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Algunos sacerdotes católicos se quejan de que los narcotraficantes tienen sometida a la población: cobran cuotas, disponen de las mujeres y de las propiedades, ahuyentan a los feligreses, atentan contra la vida en sociedad. Otros, sin embargo, no tienen empacho en recibir el dinero lleno de sangre de los criminales; allí está como ejemplo la iglesia construida por Heriberto Lazcano, “El Lazca”, ese temible capo con un historial de horror. Lo cierto es que los religiosos no la están pasando bien en México; el crimen organizado, que lleva años poniendo de rodillas a los cidadadanos, ya los alcanzó…
Ciudad de México, 22 de noviembre. Sacerdotes católicos de Michoacán se pronunciaron en días pasados sobre la creciente violencia que vive el estado, frustrados con el aparente control de los Caballeros Templarios sobre las autoridades. ”Michoacán tiene todas las características de un Estado fallido”, escribió el obispo de Apatzingán, Miguel Ángel Patiño Velázquez, de 74 años, en una misiva de octubre a los feligreses.
La carta le dio la vuelta al país por la crudeza. Narraba cómo las bandas de delincuentes se han apropiado de la entidad.
Los Caballeros Templarios y otras bandas luchan por Michoacán “como si fuera un botín de piratas”, mientras que “los funcionarios municipales y la policía son o subyugados por o cómplices de los delincuentes”, acusó Patiño. “El rumor que se propaga es que el gobierno estatal también está al servicio del crimen organizado, lo que provoca la desesperación y la desilusión de la sociedad”.
Patiño y otros obispos de Michoacán previamente se habían quejado de la inseguridad y corrupción. Firmaron una declaración pública expresando esas preocupaciones en mayo tras la integración de las llamadas guardias comunitarias, cuya misión es hacer frente a los templarios.
Pero, al igual que aquellos líderes de más alto rango de la Iglesia mexicana, las anteriores quejas de los clérigos michoacanos tuvieron cuidado en no hacer señalamientos específicos que pudieran traer represalias. Ahora, liderados por Patiño, los obispos se están enfrentando directamente a los mafiosos y funcionarios corruptos.
Tras hacerse pública su misiva, surgieron versiones en el sentido de que Patiño había recibido amenazas por parte de los templarios, que o habían obligado a ocultarse; lo cual fue desmentido por el clérigo.
Según los registros de la Agencia Fides, de la Congregación Vaticana para la Evangelización de los Pueblos, México es el “segundo país más peligroso para el sacerdocio en América Latina”, superado sólo por Colombia.
“La tendencia de asesinatos la encabeza Colombia con 40 % en tanto México representa 15 % y Brasil se mantiene en 10 %”, detalla el documento.
Uno de los factores de riesgo es que “el religioso realiza su ministerio sacerdotal en zonas de alto índice de inseguridad y choque entre el Ejército y efectivos policiales estatales contra grupos violentos del crimen organizado”.
Añade que “grupos aislados aprovechan la efervescencia de la violencia y eligen como ‘blanco de sus ataques’ a los religiosos; principalmente para sembrar miedo y zozobra en la grey católica. Lanzan amenazas de extorsión a sacerdotes y religiosos. Buscan apoderarse del control total de la comunidad y del templo”.
Lo que es una realidad en el país es que en la medida que se ha intensificado la lucha contra el narcotráfico, también han crecido los riesgos y asesinatos de sacerdotes en el país, según establecen un análisis de Insight Crime y el estudio “Creciente agresión contra sacerdotes en México”, elaborado por Gustavo Antonio Rangel y que se difunde en el portal del Centro Católico Multimedia.
El estudio auspiciado por la congregación Sociedad de San Pablo, asegura que al año al menos dos sacerdotes católicos en México pierden la vida a manos del crimen organizado.
Las entidades con mayor incidencia de crímenes contra sacerdotes son el Distrito Federal, Chihuahua, Guerrero, Jalisco, Oaxaca, Veracruz, Michoacán, Hidalgo, Aguascalientes, Coahuila y Puebla.
Documenta que tan sólo en 2010 más de mil sacerdotes fueron víctimas de intento de extorsión y cerca de 162 párrocos fueron amenazados de muerte.
“En el caso de extorsión, la cantidad alcanza en promedio 10 mil pesos; cuando se trata de secuestro puede llegar hasta 2 millones”, detalla.
“Nuestras familias se están llenando de odio, de rencor, por lo que están viviendo”, dijo Javier Cortés, segundo al mando de la diócesis de Apatzingán, a InSight Crime al explicar la decisión de Patiño de adoptar una postura más audaz. “El obispo no quiere que los niños vean la muerte como algo normal”.
En México, las encuestas de opinión sitúan a la Iglesia Católica como una de las instituciones más confiables –según una encuesta de Grupo Reforma, 59% de los mexicanos confiaban en esta institución-, “si la jerarquía de la Iglesia sigue el ejemplo de Patiño en hacerle frente a los mafiosos y el gobierno, podría tener un impacto positivo sobre la violencia que sigue atormentando al país”, considera el análisis del think tank estadounidense, especializado en temas de seguridad.
“Hay un total agotamiento con todo esto”, dijo un analista de seguridad del gobierno en Morelia, quien habló en condición de no utilizar su nombre o posición. “La iglesia es la única voz que queda con alguna credibilidad”.
No obstante, según el análisis de Insight Crime, la jerarquía católica está divida en dos bandos: En la parte que reprueba la violencia y está por lo que pasa en el país y el que ha decidido callar y aceptar las donaciones del narco.
“El Vaticano ha reprendido a la Iglesia mexicana en los últimos años por la disposición de algunos clérigos a tomar donaciones de los mafiosos y la reacción demasiado relajada de los sacerdotes hacia los cultos cuasi católicos -como la Santa Muerte- o la devoción generalizada de la que San Judas, patrón de las causas perdidas, disfruta entre los delincuentes y las pandillas callejeras”, señala.
“Pese a que normalmente no tienen como blanco a los clérigos, los grupos criminales organizados en México nunca han mostrado mucha vacilación en castigar a sacerdotes, monjas y laicos que los hagan enojar”, advierte y agrega que un párroco de la diócesis de Patiño fue asesinado el año pasado por “un jefe de una banda local”. Otro de la ciudad de Zamora, en Michoacán, se encuentra desaparecido desde que fue secuestrado a principios de este año en un área donde los Templarios han estado luchando contra el Cártel de Jalisco Nueva Generación.
Otro sacerdote fue secuestrado por hombres armados en el estado de Tamaulipas, en el territorio en disputa de los Zetas y el Cartel del Golfo, hace dos semanas después de hacer una misa en un pueblo marcado por la lucha.
Los principales líderes “decidieron aprender de las experiencias de los obispos de Michoacán y Guerrero porque son los estados donde la violencia ha empeorado”, dijo Javier Navarro, obispo de Zamora, en una conferencia de prensa la semana pasada.
OPACIDAD EN LA IGLESIA.
Posteriormente se hizo público que la balacera se había registrado entre integrantes de la banda del “Chapo” e integrantes del Cártel de los Arellano Félix quienes presuntamente pretendían asesinar a Guzmán Loera.
El diario Excélsior publicó que tras el asesinato del prelado, los hermanos Arellano Félix se habían entrevistado con altos jerarcas de la Iglesia Católica para ofrecer argumentos en su defensa.
Otro caso es el del Centro de Evangelización Juan Pablo II”, en Pachuca, Hidalgo, al que los habitantes de esta capital lo bautizaron como “narcocapilla”, ya que ahí, cada 2 de febrero se celebra una fiesta, se levanta un escenario y una banda toca corridos que hablan del “jefe de jefes”.
Todo bajo la mirada de una enorme mansión en lo lejos que, según los habitantes, pertenece a un gran capo, que sería el fallecido Heriberto Lazcano Lazcano “El Lazca”, líder de los Zetas.
“Para vergüenza de algunas comunidades católicas, hay sospechas de que benefactores coludidos con el narcotráfico han ayudado con dinero, del más sucio y sanguinario negocio, en la construcción de algunas capillas”, reza un editorial publicado en el semanario católico Desde la Fe tras conocerse el caso de Pachuca, donde incluso hay una placa que recuerda a “El Lazca”.
El Cardenal Norberto Rivera admitió que dinero del narcotráfico ingresó a las arcas de la Iglesia Católica y condenó que algunos sectores religiosos hayan sido alcanzados por la corrupción de los carteles de la droga, al igual que en la mayoría de otros poderes del país.
En el editorial del semanario dominical Desde la Fe, el cardenal afirmó que no se puede tildar de “benefactores” a quienes hacen aportaciones a la Iglesia si el dinero es mal habido.
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