AUTOR: PARIS MARTÍNEZ.
Durante los primeros días de octubre, un grupo de personas forzó la vivienda de los padres de José Antonio Robledo, un joven ingeniero raptado en 2009 en Coahuila y que desde entonces permanece en calidad de víctima de desaparición forzada.
Pero éste allanamiento, denunciaron los padres del ingeniero, a su regreso, no encuadra con un robo común, ya que, a pesar de que rebuscaron en toda la vivienda, los invasores no se llevaron nada de valor, sólo hurtaron documentación relacionada con la investigación del secuestro de su hijo y, lo más importante, antes de partir dejaron un cirio encendido sobre una cama, “y esto no pudo tener otro objetivo más que provocar una desgracia, incendiar la casa, lo cual, afortunadamente, no ocurrió, a pesar de que los cobertores de la cama sí se quemaron”, detalló la señora Guadalupe Fernández, en entrevista.
“Quienes entraron –explicó la representante en el DF de la agrupación de víctimas llamada Fuerzas Unidas por Nuestros Desaparecidos en México–, buscaron en todos lados, revisaron los cajones donde estaban nuestras tarjetas de crédito y débito, donde estaban las chequeras, donde había algunas prendas de valor, pero nada de eso se llevaron; dejaron los tres autos, aunque aquí estaban las llaves; revisaron la oficina de mi esposo y todas las habitaciones, particularmente la de mi hijo, que yo conservo tal como él la dejó, esa la revolvieron completamente, rompieron las puertas de su clóset para husmear en su interior, y dejaron todo en desorden, pero no se llevaron nada que pudiera interesarle a un ladrón. En cambio, sí se llevaron una carpeta con información sobre el caso de José Antonio, que estaba en mi escritorio de trabajo, aunque es información que yo bajé de internet, nada secreto, y también se llevaron mi teléfono celular, donde tengo todos mis contactos”.
El allanamiento, aclaró, fue detectado desde el pasado 19 de octubre, cuando un familiar acudió a la vivienda para constatar que estuviera segura, “y nosotros en ese momento estábamos aún en España, no podíamos adelantar el vuelo de regreso, así que desde allá solicitamos la colaboración de la Procuraduría General de la República, que es la que lleva la investigación sobre el rapto de mi hijo, para que tomara conocimiento del ataque”.
Cuatro días después de descubierto el allanamiento, peritos de la PGR acudieron a la vivienda para levantar evidencias, que por el momento siguen procesándose “y, entonces, por ahora no tenemos claro quiénes entraron ni con qué fines –señaló la señora Fernández–; pero sí creemos que permanecieron por un tiempo considerable, había muchas colillas de cigarro, latas de refresco vacías y envolturas de chocolates, así que, consideramos que éste puede ser un mensaje intimidatorio de las personas involucradas en su desaparición”.
Y es que, añade, “de qué otra forma explicarse que, intencionalmente, hayan retirado un cirio del altar que tenemos para mi hijo, y lo dejaran encendido sobre una cama, el cual, afortunadamente, se consumió sin provocar un incendio, aunque los cobertores sí alcanzaron a quemarse… nosotros creemos que Dios nos cuidó, porque pudo ocurrir una desgracia”.
Cabe destacar que el ingeniero Robledo Fernández no fue víctima de un secuestro tradicional, sino que, tal como han concluido las investigaciones sobre el caso, este joven fue raptado por una célula de Los Zetas que cobraba derecho de piso a la empresa ICA, para la cual éste trabajaba, y que en 2009 aún desarrollaba en Coahuila el Proyecto Fénix, de Altos Hornos de México, inaugurado por el presidente Enrique Peña Nieto en julio pasado.
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