Mondragón, cuando rechazó la reparación del daño por el crimen del normalista de la Escuela Normal Rural Raúl Isidro Burgos de Ayotzinapa: Yo no quiero dinero, quiero justicia.
Desde entonces comenzó una lucha por la reconstrucción de la ejecución extrajudicial, que culminó la semana pasada con el entierro de los restos de su marido y la espera de los resultados de la necropsia que actualmente realizan 22 peritos del Equipo Argentino de Antropología Forense (EAAF) y de la Procuraduría General de la República (PGR), que serán dados a conocer en dos semanas.
Dimos un paso decisivo. Esto va a ayudar mucho al esclarecimiento de su asesinato. Necesitamos saber qué pasó esa noche, qué fue lo que le hicieron; queremos saber el instrumento que usaron, cómo fue torturado, golpeado, todo eso va a ayudar para conocer realmente la verdad, dice en entrevista con La Jornada.
Marisa habló de su caso en la Feria Internacional del Libro de La Habana, durante la presentación del libro Los 43 de Ayotzinapa, del periodista italiano Federico Mastrogiovanni, editado por la Brigada para Leer en Libertad, dirigida por Paloma Saiz, y la Fundación Rosa Luxemburg Stiftung.
Sabemos que la verdad pronto va a salir a la luz y que no quieren que esto se sepa porque el gobierno está involucrado. Ellos saben dónde están y qué fue lo que les hicieron a los 43 desaparecidos, y también saben quiénes ejecutaron extrajudicialmente a Julio César.
Las investigaciones, como en el caso de los 43 normalistas, conducen al Ejército: Los militares saben qué paso. Fue un militar el que dio aviso; es obvio que el Ejército tuvo mucho que ver en la ejecución extrajudicial de Julio César. Personal del Ejército avisó que había una persona desollada tirada en el Callejón del Andariego, en Iguala. Ese militar no ha querido hablar. Es una barbaridad que no permitan que se investigue al Ejército, agrega.
No se preocupe, su marido está en un congelador, no se lo van a robar, le dijo un funcionario del Servicio Médico Forense a Marisa cuando reclamó la espera de tres meses en ese lugar para realizar las pruebas de ADN.
El cuerpo de su marido fue exhumado el pasado 4 de noviembre:Fue muy difícil; lo volvimos a ver tendido en ese féretro. Estaba intacto. Solicitamos una prueba genética, no porque dudáramos que fuera él, sino porque en el expediente nunca se comprobó que era el cuerpo de Julio César. Se tomaron las huellas dactilares de los dedos, pero nunca se confrontó con algún documento oficial de él.
El acta de defunción de Julio César Mondragón indica que la causa de muerte fue edema cerebral, y que tuvo múltiples fracturas en el cráneo, algo que no se apega a la realidad, según su viuda.
El gobierno no quiere que se dé a conocer la verdad, para que la sociedad no sepa qué fue lo que realmente le pasó a Julio César. Sabemos que no fue un animal el que le desolló el rostro, como dijeron desde un principio. Él fue torturado, golpeado hasta la muerte. Y, por si fuera poco, le arrancaron los ojos, le arrancaron el rostro.
Marisa no puede evitar el llanto al recordar que finalmente pudo sepultarlo la semana pasada. Acudió al Servicio Médico Forense, de donde sacaron su cuerpo del congelador número seis. Observó cómo lo pasaron a una plancha, donde los peritos empezaron a documentar las pruebas genéticas siguiendo la cadena de custodia. Luego se dirigió a los peritos extranjeros y les dijo: Ustedes son mis manos, son mis ojos de lo que van a hacer al cuerpo de Julio.
Añade: nunca me imaginé ver su cuerpo así. A partir del cuello hasta la parte baja del pie. Ya no tenía sus manos por las pruebas que le hicieron y porque al estar tres meses en el congelador su cuerpo se secó.
Entonces le dieron oportunidad de estar con él y vestirlo: Le puse un traje; me ayudaron mi hermana y la perito argentina Mariana. Fue muy difícil.
Del cuello, Marisa sacó la mitad de un corazón que lleva en una cadena para dárselo a su marido: Fue un dolor enorme volver a ver su cuerpo. Vestirlo, tocarlo, sentirlo.
Desde hacía meses, Marisa había separado un féretro que le costó 10 mil pesos y que la Comisión Ejecutiva de Atención a Víctimas (CEAV) aún no le paga.
Finalmente, fue sepultado con mariachis, pero en presencia de una juez que no permitió la entrada de sus compañeros normalistas: “al final abracé a mi hija y dije: ‘Gracias Dios por permi-tir que esto se lograra y que por fin Julio pueda descansar’. Fue un símbolo para mi hija, era importante que estuviera allí. Me parte el corazón pensar la manera en la que le voy a decir, en unos años, que a su papá lo mataron y de qué forma”.
Cuenta que la semana pasada soñó a su esposo: “Pero no muerto. Me decía, ‘vamos a disfrutar a nuestra hija, vamos a pasear; ya estoy aquí’, y luego nos íbamos con la niña, estábamos felices. Cuánto anhelo poder estar nuevamente con él. Yo he sentido su presencia, he sentido que él me sigue y que está con nosotros. Veo a mi hija riendo solita y diciendo: ‘papá’. No me da miedo, me siento muy feliz porque está con nosotros”.
Los resultados de la necropsia están próximos a salir: Me gustaría que las pruebas de ADN salieran negativas y que él estuviera nuevamente con nosotros, pero realmente es imposible. Me duele mucho que mi hija lo pide mucho, pide a su papá.
Dice que el proceso judicial de los presuntos asesinos de Julio César ha estado repleto de mentiras: cómo es posible que cuando se acercan los resultados de las pruebas de ADN detienen a Mauro Taboada Salgado, El Molero, a quien presuntamente detuvieron en la calle; un supuesto campesino que tiene una granja, cría animales… todo lo tenían planeado, pero si no hay justicia para los 43 estudiantes, no la hay para Julio César, está ligado, todo va en conjunto. No es un caso separado.
La ejecución extrajudicial de Julio César Mondragón estará incluida en el informe final del Grupo Interdisciplinario de Expertos Independientes, de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos:este proceso judicial ha sido una burla, pura impunidad, todos se cubren, creen que poniendo mentiras van a tapar la verdad, pero no es así. Algún día vamos a saber qué fue lo que le pasó a Julio César y se tiene que hacer justicia. Esta lucha es por mi hija y porque no queremos que haya más casos como el nuestro. El terror sigue en los jóvenes.
Explica que a dos policías imputados por este asesinato les acaban de otorgaron un amparo de libertad: pero sabemos que si salen se pueden fugar. Estamos solicitando que no los liberen, que esperen a que salgan los resultados de la necropsia para tener pruebas. Hay más gente involucrada, se están encubriendo.
Después de todos estos meses en lucha, Marisa dice que mucha gente le dice que si no hay justicia en México habrá justicia divina, algo que no la convence porque piensa seguir luchando hasta el final por el esclarecimiento de este crimen y la condena a los culpables.
Lo hago por amor a mi hija. Sé que algún día me va a preguntar qué hice para obtener justi-cia por el asesinato de su papá y sé que con orgullo le voy a decir que estuve luchando y conse-guí que pagaran tanto los culpables que dieron la orden de matarlo, como quienes lo ejecutaron. Y sé que algún día se va a sentir orgullosa porque no dejé que todo quedara en el olvido.
Fuente: La Jornada
Autora: Sanjuana Martínez
http://www.jornada.unam.mx/2016/02/21/politica/008n1pol
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