Los crímenes de Ayotzinapa y Tlatlaya son noticias que le dieron la vuelta al mundo y mostraron un rostro de México muy distinto al que se empeña en difundir el gobierno. Ante la magnitud de estos crímenes, la ONU, la OEA y Washington han exigido castigo a los responsables, en tanto que diputados del Parlamento Europeo piden que se suspendan las negociaciones de cooperación que se tienen con el país. La respuesta de Los Pinos es una estrategia basada en comunicados que sólo reproducen el discurso peñanietista del pasado lunes.
El objetivo: Crear la percepción de que el gobierno mexicano tiene el control de la situación en varios estados –donde en realidad la violencia está desbordada– y cumple sus compromisos internacionales en materia de seguridad, justicia y derechos humanos.
Y es que la matanza de Tlatlaya, la desaparición forzada de los normalistas de Ayotzinapa y el descubrimientos de las fosas clandestinas en Iguala –hechos ampliamente difundidos por la prensa internacional–, empiezan a tener efectos concretos en materia de política exterior: la Organización de las Naciones Unidas, la de Estados Americanos (OEA) y el Departamento de Estado de Estados Unidos condenaron los acontecimientos y exigieron una investigación completa y transparente para esclarecer esos crímenes y llevar a ante la justicia a los responsables.
Más aún: 16 diputados del Parlamento Europeo solicitaron que el proceso de modernización del Acuerdo Global entre México y la Unión Europea (UE), que negocian actualmente ambas partes, se suspenda hasta “reconstruir la confianza” con las autoridades mexicanas en materia de derechos humanos.
(Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 1980, ya en circulación)
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: J. ESQUIVEL, M. APPEL Y Y. ALCARAZ
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