MÉXICO, D.F: Una de las cosas que ha provocado la simpatía de Carmen Aristegui entre la gente, y que en el fondo es lo que ha generado la envidia de muchos en el medio periodístico, es la confianza, base esencial en el oficio de informar.
La confiabilidad de Carmen Aristegui ha sido labrada con años de trabajo congruente y de informar sin las cortapisas que se yerguen entre quienes tienen compromisos políticos o económicos para dar alguna noticia.
El ámpula social que se ha levantado tras su reciente despido por parte de los dueños de MVS no la ha sentido ninguno de los actuales conductores de noticias de la radio y televisión que, en su mayoría, carecen precisamente de la credibilidad y la confianza social que caracterizan a Aristegui.
Una buena parte de estos conductores de noticias, que también tienen sus programas radiofónicos, son sus detractores más fieles y quienes aseguran que su salida de MVS es por un diferendo “laboral”, cerrando los ojos al contexto político en que se da este conflicto.
Carmen Aristegui ha generado un fenómeno social que no es común en esta relación tan lejana que se ha dado entre medios y sociedad. Un fenómeno singular porque se trata de la expresión real de una audiencia anónima que decide dar la cara en la calle por un personaje con el que se siente identificada y que satisface su necesidad de información crítica y confiable en un país harto de violencia, corrupción, impunidad, injusticia y lleno de mentiras oficiosas.
Este fenómeno de inconformidad social que corre en las redes sociales y que ya se expresó en la calle no se había visto en la historia reciente del periodismo mexicano. Sobre todo porque se erigió de inmediato en una protesta en contra del presidente Enrique Peña Nieto, a quien responsabilizan de la salida de Aristegui del espectro radiofónico, luego de que en su noticiero matutino reveló los escandalosos actos de corrupción de la familia presidencial y de miembros del gabinete, así como el proxenetismo del líder del PRI en el Distrito Federal, Cuauhtémoc de la Torre.
El cuestionamiento social al poder político se extiende cada vez más por todo el país y va desde las autodefensas armadas hasta las marchas, mítines, paros, bloqueos a carreteras, comercios, bancos, edificios de gobierno y de partidos políticos, pasando por los anuncios de la reactivación de movimientos insurgentes, que a partir de la desaparición de los estudiantes de la normal de Ayotzinapa anunciaron que actuarían por la vía de brigadas de ajusticiamiento.
Ahora la presencia de cientos de jóvenes, familias de clase media, estudiantes, niño-nautas, madres de familia, oficinistas y periodistas protestando en las puertas de MVS se suma al vórtice de protestas que hay en varias partes del país contra un gobierno que muestra una faceta autoritaria en la segunda etapa de su sexenio y una cara de incapacidad para resolver lo más urgente socialmente hablando, que es la seguridad y la justicia.
El fenómeno de Aristegui ya trascendió su ámbito y ahora se suma a la ola de manifestaciones sociales contra la censura oficial del gobierno peñista que molesta a la sociedad por los vicios, corruptelas y componendas de algunos de sus principales integrantes encabezados por el propio jefe del Ejecutivo que sigue creyendo que puede gobernar todo el país como lo hacía desde Toluca para el Estado de México.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JOSÉ GIL OLMOS (ANÁLISIS)
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