secuestrado en Guadalajara, Jalisco.
Y detalló: “Los individuos que interrogaron a Kiki Camarena lo grabaron, ya que era una práctica normal (en México). Pero había también algo más: el número de gente que estaba en la nómina de pagos del narcotráfico en la Ciudad de México y en Guadalajara. (Los torturadores) querían saber qué sabía la DEA de sus actividades”.
(Fragmento del reportaje que se publica en Proceso 1931, ya en circulación)
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