TIZAYUCA, Hgo: En el terreno flota un olor nauseabundo. Hay moscas. Muchas moscas juntas: se agazapan unas encima de otras. Hay pollos degollados en la caja de una camioneta. Se oye el zumbido de sus alas entre la sangre. Como un fantasma, aparece un vigilante.
-Sáquese a la chingada, esto no tiene que ver con el circo.
-¿Y los pollos?
El vigilante titubea unos segundos.
-Son para mis perros, para que coman.
En un terreno protegido con malla ciclónica media docena de caballos mueven la cola y pastan tierra a falta de hierba. Algunos galopan como si se hallaran en la cubierta de un barco a punto de hundirse. De vez en vez, una oleada de viento sacude una carpa en donde uno de ellos mete el hocico en una cubeta. Los caballos se comen hasta cinco pacas de pastura de 100 pesos todos los días.
Enfrente se ven las cornisas de varios tráileres, remolques y campers de colores. Todos están cercados por muros de concreto en grandes terrenos. Las jaulas de algunos tigres están en tierra baldía. Los vigilantes que antes trabajaban en el circo son huraños con los visitantes, ahora tienen que vigilar a 70 bestias por 200 pesos al día.
Bruno Raffo lleva una camisa de algodón que marca sus pectorales. Su principal habilidad es hacer que los tigres lo obedezcan con las manos. Llegó a México en 1987 y comenzó a trabajar en el circo de los hermanos Fuentes Gasca. Pertenece a la cuarta generación de una familia de cirqueros argentinos. Su hermano Daniel trabaja en el circo Ringling Bros, en Estados Unidos. “Allá hay una ley que exige que los animales tengan jaulas de ciertas medidas, recreo, buena alimentación”, dice con enojo. Tiene un contrato de trabajo por dos años y ahora no sabe qué hacer.
Su rencor se fue larvando poco a poco desde que el Partido Verde Ecologista de México (PVEM) “impulsó” la prohibición del uso de cualquier tipo de animal “silvestre o doméstico” en espectáculos circenses. El Verde se valió de una fotografía que muestra una cadena atada a la pata de un elefante. Uno de los argumentos de la reforma que prohíbe los circos con animales es que “son entrenados con métodos que incluyen el castigo físico”. Sin embargo, Raffo asegura: “Hay gente ignorante que piensa que le pegamos a los animales”.
Sobre la prohibición que entrará en vigor el 8 de julio próximo dice: “Es una ley exagerada e injusta, ellos no saben nada de tigres, de animales, y quienes más la resienten son las familias del circo. Toda la vida hubo circos con animales, es una tradición de más de 200 años. Esa ley debe revertirse.”
Su experiencia no deja dudas. Durante toda su vida ha trabajado con elefantes, rinocerontes, leones y tigres. “En el circo se cuida mejor a los animales que en algunos zoológicos”, asegura. “Tengo grupos de 15 tigres que pesan 250 kilos y puedo empezarlos a entrenar desde que tengan uno o dos años, se les da carne roja de premio”, cuenta.
La primera vez que Bruno Raffo tuvo un accidente fue hace 21 años en Salamanca, Guanajuato. Era la primera función de la mañana. La pista estaba recién regada y los leones ansiosos. Estaban en su rutina cuando uno de ellos le brincó a la cara. Raffo se protegió con el brazo. Muestra sus cicatrices, que son como trofeos de pista.
“Se me fueron encima, pero no me desgarraron, me arrastraron hasta el túnel que los lleva a su jaula y ahí me los quitaron con extinguidores y luego se fue a pelear con la hembra. Estuve tres meses sin trabajo”, narra.
En las gradas la gente corrió asustada. “Es un arte tener contacto con los animales, no cualquiera puede meterse con los tigres. La experiencia la agarra uno con los accidentes. No se trata de usar la fuerza, sino de usar la inteligencia. Los tigres no tienen uso de razón, pero su inteligencia es superior a la de cualquier humano. Son felinos, nunca pierden el instinto”, explica.
Raffo no quiere involucrarse en la política y habla con segundas intenciones. “Los del Verde quieren a los animales para disecarlos, para hacer tapetes y abrigos”, dice contundente. En 2002, Paulina Díaz Ordaz, nieta del expresidente y esposa de Jesús Sesma -uno de los principales impulsores de la ley contra el uso de los animales en los circos- apareció en una fotografía posando con un león disecado.
La fotografía fue retomada por el blog Cuna de Grillos en donde se ve a la nieta del expresidente Díaz Ordaz posando para la fotógrafa Daniela Rosell en el libro Ricas y famosas, publicado en 2002. La fotografía llegó a manos del presidente de la Unión Nacional de Empresarios y Artistas de Circos, Armando Cedeño, y calificó de “hipócrita y doble moral”, la conducta de Sesma.
Cedeño justifica la furia del gremio. Cada semana se gastan 50 mil pesos entre pollos, pastura, alimentos y 2 pipas de 10 mil litros en Tepojaco, en el municipio de Tizayuca, Hidalgo, donde se mantienen a 70 animales a la deriva.
Tan sólo la semana pasada, los dueños de un tigre blanco con un valor de 250 mil pesos decidieron rematarlo en 40 mil.
“Es una ley arbitraria, dirigida hacia un sector exclusivo que es el circo. Si buscaran el bienestar animal ya hubieran prohibido las corridas de toros y las peleas de gallos. Esa fue la única manera que el Verde encontró para mantener cautivos a sus votantes. Ese partido de Verde no tiene nada. Los animales se están muriendo, están en el limbo, no sabemos qué va a hacer el gobierno con este problema”, atiza el empresario.
Hasta principios de marzo ya han cerrado 70 de los 500 circos que operan en el país. Hasta la fecha hay 16 elefantes de gira en los estados donde se permite el circo aún. “No le vamos a regalar los elefantes al gobierno”, asienta Cedeño.
En el terreno donde permanecen los vehículos de los circos Atayde, Unión, Fuentes Gasca, Chino de Pequín, Medina, Barley y Hermanos Vázquez las moscas asisten a un banquete. Raffo, el domador, describe la escena en dos palabras: “desolado y abandonado”.
La última carpa de Tizayuca
Las llamas, engarruñadas como si durmieran, sacuden su pelaje del heno y la tierra y meten su cabeza a la carpa como queriendo que empiece la función. Es mediodía y sólo quieren escapar del sol. Mili, Yajo y Ronaldhino se emocionan cuando su dueño se acerca.
Dentro de la carpa se divisan dos siluetas de mujeres que recogen los disfraces que acaban de secarse. Los pantalones de payaso son una mancha brillante en la oscuridad de la carpa. Los trabajadores de la familia García limpian la pista para la única función que les alcanza mantener: 19:30 horas.
Noé García Medina se encoge de hombros cuando un extraño se acerca a la carpa. Empezó con los tigres desde los 10 años. Ahora tiene 40 y tuvo que abandonar a Máximo. “No están pagando a los animales al costo real, los están malbaratando”, asegura. Lo compró cuando apenas tenía 2 meses y le enseñó a hacer una rutina sencilla: caminar por los cajones, saltar el aro de fuego, montarse encima de él. Es domador porque dice que es la tradición más vieja del circo.
“Pues sí, ya no tengo chamba”, lamenta. Ahora se tiene que dedicar a conducir las camionetas del circo.
A José García la ley contra el uso de animales en los circos lo llevó a la bancarrota. De 15 empleados pasaron a uno. Ahora tiene que anunciar la función, limpiar y actuar. De un foro de 100 personas, ahora sólo van 30. Si antes la entrada de niño costaba 30 pesos ahora cuesta la mitad. Si antes pagaban por un permiso de 15 días tres mil pesos, ahora tienen que pagar 10 mil.
“Es algo injusto, la ley fue fundada para proteger a los animales y lo menos que importa son ellos. Nadie nos ha visitado para decirnos qué pasará. Nos usaron como carnada para que el Verde tuviera más popularidad. Con esa ley lo único que hacen es llevarlos a una muerte segura”, cuenta debajo de su carpa.
“Nos han despojado de una tradición. Ellos quieren parecerse de primer mundo, pero no se dan cuenta que la tradición circense perdura en los países de primer mundo. El 70 por ciento de la fuerza del circo está en los animales. Mejor que nos regulen, que no prohíban, hay circos que sí pueden mantener a los animales en buenas condiciones“, asienta.
“Algunos circos están durmiendo a sus animales. Prefieren gastar en una inyección que en alimentarlos. Otros han vendido sus animales a particulares para cazarlos, para disecarlos”, asegura.
“La principal preocupación de los del Verde no está en los animales. No les están dando una mejor vida. Nomás nos quitaron el permiso para trabajar con leones, tigres, cabellos, llamas, caballos y monos. ¿Y luego, qué hacemos?”.
La carpa de los hermanos García recorta las nubes y las ramas de algunos árboles en Tizayuca. La familia García vive en el presente, con vagos proyectos de huida, y con la esperanza de no tener que dormir a sus animales.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: ALEJANDRO SALDÍVAR (REPORTAJE ESPECIAL).
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