martes, 21 de enero de 2014

Daña a miles el envenenamiento de la presa Endhó

FUENTE: LA JORNADA.
AUTOR: ALMA E. MUÑOZ.

Inacabable foco de infección. Desde hace 38 años recibe aguas negras del DF y el valle de México.

Tula de Allende, Hidalgo. A unos 20 minutos de este lugar, donde se encuentran los Atlantes de la cultura Tolteca, se localiza la presa Endhó, la cual recibe alrededor de 3 mil 456 millones de litros de aguas negras diariamente, procedentes del Distrito Federal y el valle de México.

Ubicado al sur del Valle del Mezquital, a 85 kilómetros de la ciudad de México, el depósito fue condenado, desde hace 38 años, a recibir las aguas residuales de la capital del país, que son transportadas por el río Tula.

El hedor que desprenden sus aguas es insoportable y afecta de manera directa a 17 comunidades asentadas a su alrededor, donde habitan unas 40 mil personas. 



Pero también son apreciadas por los campesinos por sus cualidades para el riego de sus siembras de hortalizas, maíz, alfalfa, jitomate, frijol, chiles, calabazas y forrajes, entre otros productos del campo, ya que los mismos desechos orgánicos se reutilizan como abono, comenta el profesor Jorge Jarillo, habitante de la cabecera municipal.

Con esas aguas se irrigan unas 100 mil hectáreas de los distritos de riego 3 de Tula, y 100 de Alfajayucan, involucrando a 250 mil habitantes de 28 municipios del Valle del Mezquital, según la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales en Hidalgo.

En cambio, el paso y depósito de las aguas residuales causan afecciones gastrointestinales, respiratorias, dermatológicas y cancerígenas entre los habitantes de este lugar y de los municipios aledaños, como Atotonilco de Tula, por donde discurre el río Salado, uno de los afluentes del río Tula.

Nicerato Castillo, presidente de la Unión de Campesinos Progresistas afectados por la presa Endhó, explica: Hay casos de niños que nacen sin cerebro (anencefalia) y varias personas con cáncer por la contaminación en que vivimos, y no tenemos servicios de salud para que sean atendidos ellos ni los que tienen asma, tumores malignos, leucemia, etcétera; aunque tenemos años pidiendo que se construya un hospital regional en el centro de los pueblos ribereños.

Asegura que las aguas negras ya se filtraron a los pozos El Torreón y Pedro María Anaya, que abastecen de agua potable a las comunidades vecinas a la presa, como La Loma, San Pedro Nex­tlalpan, La Ermita, Santa María Daxthó, Xijay de Cuauhtémoc y Pedro María Anaya.

Castillo respalda su dicho con un dictamen que la Comisión Nacional del Agua (Conagua) le hizo llegar en 2007 con los resultados de una serie de análisis realizados al agua de los pozos: “El Torreón contiene nitratros, bacterias, protozoarios, virus y otros microorganismos; mientras el de San Pedro ha sido contaminado con nitratos y otras sustancias que ponen en riesgo la salud de todos.

Pero ninguna medida se ha tomado para solucionar el problema, a pesar de que el referido documento de Conagua asienta que los nitratos pueden causar metahemoglobinemia en los lactantes y su origen se remite a la influencia de aguas residuales o el uso excesivo de fertilizantes a base de nitrato en la agricultura.

La metahemoglobinemia pu­e­­de causar coloración azulada de la piel, dolor de cabeza, fatiga, dificultad respiratoria, falta de energía, hasta retraso en el desarrollo, en el crecimiento, discapacidad intelectual y convulsiones.

Agua dulce y deportes acuáticos

La presa Endhó fue construida entre 1947-1952, y en un principio concentró agua dulce proveniente del río Tula. Ahí se practicaban deportes acuáticos y la pesca, hasta que pasó a convertirse, en 1975 –durante el sexenio de Luis Echeverría Álvarez y cuando Octavio Sentíes Gómez era jefe del Departamento del Distrito Federal–, en depósito de las aguas cloacales del valle de México y de la capital del país, que diariamente expulsa casi 40 mil litros de aguas negras por segundo. Abarca mil 26 hectáreas y tiene capacidad para almacenar hasta un millón 198 mil metros cúbicos de agua.


Matías Castillo Barrera, originario de Pedro María de Anaya, uno de los municipios ribereños del embalse, cuenta que, por el nivel de contaminación, a los campesinos se les han muerto sus borreguitos y otros animales en la orilla del depósito; de pronto se truenan al beber agua y comer en los prados circundantes.

Aun así, es común ver caballos pastando en la ribera y perros bebiendo el agua infectada, sobre todo cuando baja el nivel de la presa, lo que además deja al descubierto millones y millones de botellas de pet en el suelo, que se van por el desagüe del valle de México y el Distrito Federal hasta el río Tula y a sus afluentes en el estado.

El río Tula, por supuesto, está altamente contaminado. Transporta 409.42 millones de metros cúbicos anuales de aguas residuales. La peste se extiende cuando uno se acerca a su ribera, atestada de basura, con la consecuente proliferación de zancudos, moscas, ratas, cucharachas y más, frente a asentamientos habitacionales en sus márgenes. Se trata de viviendas de precaristas, entre las que se encuentran casas de ladrillo y cemento.

El hedor se percibe en el camino que lleva del centro del municipio a su zona arqueológica, donde se encuentran los Atlantes –colosales estatuas de la cultura tolteca–, y que representan la principal atracción turística de Tula de Allende.

En junio, Honorato Rodríguez, titular de la Secretaría de Medio Ambiente y Recursos Naturales de Hidalgo, reconoció que el río representa el mayor riesgo de contaminantes para el agua y, de no tratarse, el problema generará polución con efectos durante más de medio siglo.

Uno de los afluentes del Tula, el río Salado, también contribuye a llevar altos índices de polución a otros municipios hidalguenses, como Atotonilco de Tula, por donde atraviesa, a menos de una hora de la presa Endhó.

Este río posee una estremecedora cascada de aguas negras que produce una gran capa flotante de espuma con bacterias, virus, hongos y parásitos, en medio de fétidos olores que impregnan el lugar.

Martha Monterrubio Hernández, regidora del ayuntamiento y parte del Movimiento Ambientalista Pro Salud Apaxco-Atotonilco, vive a unos pasos de él, y apenas se acerca a la ribera sus ojos se enrojecen y empieza a tener secreciones.

Tiene 32 años y recuerda que siempre ha visto el río con aguas negras, porque no recibe mantenimiento estatal o federal, pero cuenta con rudimentarias trampas hechas por campesinos, a base de alambre y fierros, para frenar el paso de envases de plástico y basura a la zona agrícola, que se riega con esas aguas.

Para dar una idea del nivel de contaminación del río, cuenta que en marzo de 2009 diez hombres fallecieron por intoxicación al introducirse en el pozo de rembombeo de las aguas negras de la comunidad El Refugio –ubicado a unos 10 metros de la cascada- para darle mantenimiento.

Pero la alta concentración de gases venenosos provocó que los hombres quedaran como petrificados, con los ojos completamente abiertos, desorbitados, y las manos engarrotadas, como queriendo agarrarse a algo. Relata que inicialmente tres hombres se encargarían de la labor, pero al ver que no salían, otros fueron bajando para verificar lo que pasaba, hasta que sumaron 10 los muertos. Campesinos y autoridades locales ayudaron a rescatar los cuerpos.

En ese entonces, Conagua explicó –en un comunicado de prensa– que el grupo de personas pretendía realizar labores de limpieza y mantenimiento del Sistema de Riego para Bombeo –en el pozo con 28 metros de profundidad– sin autorización.

Édgar Reyes, presidente municipal de Atotonilco de Tula, sostiene que la problemática ambiental en la región propicia que casi 50 por ciento de la población sufra enfermedades respiratorias y en los ojos.

Me refiero a conjuntivitis y rinitis alérgicas, asma, males de la piel, ocasionados por la exposición a sustancias químicas o polvos emanados de la industria de la zona. Además, tenemos casos graves de padecimientos gastrointestinales y un aumento considerable de enfermedades de tipo cancerígeno.


Así, los habitantes de las comunidades aledañas a la presa Endhó luchan por su sobrevivencia en esta podredumbre, entre la peste y las plagas, al lado de un enorme e inacabable foco de infección.

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