MÉXICO, D.F: El 15 de junio pasado, Rubén Espinosa Becerril llegó puntual a su cita. Eran las cinco de la tarde y una veintena de estudiantes lo esperaban en las instalaciones de la revista Proceso, donde participaría en el séptimo Taller de Fotoperiodismo organizado por esta casa editorial.
“¿Hasta dónde quieren llegar ustedes con el periodismo o qué quieren ofrecer con él?”, preguntó Rubén a los talleristas.
Ese día dio el último discurso sobre su oficio de fotoperiodista. Rubén se había “autoexiliado” en su natal Ciudad de México por motivos de seguridad. Había dejado Veracruz, donde ejerció su oficio durante ocho años; sin ataduras, solía decir.
Tenía 31 años y se especializó en coberturas de alto riesgo, movimientos estudiantiles, defensa de los recursos naturales, desapariciones, anarquismo, represiones policiacas, pero también oprimió el obturador de su cámara para captar los desastres naturales y otros temas de interés público.
Algunas de sus fotos fueron portadas en publicaciones de circulación nacional, como Proceso, Excélsior y Milenio, así como en periódicos digitales e impresos de Veracruz.
En esa sesión, la afirmación de una tallerista lo inquietó:
–Quiero ser fotógrafa de guerra –dijo.
–No hay que retirarse de este país para hacer fotoperiodismo de violencia que te pueda traer consecuencias. Aquí lo tienes todo; aquí la muerte vive con nosotros…
Fragmento del reportaje que se publicó en la edición 2023 de la revista Proceso, actualmente en circulación.
FUENTE: PROCESO.
AUTOR: EDUARDO MIRANDA.
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