FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS.
MÉXICO, D.F. (apro).- El gobernador de Veracruz, Javier Duarte, quisiera el silencio de los periodistas en la entidad, que toda la información publicada fuera a su favor y que todos los diarios y reporteros destacaran su figura regordeta y resaltaran las obras de su gobierno. En el peor de los casos, preferiría que mejor no informaran.
Ningún gobernante en México, y seguramente en el mundo, tiene el nefasto récord del priista: 10 periodistas asesinados, cuatro desaparecidos y 132 ataques contra la prensa estatal, según ha documentado la agrupación de protección a periodistas Artículo 19.
Sólo en lo que va de este año, tres periodistas desaparecieron en Veracruz, incluido Gregorio “Goyo” Jiménez, cuyo cuerpo fue localizado ayer en una fosa en Las Choapas.
Vaya récord del gobernador que no hace mucho, el 2 de abril del año pasado, fue reconocido por una organización denominada Asociación Mexicana de Editores de Periódicos (Amex), como “protector” de la prensa.
Con una sonrisa apretada, ese día Duarte recibió el reconocimiento y dijo: “Los editores y periodistas aquí reunidos han buscado siempre pugnar por la libertad de expresión, condenar toda acción contraria a este derecho, velar por la preservación de los valores fundamentales de la sociedad y ejercer un periodismo ético, íntegro, valiente y apasionado”.
El reconocimiento de la Amex “significa mucho para Veracruz y para mi gobierno”, porque “nos confirma que en la defensa y respeto de la libertad de expresión vamos por la ruta correcta y que en la protección a los periodistas respondimos con oportunidad y acciones concretas a un gran desafío que juntos estamos superando”, dijo ufano el gobernador.
Para entonces iban nueve periodistas asesinados en su estado. Hoy suman 10.
La impunidad en Veracruz es el sustrato en el que se mueven las bandas criminales y las autoridades para acallar a la prensa. No hay entidad en el país donde la prensa haya sido castigada como en ese estado, donde el PRI ha gobernado siempre.
El año pasado, cuando Duarte se atrevió a ir a Proceso para asegurar que el asesinato de nuestra compañera Regina Martínez sería aclarado, los reporteros que estábamos ahí lo encaramos y le repetimos lo que Julio Scherer ya le había dicho: “¡No le creemos!”.
Hoy, con el caso de Gregorio Jiménez, le volvemos a decir “¡No le creemos!”
No le creemos que haya sido una venganza, no le creemos que en el caso de Regina fuera un asalto, tampoco que en los otros casos los periodistas hayan sido asesinados porque estaban involucrados en cosas ilegales o simplemente estaban en el lugar menos indicado. Ya nadie le cree al priista.
Javier Duarte quisiera tener de cómplice al silencio y una bolsa llena de dinero para acallar las voces de decenas de periodistas que no sólo en Veracruz, sino en todo el país, así como en Estados Unidos, Centro y Sudamérica, Europa y otros lugares, se unieron a la campaña pidiendo la aparición con vida de Goyo.
Pero con nada podrá acallar esas voces que le replicarán, esté donde esté y vaya donde vaya, que es y será el gobernante más peligroso para la libertad de prensa. Y así habrá de aparecer en los libros del periodismo en cualquier parte del mundo. Ese será su legado.
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