The Economist creyó que el presidente Peña había abierto la puerta hacia el camino de un prolongado periodo de desarrollo con las reformas estructurales: vio the Mexican moment.
No se percató de que, en efecto, se trataría de un momento en su sentido literal. Las aparentemente eufóricas élites extranjeras y mexicanas se desinflaron al ver que el moment duró un suspiro.
La misma publicación dio rápidamente un giro y lanzó una áspera y enérgica puntilla al futuro del régimen del presidente Peña diciendo que EPN no entiende que no entiende. La ruda expresión significa que todo terminó para el burel. Según The Economist, el proyecto ha fenecido. Si no sabe que no entiende el problema que tiene enfrente, no hay nada qué hacer (desde Los Pinos).
El Presidente y una parte acaso aún significativa de las élites políticas creen que sus objetivos todavía pueden alcanzarse. Parece que una parte que se reduce rápidamente de las élites económicas ya no están seguras. La revista de negocios del fuerte Grupo Expansión ha escrito una serie de artículos críticos demandando un Estado de derecho.
Hay que leerlos para enterarnos de que los negocios requieren paz social. Uno de sus artículos se titula Hacer negocios entre robos, secuestros y extorsión; otro: Guerrero y siete estados más donde las empresas se desmoronan. En su artículo “2014: ¿el año en que terminó el Mexican moment?” se dice: “2014 se inició fuerte por las expectativas de las reformas estructurales.
El contexto prometía un futuro positivo, bautizado como Mexican moment. A final de año todo cambió y los expertos señalaron que esa euforia sólo constituyó una propaganda que ya quedó diluida por los problemas estructurales que México no ha conseguido resolver”.
Probablemente las élites económicas beneficiarias del proyecto del Presidente habrían estado en posición de alargar su paciencia. Pero he aquí que Ayotzinapa trepó al escenario.
La revista Punto de Vista de San Luis Potosí salió a preguntar: “Con un pulido trabajo de promoción, el presidente Enrique Peña Nieto construyó durante sus primeros años en Los Pinos el ‘momento mexicano’ y se ganó elogios en Estados Unidos. Las acusaciones de corrupción y tráfico de influencias, y la crisis de seguridad que desató la desaparición de los 43 normalistas de Ayotzinapa han golpeado la credibilidad y la fortaleza de su gobierno y sacudido la confianza de los inversores... El gobierno ha quedado mal parado y no ha encontrado una manera efectiva, proactiva, para responder, dijo Shannon O’Neil, investigadora para América Latina del Council on Foreign Relations (Consejo de Relaciones Exteriores)”, organización estadunidense no partidista, dedicada a la política exterior, fundada en 1921.
El manejo “en Iguala ha sido desastroso. Pero el escándalo por el posible tráfico de influencias del Grupo Higa, de Juan Armando Hinojosa, que financió la compra de casas del secretario de Hacienda, Luis Videgaray, y de la primera dama, Angélica Rivera, es distinto porque el gobierno es responsable directo. Es la primera vez que a un Presidente en ejercicio se le cuestiona por posible tráfico de influencias y corrupción. Eso es bueno, porque estamos ante un nuevo México, pero no sabemos qué pasa en un país cuando a un Presidente se le cuestiona de esa manera…; Duncan Wood, director del Instituto de México en el Centro Wilson, de Washington, observó que los inversores extranjeros sabían ya de los problemas con la seguridad de los ciudadanos en México. Ahora, dijo, se muestran preocupados por cuestiones como la transparencia de los contratos, el respeto a la ley y la corrupción. Esto se está convirtiendo en una luz roja para muchas empresas”, opinó.
He ahí un botón de muestra de las élites económicas. Pero la cólera y las tensiones sociales de grandes masas de cientos de miles de menesterosos se combina no sólo con las exigencias de horrores, como Ayotzinapa y la masacre de Tlatlaya, sino que eso mismo tuvo la virtud de quitar de encima de miles y miles de pobres (acaso millones), la losa del miedo a las fuerzas represivas. El México de los menesterosos callados no existe más. Al comenzar a alzar la voz quedó desvelado que las instituciones parecen de gelatina. Unas cuantas medidas a nivel municipal y una comisión nacional anticorrupción que navega en el flogisto y no más.
El México de la exclusión sin fin y creciente, no va más. Parece claro que las élites políticas no saben qué hacer con un México vuelto indignación en ebullición creciente. Un nuevo pacto social, una redistribución social del poder; un abatimiento drástico, profundo, de la desigualdad; un punto final a la vida extremadamente inicua en que las élites dominantes han mantenido a las grandes mayorías de los mexicanos, sin lo cual no habrá futuro para México, es ineludible. Tiempo ha llegado en que si no es la sensibilidad, que sea la conveniencia por lo que las élites se pongan a pensar (¿piensan?) y se sienten a la mesa con todas las representaciones del pueblo. ¿No entienden que es preciso entender que unos pocos millonarios y millones de parias juntos no hacen una nación?
Una república socialdemócrata en serio cabe en la globalización; que no nos digan que no se puede; ¡claro que se puede!, a poco no…; hablo de la construcción de un proceso social que se encamine en esa dirección; ahí pueden surgir los Pablos Iglesias o los Alexis Tsipras.
FUENTE: LA JORNADA.
AUTOR: JOSÉ BLANCO.
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