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FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS (ANÁLISIS)

MÉXICO, D.F. (apro).- Desde hace más de una década se sabía del uso de dinero público y del poder político del que se valía Cuauhtémoc Gutiérrez para prostituir mujeres.

El periódico Reforma fue el primero en investigar lo que las autoridades no hicieron en aquel entonces. El equipo de Carmen Aristegui corroboró el lenonismo del político priista con un trabajo de investigación que arrojó pruebas, no especulaciones, sobre el uso de recursos públicos para prostituir mujeres aprovechándose de que buscaban trabajo.

A pesar de las evidencias, extrañamente la Procuraduría General de Justicia del Distrito Federal (PGJDF) no ha emitido una conclusión en torno de las indagatorias abiertas por el caso, y esto ha sido utilizado por algunos periodistas para defender al líder del PRI en la ciudad de México y tachar de “lo peor” a los medios que lo investigaron. Es “la prensa de consigna”, la “prensa militante”, han dicho.



En los 12 años que el PAN ocupó la presidencia de la República, algunos de los columnistas y articulistas defensores de Gutiérrez fueron también defensores de esa fuerza política. Recibieron no solo espacios privilegiados en periódicos, sino que las televisoras les abrieron las puertas en programas pagados para defender el proyecto de gobierno panista… aunque no tuviera pies ni cabeza.

También durante esos 12 años ampliaron su presencia y sus ganancias en espacios en la radio bajo la égida gubernamental, que les asignaba contratos millonarios de publicidad para mantener programas que nadie escuchaba.
Pero eso en realidad nunca les importó, pues en el fondo sabían que se trataba de vender imágenes favorables y defender lo indefendible a través del cristal opaco de juicios, opiniones y argumentos falsos que repetían hasta la saciedad con la idea de hacerlos verdad.

Aunque hacían “periodismo militante” o “periodismo de consigna”, estos articulistas y columnistas se presentaban como representantes del mejor periodismo al defender lo que nunca hubo: la transición a la democracia y la transparencia en el uso del poder político.

Ahora, con el PRI en el poder, estos mismos periodistas no tuvieron pudor y se cambiaron la camiseta azul por la tricolor para mantener sus negocios, sueldos opulentos, escaparates y sus sillas reservadas en la mesa de manjares y vinos exquisitos que saborean cada vez que son convidados sin sacar un solo peso de su cartera.

¿Por qué y para qué defender a Cuauhtémoc Gutiérrez atacando a quienes publicaron los abusos de poder que ha hecho en tantos años? ¿Por qué no mejor pedir a las autoridades que investiguen a fondo los hechos expuestos en los trabajos periodísticos? ¿Por qué no hacer lo que la primera regla del periodismo dicta, es decir, investigar antes de opinar? ¿Cuál es la peor prensa: la que se vende al mejor postor o la que intenta indagar los abusos del poder político?

Quienes defienden hoy a Cuauhtémoc Gutiérrez dicen que los otros, los “malos”, lo han convertido en “el perro del mal”, y aseguran que las acusaciones periodísticas son una treta pagada desde el propio PRI para deshacerse de este personaje incómodo.

Y a pesar de que afirman que no hay pruebas contra el priista, no se atreven a defenderlo realmente y tampoco ponen en duda lo que hizo con el poder político que se le dio.

Lo único que hacen es tratar de desacreditar a los periodistas o medios que investigan y denuncian los abusos de poder convertidos en actos de corrupción. Esa es su labor, esa es su consigna y su trabajo para los próximos años: “te pago para que no me pegues y me defiendas”.


A cambio de esta labor embarazosa e incómoda, seguirán gozando de sus privilegios y continuarán instalados en sus sillas reservadas sin cuestionar la domesticación de un sector de la prensa mexicana cuya labor es defender a quien esté en el poder, sea del color que sea.

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