martes, 18 de febrero de 2014

“El capitalismo nos ha llevado a un nuevo siglo XIX”: Almeyra

FUENTE: LA JORNADA.
AUTOR: Blanche Petrich.

El EZLN despertó la conciencia de la población, señala. Lo principal en la vida es responderle a la conciencia, independientemente de si se logran o no los objetivos. Lo importante es la lucha por lograrlo, y la capacidad de sacar de la experiencia un balance crítico para no repetir los mismos errores

Guillermo Almeyra, argentino trashumante, llega a los 85 años de edad con un libro que escribe para los jóvenes: Militante crítico: una vida de lucha sin concesiones, donde relata los contextos de cada época, cada uno de los países donde transcurrieron sus 70 años de militancia de izquierda, 26 de éstos en partidos trotskistas.

Con su mirada de crítico sistemático y erudito en la teoría marxista, pero ya libre de ataduras partidistas, como un cane sciolto, perro sin correa, relata los momentos más esperanzadores y las derrotas más dolorosas de las izquierdas en Argentina y México.

Y de ellas platica en entrevista con La Jornada, con su visión de largo plazo; desde ese mirador de la historia que le hizo responder a Zhou En Lai, el líder de la revolución china (1949-1979), su opinión sobre la revolución francesa (1789): Es demasiado pronto para juzgarla. Almeyra dice algo parecido, después del recuento de las derrotas de todas las experiencias revolucionarias que analiza: Uno no siembra para hoy, se siembra para mañana.
La de Almeyra, catedrático en la Universidad Autónoma Metropolitana (UAM), la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y analista en este diario, es una vida de militante, de productor de teoría política, de periodista. Siempre con una meta: el futuro socialista. De Argentina a Brasil, luego Italia, Yemen, México, Argentina e Italia de nuevo y de regreso a México. Casi siempre haciendo un recuento de fracasos y errores.

“Lo principal en la vida –dice, sin sombra de derrotismo– es responderle a la conciencia, independientemente de si se logran o no los objetivos. Lo importante es la lucha por lograrlo, y la capacidad de sacar de la experiencia un balance crítico para no repetir los mismos errores. Lo que he vivido, con plenitud y conciencia, lo volvería a vivir”.

–En el mundo moderno los avances de las sociedades sí se miden por las victorias y los fracasos. No poder contar con éxitos medibles en los avances sociales y políticos lleva un riesgo de frustración, de parálisis...

–En efecto, pesa mucho el poder contar con un punto de referencia victorioso, con perspectiva de futuro amplio. Pero la vida es así. En América Latina las guerras de independencia, aun antes de 1810, están marcadas por derrotas impresionantes. Cuando descuartizaron a Tupac Amaru en el Tihuantisuyo el terror desalentó a unos cuantos. Pero también alentó a otros. La resistencia no acabó ahí.

–Estadísticas y análisis revelan que hoy, a escala global, la desigualdad es la mayor que ha habido en la historia. ¿Este es un caso en el que las revoluciones se hacen necesarias?

–El capitalismo nos ha llevado a una especie de nuevo siglo XIX. Las condiciones de vida de las novelas de Charles Dickens son las de hoy. Se roban niños para vender partes, se les explota como máquinas, hay feminicidios, trata de mujeres a gran escala, esclavitud contemporánea. De la conquista de las ocho horas laborales nos hemos olvidado. Para poder vivir hay que trabajar por lo menos 14 horas.

“Y todas las víctimas de estas condiciones no están pensando en que viven en el mejor de los mundos posibles; por supuesto que están pensando cómo salir de esta situación. Llegará el momento en el que, como en la revolución francesa, la gente piense que es buena idea cortarle la cabeza al rey.

Los cambios radicales no son deseados, pensados; son impuestos por una realidad que transforma a la gente. Fue la realidad del porfirismo lo que hizo que un caballerango de hacendados se transformara en un revolucionario, como Emiliano Zapata.

Crítica a Marcos, a AMLO, a Cárdenas

En 1995, después de ser testigo del auge y el declive de la izquierda italiana que con el Partido Comunista alcanzó a tener una tercera parte de la votación electoral para luego desplomarse, Almeyra regresa a México para su segunda y definitiva residencia.

“Yo era dirigente, entonces, de un pequeño partido a la izquierda del PC, Democracia Proletaria. Y ahí estaba cuando el movimiento zapatista, y escribí el primer libro en italiano sobre el zapatismo, y quizá en México mismo. Y al año siguiente volví a México para trabajar en la UAM y reincorporarme a La Jornada, de donde era corresponsal en Italia.

Hizo la crítica del zapatismo y entró en contradicción con el subcomandante Marcos.

–Al levantamiento zapatista lo apoyé desde el prinicpio. El Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) despertó la conciencia de vastos sectores de la población mexicana de que era posible luchar contra el neoliberalismo, buscar una alternativa a las medidas neoliberales y defender los espacios democráticos. Lo que critiqué en Marcos y el EZLN fue su falta de una visión nacional, su decisión de quedarse en Chiapas cocinándose en su propia salsa, su falta de visión de hacer unos cuantos acuerdos sobre puntos transitorios con otras fuerzas, para tender a organizar a la inmensa mayoría mexicana. Critiqué sobre todo que identificara falsamente a Andrés Manuel Lopez Obrador (AMLO) con el salinismo.

Y critiqué también a la dirección del PRD y al movimiento de Cuauhtémoc Cárdenas. Había que confluir con el zapatismo.

–Y sucedió todo lo contrario. Hubo divergencias entre el zapatismo y el PRD, y AMLO. Divergencia entre AMLO y el PRD. Divergencia entre AMLO y Cárdenas. ¿A qué va a llevar esta división?

–Este darle la espalda al país real los va a llevar al desprestigio de sus líderes. A López Obrador, que sí moviliza a las masas, lo va a llevar a desperdiciar ese potencial. Creer que en esta época de reducción de espacios democráticos y destrucción de conquistas pueden concederte elecciones libres es una utopía total. Conozco a López Obrador y sé que es un hombre honesto y combativo, temido por el establishment. Pero con una gran limitación política: no le interesa lo que pasa en el mundo, no se preocupa ni ha apoyado lo que pasa en otros países de América Latina. Es un líder que busca apoyo popular para hacer políticas más favorables a los sectores populares, pero con una visión conservadora, cuando lo que hay que hacer ahora es una política de ruptura y de resistencia.

Y el PRD, que tiene una dirección corrupta y reaccionaria, trata ahora de hacerse una nueva virginidad buscando a Cárdenas como dirigente máximo. Si Cárdenas se compromete con eso se va a cubrir de lodo.

Argentina, de Perón a Kirchner

–Después de las dictaduras militares, de la sucesión de gobiernos peronistas –Menem, Duhalde– estalla la crisis en Argentina, y en ese contexto llega al poder Néstor Kirchner. También es crítico de ese modelo.

–Sí, Kirchner llega dentro de un partido de corruptos y bandidos, establece una política social con base en dádivas. Kirchner, y ahora Cristina Fernández, no desarrollan organización ni conciencia; mantienen con los trabajadores una relación de dependencia, pero también mantiene una relación de acuerdos con las empresas y las dirigencias sindicales charras. Ofrece subsidios, pero salarios reales bajos. Llegamos a una situación donde esto ya es un modelo insostenible.

No toca los intereses de las grandes empresas que controlan 80 por ciento de la producción y consumo, ni las corporaciones que exportan los productos que generan los grandes ingresos. La gran minería y los bancos no pagan impuestos. ¿Cómo puede mantener así una política asistencialista, paternalista?

–¿Por qué, entonces, el interés de esos empresarios en desestabilizar el gobierno de Fernández?

–Estos grupos monopolistas no trabajan para el mercado interno; trabajan para la importación, no les importan los niveles de salario o de ocupación. El gobierno mantiene una política neoliberal de pago de deuda, pero quiere que los exportadores de grano paguen impuestos. La desestabilización es para obligar al gobierno a profundizar las medidas que les favorecen. Es, en suma, un conflicto entre dos sectores de la burguesía.

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