Hace medio año el perredista Rogelio Ortega comenzó a gobernar un estado en llamas: Guerrero. El mandatario constitucional, Ángel Aguirre, había renunciado debido al ataque contra normalistas de Ayotzinapa. El clima social ardía. A seis meses, la situación en aquella entidad recibe menos atención, pero los problemas y el encono se mantienen. De hecho, revela el actual gobernador en entrevista, grupos políticos de “todos los niveles”, algunos medios de comunicación y empresarios lo presionaron para que reprimiera a los manifestantes.
MÉXICO, D.F: “La salida represiva y autoritaria en Guerrero ha estado a punto, a punto (de ocurrir)”. Para evitarlo, abunda el gobernador interino Rogelio Ortega, él insiste “en el diálogo, en la tolerancia extrema”, que le cuestan “muchos reclamos del otro lado…‘¿Hasta cuándo, gobernador, los vas a meter a la cárcel? ¿Hasta cuándo vas a permitir las movilizaciones?’, me reclaman”.
A casi seis meses de su abrupta llegada al poder, el 26 de octubre de 2014, en medio de lo que él llama “la tragedia de Iguala y el drama de Ayotzinapa”, Ortega asegura en entrevista que logró frenar la exigencia de reprimir, pero siente la presión de la clase política local por relevarlo.
Este viernes 24, el Congreso guerrerense, dominado por el PRI y el PRD, definirá si renueva el mandato de Ortega –originalmente designado interino por un año–, si Ángel Aguirre retorna al poder o si nombra a otro interino para completar lo que resta del sexenio. El senador del PRD Sofío Ramírez, integrante de la corriente aguirrista, encabeza el grupo que quiere destituir al actual mandatario.
–¿Cómo ve este proceso para relevarlo o ratificarlo? –se le pregunta a Ortega.
–Estoy preparado para lo que el Congreso decida.
Y relata que le han aconsejado “comprar” a los diputados locales: “En esto siempre hay buenos y malos consejos. Hay quienes me dicen: ‘Es muy fácil: convéncete a 31 diputados (de un total de 46) y lo planchas (pactas la permanencia)’. En el fondo, lo que me están diciendo es ‘cómpralos’. Y yo contesto ‘no’ por convicción. No confundo valor con precio. No, porque no hay dinero y porque mis principios no me permiten meterme en esa ruta; aunque hubiera dinero no lo haría”.
Ortega afirma que en estos seis meses no sólo ha resentido las presiones de la clase política. Los medios de comunicación masiva –en especial las televisoras–, dice, también han querido incidir en sus decisiones mediante la concesión de convenios o los contratos de publicidad.
–¿A todos los niveles ha sentido esta presión para ejercer la mano dura?
–Sí. Hay mucha presión, y no sólo local. Incluso, la de mayor fuerza y radicalidad es la que se expresa a escala nacional, con personas que tienen acceso a medios masivos, como la señora (Isabel) Miranda de Wallace y otros colegas suyos, comunicadores, que todos los días me dicen: “Gobernador cómplice, tibio, omiso”. Luego hasta acusan que ando en francachelas. ¡No tengo ni tiempo para eso! Las dos terceras partes de mi tiempo las dedico a resolver el conflicto social por la crisis de Ayotzinapa. He bajado 14 kilos.
–¿Hay guerra sucia de los medios?
–Hay quienes me dicen que falló el modelo de comunicación. Es posible. Si tuviera un periodo completo de gobierno… pero no había tiempo ni para eso. Los medios están muy acostumbrados a los grandes convenios y contratos. Pero no va conmigo, no hay dinero y, aunque hubiera, mejor sería dedicarlo a combatir la marginación, pobreza, salud. Hubo linchamientos mediáticos. Yo pensé: “Mejor ni contesto”. Hay quien dice: “Mira, cómprate a esas plumas para que hablen bien de ti”, pero ésa no es mi convicción.
El perredista se muestra convencido de que dio resultados su estrategia de privilegiar la “tolerancia extrema” con los movimientos sociales. Recibió el gobierno con 46 ayuntamientos tomados “e iban por los 81 de todo el estado”. Actualmente sólo quedan seis. El miércoles 15 le entregaron Chilpancingo.
(Fragmento de la entrevista que se publica en la revista Proceso 2007, ya en circulación)
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: JENARO VILLAMIL.
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