FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS.
APATZINGÁN, Mich. Antes de que el martes 14 llegaran los miles de policías federales y soldados, la vida en esta ciudad histórica era distinta. Los jóvenes Caballeros Templarios se paseaban en autos deportivos de importación; iban y venían por las calles cobrando el diezmo obligatorio a todos los negocios y lucían sus armas sin que la policía o las autoridades municipales se les interpusieran.
Las efigies de Nazario Moreno El Chayo, el santo de Los Caballeros Templarios que los pobladores dicen que está vivo y el gobierno afirma murió en el 2010, competían con la de la santa patrona de la ciudad, la Virgen de la Candelaria en Acahuato.
“La ciudad es un pandemónium”, afirma el padre Gregorio López, vicario de la diócesis de Apatzingán, quien informó que el pasado sábado al mediodía fue sujeto de un atentado de muerte y que la Policía Federal abatió a cinco de sus agresores. Aunque no precisó en qué lugar fue el ataque.
El gobierno federal afirma que ya recuperaron la ciudad y que con sólo la presencia de los policías y militares, con los rondines que hacen por los barrios ya la tienen bajo su dominio.
Pero los Templarios siguen ahí, se pasean por el zócalo vestidos de paisanos, sus redes de información hechas de vendedores, boleros, taxistas, comerciantes permanece y ya los desafiaron en dos ocasiones. El miércoles quemando una farmacia y ese mismo día por la noche baleando la sede de la Procuraduría General de la República (PGR).
“La ciudad es un velero a expensas del viento y en cualquier momento se desmorona. Apatzingán hoy es una veleta del demonio, hay un pandemónium aquí en la ciudad. Todo mundo es autoridad, un chiclero con un cuchillo o una pistola se siente que puede matar, aquí todo el mundo manda. Si alguien en la calle le quiere quitar el celular a una gente se lo tiene que dar”, dice el padre Goyo.
“Ellos, los Templarios, mandan”, sostiene el sacerdote que el martes en la tarde, poco antes de que llegara a Apatzingán el gobernador Fausto Vallejo en medio de un operativo de seguridad policiaco y militar, le dijo a un soldado que en el zócalo estaban los Templarios. Los señaló y hasta les dijo cómo se llamaban y la respuesta fue seca: “No tenemos órdenes de detención”.
La impunidad de Los Caballeros Templarios viene con el solapamiento de las autoridades municipales, asegura el vicario. “Hay que decir sus nombres, bautizarlos, llamarles por sus nombres y no andar diciendo que es un grupo criminal como les dice el gobierno, ¡No! Hay que decir quiénes son”.
Sin tapujos el padre Goyo señala a las autoridades que están coludidas y respaldan a Los Caballeros Templarios. “El presidente municipal, Uriel Chávez Mendoza es sobrino de Nazario Moreno y no puede darle la espalda a su tío. Aunque lo pongan contra la espada no lo puede traicionar. Lo mismo que el regidor Isidro Villanueva Moreno, primo hermano de El Chayo”.
En Apatzingán, Los Caballeros Templarios están en sus casas. Sus líderes en las montañas. Pero la estructura de organización sigue en las calles y siguen imponiendo su ley a los comerciantes a quienes les dijeron que no abrieran sus negocios.
“Aquí el dios es El Chayo, el que manda y decide es él. Con mucha tristeza lo decimos. Hasta se hizo santo y se mandó a hacer imágenes para que lo gente lo adorara”. El padre hace referencia a las capillas con un busto en su interior que el líder de Los Caballeros Templarios se mandó a hacer a la entrada de los pueblos de Tierra Caliente que estaban bajo su yugo y que los grupos de autodefensa se han encargado de destruir cuando entran a liberarlo.
Al margen del operativo militar y policiaco, el padre Goyo ha empezado a hacer una especie de exorcismo contra la maldad de Los Caballeros Templarios que se ha apoderado de Apatzingán. El sábado hizo una misa para la Virgen de la Candelaria en Acahuato y una procesión en la que llamó a la población a participar en su liberación “con responsabilidad y dignidad lo que es suyo hasta con un garrote”.
Esperanzado en que habrá respuesta de los feligreses, sostiene: “Hasta el diablo huye cuando un hombre de fe se pone de pie. Eso es lo que estamos convocando como Iglesia”.
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