Los dos primeros años de su administración, Enrique Peña Nieto fue de fracaso en fracaso. En materia de seguridad, sólo se dedicó a seguir la estrategia desastrosa de su antecesor Felipe Calderón, con lo que se le incendiaron Michoacán y el Estado de México, y Guerrero con el caso Ayotzinapa, mientras que en el Distrito Federal intentó acabar con el hartazgo social reprimiendo las protestas masivas. En lo político, su pretencioso Pacto por México se desdibujó al paso de los meses y los supuestos consensos se desbarataron. Y en cuanto a las telecomunicaciones –una de las reformas que más presumió–, simplemente los capitales no llegan. Los descalabros también se observaron en lo económico, pues las inversiones y el crecimiento sólo fueron espejismos.
MÉXICO, D.F: Inicia este lunes 1 de diciembre el tercer año de la actual administración, y el presidente Enrique Peña Nieto y su secretario de Hacienda, Luis Videgaray, no tienen idea de cómo hacer que la economía nacional salga del letargo en el que el propio gobierno la metió.
En los primeros dos años demostraron que es muy fácil hacer cuentas alegres y prometer, y culpar al entorno externo cuando los pronósticos fallan y errados son los diagnósticos.
Desde antes, inclusive, en el caso de Peña Nieto, quien durante la campaña presidencial no se cansaba de asegurar que en su gobierno la economía mexicana superaría, mínimo, tres veces el raquítico crecimiento de 2% de las últimas décadas. Nunca se atrevió a citar cifra concreta alguna, pero era claro que aspiraba a un crecimiento económico de al menos un 6% anual.
Y Videgaray, desde el inicio de su gestión como titular de Hacienda, para justificar la necesidad de las reformas estructurales, hacía graves diagnósticos y describía dramáticas fotografías de la situación económica, para decir que con aquellas se superaría el “mediocre crecimiento económico de los últimos 30 años”, de apenas un poco más de 2%.
Tendrá qué hablar ahora, sin temor a equivocarse, del “mediocre crecimiento de los últimos 32 años”.
Porque, en efecto, en los dos primeros años del gobierno, que culminan este domingo 30, la economía nacional ha naufragado tristemente en una mediocridad más profunda. Y eso, sin que haya mediado una crisis severa –como las de 2008-2009 y 1994-1995–, y sin que se haya registrado un cambio traumático de administración, como en los tiempos del PRI antes de los gobiernos panistas.
Quedó claro ya que en 2013 una serie de factores externos e internos se conjugaron, al mismo tiempo, para dar al traste con la economía.
Cayeron las exportaciones no petroleras; las ventas automotrices al exterior se mostraron débiles; bajaron dramáticamente las remesas y se derrumbó el sector la construcción, con la consecuente pérdida de cientos de miles de empleos; el gasto público brilló por su ausencia, y la inversión privada, por lo mismo, se retrajo.
(Fragmento del reportaje que se publica en la revista Proceso 1987, ya en circulación)
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: CARLOS ACOSTA CÓRDOVA
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