FUENTE: REVOLUCIÓN 3.0/ REVISTA Hashtag.
Por muchas generaciones hemos sido testigos de esa cruda, tentadora y resignante declaración: ¡como están las cosas en el país
!, y en efecto, las cosas en el país siempre han estado de alguna manera.
Pero esta expresión tiene un sentido ligado íntimamente con nuestras esperanzas y, más intensamente, con nuestras decepciones. La desilusión es parte de nuestro paisaje cotidiano, mucho antes que la violencia. Parece que la esperanza no termina de salir de la caja de Pandora.
Pero pensemos un tanto más, sólo lo necesario para descubrir qué significa que “el país esté así”, y si logramos escalar este escalón podremos caminar al siguiente, donde reflexionaremos otro tanto sobre qué es lo que, de facto, en el diario, en la cotidianidad, ha sucedido mientras “el país ha estado así”.
A continuación otra desilusión, pues no hablaré de lo conformistas que somos o de la idea que sigue a la primera declaración que he mencionado, pues es inevitable que nuestro pensamiento lleve unida a la idea de ¡como están las cosas en el país
!, aquella otra de ¡y nadie hace nada!; acto seguido echamos el saco al hombro, arrastramos los pies y seguimos caminando, gritando para nuestros adentros miles de desparpajos repartidos entre quienes tienen a este país así y quienes no hacen nada para cambiarlo.
En cambio, es necesario apuntar que, sin intenciones esperanzadoras u optimistas, la vida social sigue organizada, aún ahí en los lugares donde el olvido ha hecho su casa. La vida de las comunidades, los pueblos y las ciudades tiene un curso, una pauta de acción que nos permite mantenernos más o menos con vida. Incluso las comunidades más afectadas por la violencia del narcotráfico (y del Estado) asumen una decisión que los aglutina, ya sea apegarse a las prácticas de la delincuencia o formar grupos de defensa colectiva. Es decir, pese a que el país “esté como esté” la organización social sigue articulándose, pues en el fondo está el hecho de procurar bienestar para cada uno y su familia, y el interés más básico destinatario de la protección es algo que conocemos como “vida”.
¿Qué significa todo esto?, ¡exacto!, justo eso que estamos pensando, que aún ahí, en esos lugares y tiempos donde los grandes programas sociales de nuestro Estado Mexicano y sus bondadosas manos cubiertas de ley y justicia no son capaces de llegar o no lo han hecho de forma eficaz; incluso en esos lugares de los cuales muchos hemos predicado la ausencia del gobierno, ahí también hay organización. Sólo basta mirar los alrededores de nuestras colonias, barrios y pueblos para saber que, sobre la indiferencia generalizada que habita muchos de nuestros corazones, tenemos la necesidad de obtener un beneficio de la organización colectiva, aunque sea en los casos límite en que la necesidad sólo incluya mejorar el drenaje, poner un poste de luz, tapar un bache, organizar los lugares de estacionamiento o hacer la fiesta del pueblo, hasta actividades poco más complejas como hacer una asamblea para elegir representantes o impedir la construcción de un supermercado, una autopista o defenderse de los delincuentes formando grupos vecinales de vigilancia.
Así es. La gran sorpresa es que, aun en la ausencia del Gobierno, seguimos tomando decisiones, como individuos, familias, vecinos o ciudadanos. Algunas de esas decisiones han logrado llegar más allá de una simple necesidad de organización para convertirse en una forma de vida. El caso actual, quizá el más paradigmático por el origen de su nacimiento, es el surgimiento de autodefensas a lo largo y ancho de nuestro país (este será tema de un análisis posterior). Lo que me interesa destacar es que hay una respuesta positiva (no optimista, sino positiva en tanto que nos lleva a la acción y no a la indiferencia) a la declaración de ¡y nadie hace nada! La respuesta es que, de facto, sí hacemos algo; todo el tiempo en todos los lugares se está haciendo algo. Ese “algo” es lo que permite a los individuos subsistir incluso cuando el Gobierno es un total desconocido.
Actualmente también ha surgido una iniciativa social que se ha autonombrado (sin ayuda del gobierno) Congreso Popular. ¿Cómo entender esta idea?, ¿acaso es otro manotazo al aire para saber si, “en una de esas”, el gobierno voltea la mirada hacia las personas que dice gobernar? Creo que la idea debe ser tomada con mayor seriedad. El origen de un congreso popular es la utilización de esas cosas que hacemos todos, todo el tiempo, para subsistir (hacer por nuestra vida) aun, y primordialmente, cuando el Gobierno no hace acto de presencia. Es el hecho de tomar con seriedad las cosas por las que nos preocupamos a diario, por las cuales nos sentimos mal y a las cuales buscamos soluciones; la mayoría de esas cosas involucran a nuestros vecinos, nuestras comunidades, nuestros municipios y nuestros Estados: la inseguridad, el desempleo, la pobreza, la infraestructura. Todo ello porque tenemos la curiosa necesidad de salir de nuestras casas a diario para dirigirnos a un empleo, obtener un ingreso y así poder comprar, como mínimo, la comida de la semana.
El Congreso Popular es un esfuerzo por dar razón y existencia a las formas que elegimos para organizarnos y cumplir con el (cada vez más caro) deseo de vivir. La organización entonces no se encuentra en esos espacios llamados congresos (federal o local) donde habitan algunos personajes que conocemos como políticos, y de los que poco conocemos sus prácticas cotidianas. Esos para los cuales el Gobierno sí existe y acude a ellos cuando falta luz en sus casas o cuando sus calles están mal pavimentadas. Ellos han tomado para sí el derecho de gobernar, gobernarse y gobernarnos, sin darse cuenta de que de facto (no porque lo deseemos sino por la terca necesidad de vivir), más de la mitad del país se gobierna a sí mismo, pues no puede decirse que ahí donde hay más de 60 millones de almas, que estamos en pobreza o pobreza extrema (valga un limón la diferencia), el Gobierno esté presente.
No digo que el Gobierno sea innecesario. Digo que el gobierno más eficiente es el que usamos para solucionar nuestros problemas diariamente; ese gobierno que dice ¡donde como uno comen dos!, el que dice al delincuente ¡cuidado, los vecinos unidos estamos vigilando!, ese gobierno que dice #posmesalto, ese otro que se hace en las escuelas ¡mamás, cuidemos a nuestros hijos!, o el que dice #micuerpoesmio, y hasta ese gobierno de justicia que todos hemos visitado en los momentos de miseria ¡todos somos hijos de Dios! Este es el gobierno que decidimos darnos en el momento que no tuvimos más opción.
Aquí queda pues la reflexión y la tarea de esta iniciativa, de este congreso popular que, más allá de ser un proyecto es una práctica cotidiana de organización. Su obligación, que es la obligación de todos es dar (darnos) voz y, ahora sí, voto.
no se como se voto en este congreso pero termino una vez mas en utilizar el metodo de siempre como base marchas mega plantones manifestaciones eso en principio no es malo si eso va a ser lo maximo que se hara el fracaso una vez mas esta asegurado
ResponderEliminar