FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS.
MÉXICO, D.F. (apro).- Esta región de Michoacán no pudo tener nombre más propicio para estos tiempos de violencia. Desde principios de este año los habitantes de los municipios de la zona de Tierra Caliente —Apatzingán, Buenavista Tomatlán, Tepalcatepec y Coalcomán— se rebelaron contra el gobierno de opresión que desde hace años venía ejerciendo el crimen organizado cobrando no sólo impuestos sino aplicando una versión moderna del derecho de pernada cobrándose con las mujeres de campesinos, comerciantes, productores de aguacate y limón, cuando estos se negaban a pagar la cuota de extorsión.
Como una expresión del hartazgo los habitantes de estos municipios se organizaron en grupos de autodefensa ciudadana emulando a las policías comunitarias que desde hace años vienen funcionando en zonas indígenas de Michoacán y Guerrero. Pero a diferencias de estas, los grupos de autodefensa lucieron de inmediato armas de alto poder, similares a las de las bandas del crimen organizado, equipos de comunicación sofisticados, camionetas todo terreno y recursos para mantenerse por tiempo indefinido que ya hubieran querido las policías comunitarias.
La gobernabilidad y la estabilidad social en Michoacán se vienen sosteniendo con alfileres desde hace un tiempo. La deuda millonaria del gobierno ha impedido que los programas sociales funcionen plenamente, la inseguridad y la violencia permea en todos los municipios, los movimientos magisteriales y normalistas rompen los ciclos de la educación básica y las bandas del crimen organizado se han adueñado de buena parte del territorio.
De acuerdo con información del gobierno estatal cada año se cometen 35 mil delitos del fuero común, la entidad se la disputan tres grupos (Los Caballeros Templarios, La Familia Michoacana y el cártel de Jalisco Nueva Generación), en 43 municipios hay grupos de autodefensa ciudadana, policías comunitarias, rondas comunitarias y en otros 50 guardias blancas.
Todos estos grupos de autodefensa y bandas de delincuentes cuentan con armas de alto poder que en cualquier momento pueden usarlas a pesar de que el gobierno federal ha hecho intentos de desarmarlos y ha enviado a 8 mil policías y soldados como parte de un operativo de recuperación del estado.
Tierra Caliente es la región más emblemática de la pérdida de gobierno ante el crimen organizado. A pesar de la permanencia de las fuerzas policiales y castrenses, hasta ahora no se han desarticulado ninguna de las bandas que siguen ejerciendo el gran negocio del narcotráfico, extorsión, secuestro, piratería, venta de autos, etcétera, estimado en casi mil millones de pesos anualmente.
El dominio de las tres bandas criminales se mantiene intacto a pesar del incremento de las tropas y grupos de policías, y la muestra más clara fue el enfrentamiento de hace unos día en Apatzingán entre grupos de autodefensa ciudadanos y bandas criminales, ciudad que en la región conocen como la casa de Los Templarios. Además ninguno de los líderes de estos grupos ha sido tocado en su fuero construido a sangre y fuego.
El secretario de Gobernación, Miguel Osorio Chong, declaró recientemente que están “recuperando territorio” en Michoacán, mientras que el gobernador Fausto Vallejo Figueroa, hace esfuerzos por mantener la gobernabilidad del estado tras su regreso de varios meses por una enfermedad anunciado que invertirán en obras sociales en los municipios donde surgieron los grupos de autodefensa ciudadana para también recuperarlos.
Gobernabilidad y territorio, dos de los elementos esenciales del Estado de derecho, están ausentes en Michoacán y esto conlleva a la inestabilidad y a la ingobernabilidad.
Si se desata la violencia en esta entidad los costos serían altísimos sobre todo para el gobierno de Enrique Peña Nieto, que en su primer año ya sufre un desgaste político por el golpeteo del Pacto por México y los miles de muertos que se siguen registrando por la guerra contra el narcotráfico que ya lleva ocho años consecutivos.
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