Como era de esperarse, quienes integran el Partido de la Revolución Democrática (PRD) no saben cómo manejar la mierda en la que se embarran. No saben qué hacer cuando algún indicio de su cochinero sale a relucir.
Hoy, en una visita exprés, el nuevo dirigente nacional de este partido, Carlos Navarrete, pidió disculpas «porque no tenían conocimiento de que este elemento externo [el prófugo alcalde José Luis Abarca Velázquez] estaba desviando recursos y se había dejado corromper en lugar de servir al pueblo».
Y en adelante profirió palabras clásicas del discurso estadista que este país ha escuchado durante décadas: «Estamos aquí para investigar hasta las últimas consecuencias; no permitiremos que se violente más el Estado de derecho; exigimos a las instituciones de justicia, estatales y federales, que utilicen todos los recursos necesarios; estamos consternados por esta injusticia». Un discurso hueco que, acompañado de la presencia de René Bejarano y de un operativo policial para escoltarles, daba mucho qué pensar.
Desde hace mucho tiempo este partido político se ha descarado y ha mostrado sus estrategias priistas para conducirse, supuestamente, por la izquierda. Como si nuestra memoria fallara, quien antes escandalizó al país al guardarse millones de pesos en bolsas de plástico y en las de su saco –el señor Bejarano–, ahora estaba custodiado por la policía federal y venía como segundo al mando de la respuesta del PRD a la terrible situación que se vive en Iguala y en todo el estado de Guerrero.
Años antes, el propio PRD se deslindó de este funcionario y lo abandonó, la única diferencia con el prófugo José Luis Abarca Velázquez es que Bejarano no tuvo el atino de darse a la fuga y fue encarcelado. Hoy, Abarca es acusado hasta por su suegra, la cual supuestamente apareció en un video en el que, de alguna forma, cumple el mandato de Guerreros Unidos para empezar a dar datos sobre los políticos imbricados en el crimen organizado.
Muchas personas que habitan esta ciudad estaban esperando que Carlos Navarrete cumpliera su promesa de hablar con el pueblo. Por supuesto no lo hizo y dejó a alguien encargado de atender a «esas personas» mientras salía apresurado para una reunión cerrada con el gobernador guerrerense, Ángel Aguirre. Mientras tanto, desde la tarde del lunes 6 de octubre, la división de gendarmería de la Policía Federal llegó a Iguala y tomó el control de la seguridad pública de la población, mientras que la policía federal y el ejército continúan sus operaciones de revisión en las entradas y salidas de la ciudad.
Las y los gendarmes permanecieron en las calles de Iguala, se tomaron fotos con niñas y niños, algunos posaron para las cámaras de la prensa local. Hay que resaltar que entre sus virtudes como garantes del orden, los elementos son buenos modelos y disfrutan de portar armamento de alto calibre que hace juego con sus uniformes nuevos. Tétrica realidad en el escenario de guerra.
Nada que decir del procurador Jesús Murillo Karam, nadie supo de él y nadie pudo preguntarle qué había pasado con los normalistas o cuáles eran los avances en la investigación.
La capital del horror
Nuestra estancia en Iguala nos ha revelado los sutiles horrores de una población dominada por un grupo de la delincuencia organizada, Guerreros Unidos. Se trata de una situación que nos recuerda mucho a lo que se vivía el año pasado en Michoacán, es más, se podría decir que esta ciudad es la Apatzingán guerrerense: con un despliegue inmenso de policías de todo tipo y rango, la recubren deslindes partidistas y todos quieren estar aquí persiguiendo la nota. Desde los organismos de Derechos Humanos estatales hasta una fugaz brigada de la Organización de Naciones Unidas (ONU). La prensa nacional e internacional llena las taquerías y los bares de este epicentro de la desgracia, sin embargo, las y los familiares de los desaparecidos continúan con su dolor y mantienen su firmeza ante la situación: «si fueron los policías municipales los que se llevaron a los muchachos, es esta institución la que nos los tiene que entregar vivos».
Gracias a otros periodistas pudimos dirigirnos hacia la zona en donde se encuentran las fosas en donde fueron encontrados los cuerpos investigados. El lugar está localizado lo suficientemente cerca de Iguala como para apreciar desde ahí una panorámica de la ciudad y lo suficientemente lejos para adentrase en el espeso monte y no dejar rastro. En el camino, topamos con un primer grupo de policías estatales, quienes nos comunicaron la imposibilidad de dejarnos pasar y nos informaron que más adelante estaban otros dos retenes, con presencia tanto de estatales como de ministeriales. Vimos a lo lejos el Cerro Gordo, en cuyos sus pies se encuentran las fosas comunes.
Conversando con algunos colegas que lograron visitar este macabro lugar, los testimonios coinciden en que este hallazgo está lleno de misterio. Por un lado, se pueden encontrar prendas de vestir afuera de los hoyos y entre estas prendas, ropa femenina, aunque los 43 desaparecidos son hombres; en este mismo sentido, quienes han visto con sus ojos las fosas, afirman que no hay restos de que se hubiese iniciado una quema o algún tipo de fuego recientemente, toda la vegetación está intacta y no hay señales de combustión ni de substancias abrasivas. Por si fuera poco, muchos de los cuerpos que fueron trasladados al Servicio Médico Forense de Chilpancingo muestran cabello largo o crecido, mientras que los jóvenes de primer ingreso en la Normal tienen el cabello rapado.
Las fosas se han vuelto un mito, el mito del hallazgo y el cierre del caso. Para el gobierno estatal es conveniente que esto se acabe lo más pronto posible y que se tengan culpables menores y no grandes responsables. A un lado del mito del hallazgo está el mito de la renuncia del gobernador Ángel Aguirre, como si su salida del puesto significara la desestructuración de los cárteles locales, la eliminación de las rivalidades entre estos grupos por las riquezas de las distintas plazas, el mito de la renuncia es sin duda un placebo que no asegura la disminución de la violencia y, por supuesto, no aclara los miles de crímenes que aguardan justicia al igual que los asesinatos confirmados de estudiantes normalistas desde 2011; el mito de la renuncia no le da tranquilidad a los familiares de los desaparecidos, sólo lo conseguirá la presentación con vida y el castigo a los responsables.
La presencia de la policía ciudadana
Por la tarde, mientras el dueño del local en donde comemos nos cuenta cómo se vive bien en Iguala y que esta situación ocurre sólo ahora que pasó esta «desgracia de los ayotzinapos», esperamos la llegada de una caravana de integrantes del Sistema de Seguridad y Justicia Ciudadana de la Unión de Pueblos y Organizaciones del Estado de Guerrero (UPOEG), quienes anunciaron con anticipación que se sumarían a las tareas de búsqueda. Cabe subrayar que entre los estudiantes desparecidos hay dos que son hijos de policías ciudadanos y algunos más originarios de Tecuanapa, territorio de UPOEG, lo que aceleró el proceso de apoyo.
Nos avisan que pronto estarán llegando por lo que vamos de inmediato a donde está localizado un retén mixto del ejército y la policía federal, justo en la salida-entrada a Chilpancingo. Este punto es conocido como un lugar en donde los policías municipales operaban para el crimen organizado y paraban a la gente y la extorsionaban o desaparecían; tanto la prensa local como los curiosos que se asoman dicen lo mismo: «aquí la policía municipal desapareció a mucha gente, qué bueno que se los llevaron ya, a ver si esto empieza a cambiar».
Los policías ciudadanos llegaron en una caravana muy organizada, no mostraban uniforme y algunos venían con sus esposas y familiares, traían maletas y ollas, con intenciones de quedarse bastante tiempo. La razón que trajo a todas estas personas es la búsqueda de los normalistas y para ello van a peinar el monte desde temprano, en brigadas y a punta de machete, abriendo caminos y veredas. Un detalle interesante fue la revisión que el personal del retén mixto hizo a los policías ciudadanos, bajó a todo mundo de las camionetas y abrió maletas y bolsas en busca de armas. Por supuesto, los campesinos y trabajadores que asumen esta carga de trabajo voluntaria no vienen a combatir sino a buscar a los jóvenes.
La víspera
En Chilpancingo, los normalistas se presentaron en las instalaciones de la Procuraduría de Justicia de Guerrero y realizaron una protesta muy visible y emotiva: empapelaron los muros y los vehículos con carteles con los rostros de sus compañeros desaparecidos, con carteles que exigen su presentación inmediata. Esta acción se enmarca en los preparativos de lo que se presume será una de las mayores movilizaciones a nivel nacional en los últimos años. Se espera la participación de miles de estudiantes de casi todas las normales del país, se cuenta con la movilización del magisterio en Michoacán y Oaxaca, así como con paros temporales en estos estados y una gran afluencia de manifestantes en la Ciudad de México; de igual forma, en un comunicado difundido este 7 de octubre, el Ejército Zapatista de Liberación Nacional (EZLN) anunció que sus bases de apoyo se movilizarán silenciosamente por el coraje y el dolor por el que pasan familias y estudiantes. Se espera que en el extranjero se realicen movilizaciones y actos solidarios y de protesta a las afueras de las embajadas mexicanas.
Tal parece que lo que se quería ocultar con el silencio de los funcionarios públicos, ahora está desbordándose por todos lados. La mierda apesta y es difícil de esconder.
FUENTE: REVOLUCIÓN 3.0/Subversiones
AUTOR: HERIBERTO PAREDES.
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