FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JESÚS CANTÚ.
MÉXICO, D.F: El anuncio de Josefina Vázquez Mota de que no contenderá por la presidencia del Comité Ejecutivo Nacional del Partido Acción Nacional, la incapacidad de los candidatos opositores para lograr un acuerdo que conduzca a conformar un frente único, y la consolidación de una estructura burocrático-partidista comprometida con el actual dirigente nacional, son los tres elementos que permiten vaticinar desde hoy, antes de que se cierre el periodo de registro, que Gustavo Madero conseguirá reelegirse al frente del blanquiazul.
Tras la derrota en los comicios presidenciales de 2012, Madero enfocó sus baterías a construir el andamiaje que le permitiera controlar al partido y asegurar su reelección.
Para ello intercambió favores y complicidades con diversos grupos panistas en todo el territorio nacional que le permitieran manejar los órganos directivos nacionales y estatales; impulsó reformas a los documentos básicos del panismo; concertó acuerdos con el círculo cercano al presidente Enrique Peña Nieto, y se aseguró de retener la gubernatura de Baja California.
El resultado es que –así lo ha destacado la excandidata presidencial blanquiazul–, “como se ha estructurado el proceso de elección existen prácticas contrarias al poder del voto del militante que afectarán el resultado”. Es decir, lo que se avecina es un proceso que asegura el triunfo de su actual dirigente.
Sin embargo, como también advirtió Vázquez Mota al anunciar su decisión de no competir, se corre “el riesgo de frustrarse por la crispación y el arrebato de la competencia. Las posibilidades de una nueva etapa de diálogo, solidaridad y concordia entre los panistas no se avizoran. Por el contrario: La elección se ve amenazada por la exacerbación y la segmentación del partido y por una lamentable radicalización de los intereses de grupo”.
Así que el desenlace del primer proceso de elección de un dirigente nacional abierto a la participación de todos los militantes del blanquiazul puede convertirse en el inicio del fin. Los tres principales partidos políticos nacionales (PRD, PRI y PAN) han mostrado, en diferentes momentos, su incapacidad para organizar procesos de elección internos incuestionados.
Los dos primeros ya pagaron muy altos costos por ello: El PRD comenzó su etapa de desmembramiento el 16 de marzo de 2008, precisamente por la imposibilidad de resolver las diferencias que ocasionó el proceso de elección en el que compitieron Jesús Ortega y Alejandro Encinas; y el PRI recibió igualmente su factura con la debacle electoral que lo llevó al tercer lugar en la elección presidencial del 2006, tras los desacuerdos y conflictos que culminaron con Roberto Madrazo en la presidencia del CEN, en marzo de 2002. Aunque en este caso sí hubo posibilidades de recomposición.
El PAN ya dio muestras, en 2005, de que sus militantes también recurren a las viciadas prácticas de manipulación electoral en el proceso de selección del candidato a la Presidencia de la República; pero hasta ahora, con nuevos estatutos, se pone a prueba en una elección de dirigencia nacional. Y aun antes de que concluya el proceso de registro de candidatos, las diferencias entre los diversos grupos ya se exacerbaron; las renuncias a la militancia partidista ya empezaron; y las denuncias, incluso ante instancias no partidistas, comenzaron a interponerse.
La inviabilidad de un acuerdo entre los círculos que apoyan a Josefina Vázquez Mota (quienes finalmente optaron por retirarse de la contienda, no pronunciarse como grupo por ninguno de los posibles candidatos y dejar en libertad a sus seguidores de decidir individualmente su voto), a Ernesto Cordero (claramente identificado con el expresidente Felipe Calderón), a Juan Manuel Oliva (representante del ala más conservadora del panismo) y a José Luis Luege, es una muestra clara y contundente de que hay intereses grupales que superan con mucho la búsqueda de un fortalecimiento del partido.
Madero y las agrupaciones que lo respaldan ya dejaron constancia de que están dispuestos a recurrir “a la corrupción, la opacidad, el acarreo, la afiliación masiva, la compra y coacción del voto interno y externo, el uso de recursos públicos para fines partidistas, el clientelismo, los puestos públicos como botín, la subordinación al bien común en beneficio personal o de grupo, la mentira y el cinismo como estrategias”. En tales términos lo denunció el exsenador y exgobernador panista Fernando Elizondo al renunciar a su militancia.
En su carta sentenció: “Los males se han generalizado y han alcanzado los más altos centros de decisión, precisamente donde se podrían tomar las decisiones para poder corregirlos”. Y es que a tales panistas se les ha permitido controlar el partido y acceder al poder aun a costa de traicionar sus principios y compromisos originales y, sobre todo, de abandonar la construcción de la democracia por la que tantos años lucharon. Si Madero puede defender la congruencia con sus batallas históricas por lo que toca a las reformas constitucionales en materia de telecomunicaciones y energía, particularmente, todo lo contrario sucede con la reforma política-electoral de la que tanto habla.
Todo indica que el próximo 18 de mayo logrará su propósito de reelegirse. No obstante, la refriega seguramente dejará bajas y mermará la imagen pública del blanquiazul, lo cual desde luego incidirá directamente en los resultados de los importantes comicios del próximo año, en los que se elegirán 17 Congresos estatales, nueve gubernaturas, más de mil alcaldías y los 500 diputados federales.
La contienda por la dirigencia nacional del PAN seguramente arrojará saldos negativos. La gran interrogante es si vencedores y vencidos (al interior del partido) son capaces de superar sus diferencias (como lograron hacer los priistas) o éstas provocarán rupturas (como sucedió en el PRD). Por las acciones y las denuncias que intercambian las fuerzas en pugna, es probable que la batalla sea más cruenta que en los otros dos casos referidos, pues allá fue la jornada electoral la que desató las pasiones.
Madero ya mostró su eficacia en la construcción de la estructura que le permita mantener el poder en el PAN, pero parece incapaz de mantenerlo con Acción Nacional unido, lo cual finalmente favorecerá al PRI, que será la única fuerza política importante que llegue sin fracturas a la elección intermedia de 2015.
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