FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JESUSA CERVANTES.
MÉXICO, D.F. (apro).- Luis Videgaray formó parte de la empresa privada Protego. Sus orígenes están ligados a Pedro Aspe, pero también a Enrique Peña Nieto, a quien le enseñó a hacer muy buenos negocios con empresas y gobierno, pero nunca a crecer la economía del Estado de México.
Ahora, ya como titular de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público, no sólo no ha hecho crecer la economía, sino que además le ha dado por centralizar todos los recursos y manejarlos –como lo hizo en el Estado de México– desde el gobierno. Lo que a Videgaray se le da, y muy bien, es disponer del dinero, entregarlo a cambio de apoyos.
Así lo hizo en la Cámara de Diputados como presidente de la Comisión de Presupuesto, según se gritaba en los pasillos. Era él quien entonces hacía aquello de lo que hoy se acusa a los panistas: condicionar la entrega de dinero a los estados, a través de distintas obras que se presupuestaban y avalaban con el resto de los diputados del PRI. El pago debía ser el apoyo a Peña Nieto en su búsqueda por la candidatura a la Presidencia de la República.
Hoy Videgaray sigue distribuyendo los recursos entre sus cuates. Por ejemplo, para verificar la multimillonaria obra de Petróleos Mexicanos (Pemex) en el tramo del ducto Los Ramones, Protego fue la beneficiada. Esa empresa revisará las cuentas entre el gobierno peñanietista y la empresa estadunidense Sempra, que es la que se quedó con la concesión.
El funcionario federal no ha podido, hasta ahora, lograr que crezca la economía. Desde su llegada a la Secretaría de Hacienda solo ha hecho el ridículo, ofreciendo una cifra de crecimiento que hasta sus amigos del Fondo Monetario Internacional le han tenido que corregir. Bueno, hasta el Banco de México.
A su llegada a esa dependencia, Videgaray –“el hombre más brillante” del gabinete de Peña Nieto, aunque también se dijo eso de Miguel Ángel Osorio Chong, pero sigue sin poner control y gobernabilidad en Michoacán, Tamaulipas, Veracruz, etcétera– dijo que la economía para el primer año del gobierno de Peña crecería a 3.5 %, una cifra nada despreciable si se toma en cuenta que en los últimos 10 años el país ha crecido a un promedio de 2%, aunque en el último de Felipe Calderón lo hizo en 4%.
Al arranque del año, aún con Calderón en la presidencia, pero con una nueva Cámara de Diputados, el PRI y sus aliados, o mejor dicho subalternos, quienes tienen la mayoría, empujaron la reforma laboral que el calderonismo había ofrecido a los gobiernos internacionales.
Para convencer a la población se planteó que con dicha reforma aumentaría el empleo y haría crecer la economía, pero que los resultados se verían hasta 2013.
En el primer trimestre de este año hubo un subejercicio de más de 40 mil millones de pesos, es decir, el gobierno no ejerció el dinero que la Cámara de Diputados le autorizó y que los mismos priistas avalaron. Se dijo entonces que era muy pronto para que la reforma laboral tuviera efectos visibles.
En el segundo trimestre los subejercicios continuaron, aunque en menor cuantía, y en mayo de este año la perspectiva de crecimiento se redujo de 3.5 a 3.1%
En el tercer trimestre los empresarios empezaron a hablar de desaceleración de la economía y a reclamar la falta de beneficios de la reforma laboral, además de que la generación de empleo seguía a la baja. Videgaray tuvo que salir a dar la cara, y en agosto pasó a 1.8% el posible crecimiento. La desgracia anunciaba tormenta vía ley de ingresos.
En septiembre llegaron las malas propuestas: un paquete económico diseñado por el secretario de Hacienda para obtener lo que la economía no había podido: dinero fresco para aplicar.
Pero la reforma laboral y la Ley de Ingresos sufrieron cambios. Videgaray no tuvo un buen equipo de comunicación que vendiera a los empresarios y a los mexicanos en general la nueva ley, los nuevos impuestos. De nuevo el ridículo del secretario de Hacienda y, por supuesto, de Enrique Peña Nieto.
Quizá por ello el presidente regresó a la figura de “vocero” para que, como en los tiempos de Vicente Fox, se diga o se explique lo que Peña y Videgaray quieren decir.
Y, el colmo, esta semana que concluyó se informó que la economía mexicana no cerrará este 2013 con un “crecimiento” de 1.7%, sino que caerá a 1.3%. Hay quien dice que será de cero… y así lo pronostico desde el primer semestre.
La errática estrategia de la Secretaría de Hacienda y del gobierno en general continúa. Hoy quieren hacer creer a los mexicanos que sólo con una reforma energética se logrará el crecimiento, así como cuando la reforma laboral era la panacea para crear más empleo y prosperidad en el país.
Como sea, a los funcionarios del peñismo parece no importarles la percepción de la gente ni los errores que continuamente cometen y están a la vista de todos.
Sólo hay que recordar cuántos millones de pesos se perdieron por el inesperado cierre de operaciones del Aeropuerto Internacional de la Ciudad de México –el más transitado del país y por donde circulan cientos de millones de pesos en mercancías, no sólo personas– ante la protesta de maestros por la aprobación de las leyes secundarias de la reforma educativa.
Y parece que los errores seguirán. Uno, y muy grande, será la imposición, con los votos de sus amigos, de la reforma energética, que seguramente despertará el malestar de la ya de por sí enojada clase media.
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