AUTOR: PATRICIA DÁVILA.
Una mañana de agosto del año pasado Manuel Velázquez Mascorro, pequeño empresario de Ciudad Juárez, fue sacado violentamente de su casa por agentes antidrogas de Estados Unidos y efectivos de un grupo especial creado por Julián Leyzaola, entonces jefe de la Policía Municipal juarense. Además de la inocencia que el secuestrado alega, en su caso se violaron muchas leyes: no había orden de captura en su contra, mucho menos una solicitud de extradición, y aun así los estadunidenses se lo llevaron a Texas, donde ha estado preso durante más de un año, sin visos de poder salir. Es sólo un caso más de la justicia al estilo DEA.
“Le hablé a Federico Servín, mi abogado, para que viera qué estaba pasando. Apenas colgué, saltaron las bardas de mi casa, quebraron los vidrios de las ventanas y entraron. ‘¡Hijo de tu pinche madre, tírate al suelo porque si no, te matamos!’, me dijeron. Eran como 12 hombres encapuchados y uniformados. Me cubrieron el cuerpo con una cobija, la cara con una camiseta y una bolsa de plástico, y me golpearon. Me preguntaban dónde tenía el dinero, las armas, la droga. Que les dijera, si no, ellos las iban a poner.
“Luego entró una persona a quien llamaban agente Barraza (después supe que pertenece a la DEA). Él dijo en inglés que iba a tomarme una foto para enviarla a Chris Cherry (otro agente estadunidense) para ver si era yo. Me siguieron golpeando mientras decían que me iban a matar. En eso oí la voz de mi abogado. Les preguntó qué estaba pasando, pero empezaron a insultarlo a gritos.”
Manuel Gerardo Velázquez Mascorro fue secuestrado ese día de su casa en Ciudad Juárez por agentes de la administración antidrogas estadunidense (DEA) apoyados por el Grupo Táctico Jaguares, formado con exmilitares por el entonces comandante de la Policía Municipal, Julián Leyzaola.
El lunes 11 y vía telefónica desde la prisión de Sierra Blanca, Texas, donde se encuentra, Velázquez cuenta a Proceso su historia: En un acto a todas luces ilegal, el pequeño empresario fue entregado a las autoridades de Estados Unidos sin que mediaran un juicio ni una orden de extradición.
Y al mismo tiempo que él era secuestrado en Ciudad Juárez, como supo después, en El Paso, Texas, las casas de sus padres (quienes también fueron detenidos) y de su esposa Cristina Campa eran cateadas por la DEA.
En una reunión con la reportera el jueves 7, el abogado Servín y Cristina Campa abundan en la narración…
Fragmento del reportaje que se publica en la edición 1933 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
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