OAXACA, Oax, (apro-cimac).- Esta vez la hondureña Juana Oliva Vázquez no pudo aguantar la indignación y rompió en llanto al saber que su hijo, Carlos Humberto Murillo Oliva, desaparecido hace 16 años, fue presuntamente torturado y condenado a 50 años de prisión por homicidio, y que actualmente se encuentra recluido en el penal de Santa Martha Acatitla de la Ciudad de México.
La mañana del pasado viernes, un grupo de mujeres de la X Caravana de Madres Centroamericanas “Puentes de Esperanza” –que recorre el país desde el pasado 20 de noviembre y hasta el próximo 7 de diciembre– fue a revisar la lista de extranjeros presos en el Reclusorio Norte del Distrito Federal, donde Juana Oliva encontró el nombre de su hijo desaparecido.
Acompañada por otras madres y por integrantes de la Clínica Jurídica del Programa de Derechos Humanos de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM), Juana pidió ver las fichas fotográficas.
Al observar la de Carlos, aseguró que era su hijo y exigió verlo, pero le informaron que él fue trasladado al penal de Santa Martha Acatitla, hasta donde la llevaron para verlo y corroborar que era su hijo.
“Cuando llegamos allá, lo tenían sentado y tras que me vio se me tiró y me dijo ‘mamita, cuánto tiempo sin verte; yo creía que me iba a morir y no te iba a ver porque me tienen castigado a un montón de años por delitos que no cometí’”, relató Juana a sus compañeras de caravana la noche del pasado sábado luego de visitar a su hijo.
No aguantó el llanto al ver a Carlos. La rabia continuó al escuchar que en su travesía hacia Estados Unidos fue torturado, incriminado de homicidio y condenado a 50 años de prisión.
Según el relato, Carlos viajaba en un taxi, al parecer en Chiapas, cuando ocurrió una balacera, él corrió pero casi al instante fue detenido; al poco tiempo lo acusaron de matar a un hombre.
“Caramba hijo, cómo puede ser eso, si tú no eres delincuente, tú no eres de las personas que creen que sos”, le dijo la madre a un hombre que dice ya no es el mismo que dejó Honduras en 1998, cuando decidió salir en compañía de su hermano rumbo a Estados Unidos.
Carlos Humberto Murillo Oliva y su hermano menor salieron de la ciudad de El Progreso, Honduras, y cruzaron la frontera México-Guatemala. Una vez en territorio mexicano, se quedaron a trabajar en el estado de Chiapas. Ambos se emplearon como ayudantes en una tlapalería, pero la vida era tan dura con un sueldo de 30 pesos diarios, que ese mismo año el hermano menor regresó a Honduras.
“Viera mamita cuánto sufrí; tras que me agarraron, me golpearon, hasta me desmayé de los golpes que me daban; quedé monstruo de mi cara; yo no conocía a nadie, tuve que aceptar y decir que sí, que yo había hecho lo que me ponían”, contó Juana al citar las palabras de sus hijos.
Lo que más hizo enojar a esta madre fue que las autoridades mexicanas le hicieran pruebas en las manos a su hijo para resultar que supuestamente había disparado un arma, y más aún que no tuviera derecho a hacer una llamada telefónica. Ésa fue la razón para que lo dieran por desaparecido cuando en realidad está preso.
El Movimiento Migrante Mesoamericano, junto con la Clínica Jurídica de la UNAM, dará asesoría para revisar este caso. El sábado, Juana regresó al penal a ver su hijo. Estuvieron juntos largo rato. La mujer le contó que en su ausencia murió su padre y su hija creció.
Ayer domingo ella se reintegró a la caravana que llegó a Oaxaca para participar en actividades públicas. Las madres de la caravana acudieron al concierto que ofreció el Instituto de la Mujer Oaxaqueña y ONU-Mujeres, a propósito de los 16 Días de Activismo contra la Violencia de Género.
En el evento Juana no tomó la palabra, mejor dio paso a las centroamericanas que aún continúan en la búsqueda de sus desaparecidos.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: ANAYELI GARCÍA MARTÍNEZ.
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