AUTOR: JUDITH AMADOR TELLO.
Investigadores con sólida obra en el terreno de las políticas culturales evalúan el primer año de gobierno. Y aunque ven intenciones de ajustarse a los tiempos actuales, no advierten sustancia en la manera de hacerlo. Se imponen las prácticas caducas, se recurre a los “etiquetados” como medida transitoria, la educación artística está olvidada, el plan de gobierno no se ha presentado…
Las conclusiones son demoledoras. No sólo esperaban más de estos funcionarios que, se supone, dicen, tienen la experiencia de ocho años anteriores al arribo del PAN (los últimos del gobierno de Salinas y los seis de Ernesto Zedillo); no perciben cambios sustanciales y aunque se han anunciado algunas propuestas y programas no se ha explicado cómo los llevarán a cabo.
La puntilla la dio la controversia sobre el presupuesto para 2014, que obligó a los titulares de las instituciones vinculadas al cine (ver sección adjunta), al propio Tovar y de Teresa y al subsecretario de Egresos de la Secretaría de Hacienda y Crédito Público (SHCP), Fernando Galindo Favela, a intentar públicamente convencer que no hay recorte, sin lograr explicar cabalmente de dónde saldrán los recursos para igualar el monto de 2013.
A los especialistas les sorprende también que a casi un mes de terminar este año, y prácticamente cumplido el primero de gestión de Tovar como presidente del Conaculta, no se haya dado a conocer el Programa Especial de Cultura y Arte. En el área de Comunicación Social del Consejo anticiparon que está por presentarse, aunque debe publicarse primero el de la Secretaría de Educación Pública (SEP).
Viejos tiempos
Doctor en sociología política, crítico y director de teatro e investigador de la Universidad Autónoma Metropolitana-Azcapotzalco, donde publicó el libro Poder y creación artística. Un análisis del Fondo Nacional para la Cultura y las Artes (Fonca), Ejea destaca que el regreso de Tovar y de Teresa “no marca una nueva forma de ejercer la política cultural”, respecto de los últimos años.
Hay más continuidades que novedades, pues “la administración priista no acabó de irse; no es un regreso del PRI, nunca se fue en términos absolutos”. Detalla en tres signos:
“En primera, las estructuras de gobierno, el Conaculta, el Fonca, los programas, son los mismos desde 1988; en segundo lugar, continúan los mismos métodos: Negociaciones de presupuesto de última hora, resultados y metas sin claridad, utilización opaca de los recursos; y en tercero, las personas son prácticamente las mismas. Salvo la cabeza de sector (SEP), el presidente del Conaculta y los funcionarios fueron formados y experimentados en administraciones priístas.”
Acerca del trabajo hecho en 2012, Ejea destaca que los puntos tradicionales de la política cultural, los necesariamente obligatorios (como protección del patrimonio, difusión de la cultura y apoyo a la creación) se mantienen y se lanzan temas nuevos. Uno de ellos es el concerniente a atacar la inseguridad y utilizar a la cultura como una herramienta para reestablecer el tejido y la cohesión social.
Otro es la llamada Agenda Digital, relacionada con el uso de nuevas tecnologías:
El tercero es la participación de nuevos actores colectivos, entre ellos las redes sociales, una sociedad civil más activa, instancias de los estados de la república y la Comisión de Cultura de la Cámara de Diputados que ahora determina a qué proyectos se destina parte del presupuesto cultural a través de los llamados “etiquetados”.
El investigador considera que “existen los propósitos de echar a andar una política cultural más acorde con los tiempos contemporáneos, sin embargo no están claros los cómos”. Menciona a guisa de ejemplo la Estrategia Digital Nacional lanzada la semana anterior por Enrique Peña Nieto, que tiene su correspondencia con la Agenda Digital del Conaculta pero no está claro cómo se desarrollará.
Peor aún, considera que la herramienta principal de acción del gobierno, “que nos refiere a los cómos”, es el presupuesto:
“Y ahora hemos vivido una definición del presupuesto en cultura no sólo tan compleja, opaca y poco sistemática como en otros años, estamos viendo incluso un retroceso en las partidas presupuestales a tal grado que ha sido necesario que los propios funcionarios del subsector cultura, que han tenido recortes en sus instancias, salgan a dar la cara y a decir que no es así. Sin embargo reina otra vez la opacidad, pues no está claro cómo no se van a hacer esos recortes… Finalmente no va a cambiar el presupuesto.”
Le parece poco halagador el regreso de viejas prácticas como las negociaciones personales entre las instancias administrativas de la SHCP y el Conaculta para recuperar partidas, lo considera como una práctica clientelar y discrecional.
Lamenta que mientras se anunció “con fanfarrias” un incremento para el sector educativo, con el cual se recupera la inflación y aumenta en términos reales, para el subsector cultural haya sido de apenas 3.4% más respecto del 2013, pues apenas se recupera la inflación. Es en su opinión una suerte de discriminación que “habla muy negativamente de las intenciones de la política cultural de este régimen”.
Dadas las explicaciones de los funcionarios acerca de que habrá recursos del Fonca y del programa de Agenda Digital, y luego de recursos de proyectos de transversalidad de la propia presidencia del Conaculta y de la Secretaría Técnica, abunda:
“Me parece que se refrenda mi idea de que están las propuestas de qué hacer, en este caso resarcir el recorte presupuestal, pero no los cómos… Van a ser parches y ver de dónde rescatan recursos, de otras partidas, otras asignaciones, no lo dudo, Conaculta tiene una serie de partidas que no están claras.
Seguramente, agrega, saldrán los recursos y al final se subsane el presupuesto, “pero esa no es la discusión, sino la falta de claridad, la discriminación al subsector cultural en el Proyecto de Presupuesto de Egresos de la Federación y que al no estar contempladas esas partidas de manera clara y eficiente se preste a una serie de negociaciones que tienen el problema de presentarse en un ámbito no público, sino en lo oscurito.”
El otro instrumento de la acción gubernamental, sigue, es la planeación y un programa de trabajo explícito y funcional, pues “en cualquier ámbito no sólo el cultural, una política pública debe ser clara y confiable”, pero aún se está en espera del plan sectorial. Supone que con las conmemoraciones por el 25 aniversario del Conaculta se dé a conocer aunque no es optimista respecto a sus contenidos por los elementos que ha descrito.
Considera como una “excelente iniciativa” la digitalización de la cultura, pero lamenta que esté subordinada al proyecto de digitalización nacional, pues éste tiene muchos problemas, uno de ellos que “está pensada acorde con los intereses de los grandes conglomerados televisivos y de comunicaciones”; además, “el sector cultural no es consultado al respecto, cuando estas formas de comunicación están incluidas en las industrias culturales, por lo cual debería haber un proyecto compartido”.
Sin embargo “son tan fuertes los intereses políticos y económicos de esos sectores, que arrastran a todos los demás. Y eso que estamos hablando de un proyecto de digitalización fundamental para el desarrollo económico y social del país. Es una lástima que un gran proyecto nacional responda, me atrevo a decir, a poderes de facto”.
Un insulto
Carlos Lara también hace su valoración del primer año de la nueva administración en el Conaculta en el contexto de los 25 años para señalar que desde entonces se arrastran “inercias buenas y malas”. Entre las segundas menciona el subejercicio y el estancamiento del presupuesto.
Doctorante en Derecho de la Cultura de la Universidad Carlos III de Madrid y coordinador con Eduardo Cruz Vázquez del libro 1988-2012 Cultura y transición, coincide con Ejea en que hay nuevas propuestas pero no se ha expuesto el cómo se cumplirá con los objetivos.
En su opinión ha habido acciones relevantes como el diagnóstico a los museos comunitarios, el seguimiento a los proyectos de digitalización iniciados en la administración pasada, el mejoramiento de centros históricos e infraestructura cultural, “que también es una política del sexenio anterior”, el registro de nuevos sitios arqueológicos y acciones en el extranjero como la restitución de un representante permanente ante la UNESCO, que se vio en algunos medios como resultado de un acuerdo con su directora Irina Bokova y no como parte de una línea de política cultural al exterior.
Otras acciones se han magnificado, cita el apoyo a las empresas culturales o industrias creativas en donde los medios de comunicación anunciaron un apoyo de 120 millones de pesos por parte del Conaculta, cuando en realidad se trata de recursos de la banca comercial “con un 12% de intereses, lo cual no es atractivo”.
En este mismo rubro ve un “nulo avance” en materia de transversalidad debido a la desarticulación de instancias como la Secretaría de Desarrollo Social, la de Hacienda, el Fondo Nacional para el Fomento de las Artesanías, que deberían trabajar en forma coordinada.
Lamenta también el asunto del presupuesto pues si bien, en su opinión, se pone orden al rubro “etiquetados”, siguen siendo “una medida transitoria y no un modelo estructural, ése es el problema. Hace falta la propuesta del ejecutivo para, junto con el legislativo, acabar con las coyunturas”.
Como a otros críticos, no le convencen los argumentos dados por los funcionarios en el sentido de que no habrá recortes de proyectos transversales, pues de otras instancias como el Fonca podrán obtenerse recursos:
“Sí, están metidos en el qué, no en el cómo. Para mí esto es equivalente a un insulto. Preguntabas si podemos hablar de un nuevo Conaculta, yo te diría ¡no! De cara a los 25 años sigue arrastrando esas inercias. Y lo veo como insulto porque si algo presumió este gobierno, igual en el tema económico, fue la experiencia. Eran los diseñadores del sistema político-administrativo y vemos que están llegando a reaprender, a acoplarse, están desencanchados.
“De este equipo esperaría más que explicaciones vagas. Esperaría que toda esa experiencia se hubiese reflejado en un mejor presupuesto, en un mejor trato al subsector cultura, en materia de derechos de autor, en incentivar y ampliar los beneficios del 226, ahora 183, por lo menos plantear las primeras líneas de la política fiscal para la cultura.”
El último punto que considera “la gran ausencia” es el programa sectorial. Rememora que el gobierno de Vicente Fox lo anunció ocho meses después de su llegada (agosto de 2001) y Felipe Calderón al año siguiente de su toma de posesión, en la segunda semana de diciembre. Y contrasta que el actual gobierno hizo más foros de consulta que los anteriores, y su equipo de transición logró reunirse con la Cámara de Diputados, así que documentos y propuestas no le han faltado.
“No puedo admitir que vayamos a terminar el año sin ese programa… Espero que el próximo año se pueda hacer un análisis más estructurado, que nos permitan ver en qué se están invirtiendo los etiquetados y qué impacto están generando. Mientras no se diseñe un esquema de gestión por indicadores y de administración por objetivos, no tendremos manera de evaluar y tamizar lo que se está haciendo en términos de impacto cultural, no de cobertura nada más, porque ahí la tecnología puede engañar, este no es un tema de cobertura sino de impacto: Que cambiemos realmente la manera de vivir en las comunidades.”
Ignorancia
Fundador del Circo Volador, el doctor en sociología Héctor Castillo Berthier, estudioso del Instituto de Investigaciones Sociales de la UNAM, habla a su vez de los vacíos en la política cultural. El principal es la educación artística:
“Es una de las áreas más desatendidas, más olvidadas. Hablo de las primarias, las secundarias, las preparatorias y sobre todo de las nuevas formas de incorporación de nuevas ofertas, nuevas demandas culturales, nuevas estrategias, de los colectivos, el arte alternativo, del paso del vandalismo del graffiti al arte urbano.”
Evoca que el periodista y escritor Carlos Monsiváis decía que la cultura era una labor secundaria del Estado “y sigue siendo así, hay un vacío gigantesco”. Le llama la atención que en el Programa Nacional de Prevención del Delito, Roberto Campa Cifrián, subsecretario de Prevención y Participación Ciudadana de la Secretaría de Gobernación y otros funcionarios, aseguren que se está impactando a través de programas sociales y se diga la frase: “Niño que toca un instrumento musical no toca un arma”.
Pues que realmente lo apliquen, pide, en lugar de que el Conaculta siga en sus líos burocráticos y de presupuestos. Interpreta la discusión sobre el presupuesto como un síntoma del papel secundario que se da a la cultura, del gran vacío en la educación artística y la desatención a los proyectos individuales de muchos jóvenes que, como los graffiteros, “tratan de encontrar una forma de asimilación, de aislarse de los problemas e incluso de encontrar actividades productivas, de empleo y de educación, a través del arte”, pero son marginados de las políticas culturales.
Se trata, enfatiza, de revalorar este tipo de expresiones que no tienen divulgación, entender que la educación artística debe iniciar en edades tempranas y ser constante, “sigue siendo inexistente, como un tallercito que de repente se da en algunas escuelas y en otras no y no pasa nada”.
Reprueba que el Conaculta entienda a la cultura más como expresión de las bellas artes. Habría que darle un giro, “hacer algo como lo que Paul Willis llamó la cultura común, que son todos los hábitos de nuestra vida, desde cuánta agua usas, cómo te alimentas, cómo saludas al vecino. Hay muchas formas de empezar a trabajar en nuestra cultura, nuestra educación. Ahí hay una veta gigantesca y tenemos el bono demográfico de un montón de jóvenes que no estamos sabiendo aprovechar”.
Una expresión del mal manejo, menciona, es cómo el gobierno para combatir la obesidad pone impuesto a los refrescos en lugar de impulsar un programa de acondicionamiento físico popular.
“Los problemas estructurales persisten: La alta deserción escolar de adolescentes entre los 15 y 17 años, no terminar las carreras universitarias, crecimiento de la informalidad, en fin, son problemas que a través de la cultura podrían tener una respuesta y desgraciadamente quizá tengamos buenos administradores pero poco sensibles y, sobre todo, poco conocedores de lo que está pasando realmente en el fondo del México profundo.”
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