Los inquilinos de la exclusiva zona padecen caos vial, falta de luminarias y vigilancia. El desarrollo del área, impulsado por la Seduvi, provocó un aumento de la población de 5.35% al año desde 2005. El predial y el agua se fueron a las nubes, se quejan los antiguos vecinos.
La antigua zona industrial en el poniente de la delegación Miguel Hidalgo, donde convergían todo tipo de fábricas: de telas, vidrio, jabón, muebles y plásticos, se convirtió en los años recientes en una exclusiva zona de rascacielos para oficinas, departamentos, plazas comerciales y museos, desarrollada sin planeación y cuyas consecuencias han comenzado a padecer tanto sus pobladores originales como los nuevos inquilinos.
El acelerado crecimiento inmobiliario en lo que se conoce como el Nuevo Polanco o el Manhathan mexicano, que abarca alrededor de 12 colonias, sobre todo Granada y Ampliación Granada, no avanzó a la par de la infraestructura urbana, lo que provocó un deterioro en la red hidráulica y en el drenaje, así como un colapso vial en las principales arterias, lo que obligó desde mediados del año pasado a la Secretaría de Desarrollo Urbano y Vivienda (Seduvi) a cancelar la emisión de nuevos permisos de construcción.
De acuerdo con el plan maestro Granadas, que promueve la dependencia capitalina, a partir de 2005 como consecuencia del nuevo desarrollo inmobiliario en la zona, la población se incrementó en una tasa anual promedio de 5.35 por ciento, al pasar de 19 mil 894 a 25 mil 861 habitantes, a los que se suma diariamente una población flotante de 45 mil personas.
Desde la cerrada de Lago Andrómaco, en la colonia Ampliación Granada, alrededor de 72 familias que llegaron a este sitio hace más de seis décadas, cuando en el río San Joaquín se lavaba ropa, han visto la transformación de su entorno, del cual ahora son segregadas.
De padecer las molestias que representaba vivir cerca de naves industriales pasaron a sufrir la densidad poblacional, que trajo consigo no sólo déficit en los servicios, sino también el encarecimiento de los mismos.
Los pagos por predial y agua se fueron a las nubes. Francisco Javier Servín, representante del comité vecinal de Ampliación Granada, detalló que a familias de casas populares, sin ningún lujo, que fueron autoconstruidas conforme crecieron los hijos, les cobran entre 20 mil y 30 mil pesos por predial, situación que no pueden arreglar, pues no cuentan con escrituras o son propiedades intestadas. La única manera de resolverlo es que entre todas las familias que viven en el predio se divida el pago del impuesto, agregó.
A mí me torcieron con el agua, aseguró Socorro Sosa, de 65 años, quien detalla que cada bimestre paga mil 200 pesos por el suministro, lo que nunca había ocurrido.
Relata que hace 15 años comenzaron a irse las primeras fábricas: General Motors, Chrysler, Vidriera México, Palmolive, Muebles de Acero, entre otras; que para muchos habitantes fue un alivio, pues también eran múltiples las quejas por la contaminación que ocasionaban, pero para otros fue motivo de preocupación, ya que gran parte de los obreros eran de la zona.
En una de las pequeñas casas de una vieja vecindad, que en la actualidad se encuentra en medio de gigantescos edificios, recuerda que a partir de la construcción de la plaza Antara se desató el auge inmobiliario. Un rascacielos tras otro, que desde lejos se ven empalmados, comenzaron a levantarse.
Hace unos años ellos eran los únicos pobladores que se habían aventurado a vivir en la zona industrial, pero desde hace un lustro familias jóvenes, clasemedieras, que habitan en modernos edificios, de colores claros y amplios ventanales, con roof garden, gimnasios, albercas, áreas infantiles y vigilancia privada, llegaron a poblar el área. Son tan altas las construcciones que el sol no llega a las estrechas callejuelas.
La convivencia no es fácil. De sus nuevos vecinos sólo saben cuando hay alguna fiesta o cuando son utilizados como parte de su entretenimiento. Aquí enfrente tenemos un grupo de gays, no hay fin de semana que no griten, canten y se asomen desnudos por las ventanas. Otros nos avientan cosas desde arriba, lo que sea, contó Bertha Sosa, otra de las vecinas.
Pasan en sus carros por aquí y se sienten dueños de todo y nos ven feo, antes cualquier reunión la hacíamos en el centro de la vecindad, ahora ya no, cuando hemos querido hacer algo nos echan la patrulla, pero ellos pueden hacer todo el ruido del mundo y nadie los molesta, agregó.
Beneficios nulos
Con centros de esparcimiento que están fuera del alcance de sus bolsillos, los vecinos no dudan en señalar que el único beneficio que ha traído el auge inmobiliario ha sido para unas cuantas familias que se dedican a vender comida.
Aquí vienen los albañiles que trabajan en las construcciones, pero también los empleados de oficinas. Con su trajecito y todo, llegan hasta acá porque no es lo mismo pagar 50 pesos que ¡quién sabe cuánto! en sus restaurantes.
Pese a las nuevas circunstancias, aseguraron, no tienen previsto mudarse a otro lugar. A mí nadie ha venido a querer comprar mi casa, pero aunque lo hicieran no cambio este callejón por nada, ni por una casa en Tecámac o aquí mismo, se imagina cuánto deben pagar de mantenimiento.
Tener todo al alcance, así fue como promovieron en su momento los elegantes complejos inmobiliarios, en los que se mezclan viviendas, oficinas y centros comerciales, no resultó ser tan confortable para los nuevos inquilinos del Nuevo Polanco, que se trasladan a sus centros de trabajo ubicados en otros sitios de la ciudad.
En algunos casos, el caos comienza en el interior de sus condominios, donde emplean entre 10 y 15 minutos para salir del estacionamiento y después enfrentar la saturación vial de la calle durante todo el día.
Hace unos días, los inquilinos del complejo Portika Polanco pidieron auxilio a las autoridades a través de las redes sociales, porque era imposible salir de sus condominios. Caos vial en Mariano Escobedo y Laguna de Mayrán, autos en sentido contrario. Urgente apoyo para dar afluencia, tuitearon.
En otros sitios, el reclamo es por la falta de iluminación y vigilancia en las calles. Sin embargo, lo más grave sucede en Polarea, un edificio que se promovió como el más emblemático del Nuevo Polanco, donde ahora sus habitantes enfrentan un posible fraude inmobiliario.
Los dueños de los departamentos desde 57 hasta 160 metros cuadrados, que se vendieron entre 2 y 7 millones de pesos, han tenido muchos problemas, ya que la desarrolladora no tramitó el permiso de ocupación del edificio. Al principio se inundaban los sótanos y había filtraciones en los techos, no tenían luz y debían subir a pie los 22 pisos del conjunto.
FUENTE: LA JORNADA.
AUTOR: Rocío González y Laura Gómez
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