FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS.
MÉXICO, D.F. (apro).- Una grabación de radio era la prueba con la que el gobierno panista de Felipe Calderón afirmó que en diciembre de 2010 Nazario Moreno, El Chayo, había muerto en un enfrentamiento con las fuerzas federales.
Los entonces secretarios de Gobernación, Alejandro Poiré, y de Seguridad Pública, Genaro García Luna, repitieron esta mentira hasta convertirla en la verdad oficial. Pero en Michoacán todos decían que El más loco seguía vivito y coleando.
Durante dos años la versión oficial de Calderón Hinojosa era que el fundador de los Caballeros Templarios había dejado de existir y que su puesto lo había ocupado Servando Gómez, La Tuta. Cuando Enrique Peña Nieto recuperó la Presidencia para el PRI, El Chayo siguió “muerto” pero en Michoacán insistían en que estaba vivo y hasta había testigos que lo habían visto en fiestas y caminando por algunos poblados.
Con toda irresponsabilidad, en su quinto informe de gobierno Calderón informó al país que Nazario había caído en una refriega con agentes de la SSP a cargo de García Luna, reconocido por crear escenarios falsos, como la detención de Florence Cassez o la del supuesto “aeropirata hondureño”.
En el colmo de la verdad oficial, la Procuraduría General de la República (PGR) publicó una foto del fundador de los Caballeros Templarios como “presunto muerto”.
Pero Nazario no había fallecido, incluso se había santificado a sí mismo mandando a hacer un busto con su imagen, con ciertos rasgos de Jesucristo y una espada de los Templarios en las manos cruzadas sobre el pecho, efigie que mandaba a colocar en capillas a las entradas de los pueblos donde su voluntad era divina.
A manera de broma, el corresponsal de Proceso en Michoacán, Francisco Castellanos, decía que Nazario era el único Santo vivo. Y en surrealismo michoacano (y mexicano) así era.
Los gobernadores Leonel Godoy y Fausto Vallejo no desmintieron la versión calderonista de la muerte del jefe templario. Hicieron mutis y dejaron que las voces de la gente, afirmando la existencia de El Chayo, se convirtieran en leyenda.
Fue grave la irresponsabilidad del gobierno de Felipe Calderón y la de Godoy y Vallejo que, por sostener como verdad una mentira, provocaron más confusión en la opinión pública y el descrédito social en Michoacán ¿Cómo creerle a alguien que a todas luces miente?
Fue hasta la aparición de los grupos de autodefensa ciudadana, el 24 de febrero de 2013, cuando las versiones de que El Chayo estaba vivo comenzaron a ser tomadas en cuenta. Sobre todo cuando el líder de estos grupos, José Manuel Mireles, exigió la pruebas de que el capo estaba muerto.
Ahora que el gobierno de Peña Nieto informó que estaba vivo pero que ahora sí ya fue abatido en un enfrentamiento con elementos de la Marina, queda la duda de por qué Calderón y los gobernadores de Michoacán mantuvieron la falsedad de la muerte de Nazario desde 2010. ¿Por qué y para qué encubrirlo? ¿Por miedo al ridículo o por intereses económicos y políticos? ¿O por miedo a que el “resucitado” hablara desde el más allá y revelara las alianzas, convenios, contratos, con gente del más acá?
Si así fue, esos secretos ya se los llevó Nazario, el santo de los Caballeros Templarios que “resucitó” al tercer año de muerto oficialmente por un gobierno calderonista totalmente desacreditado.
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